La reapertura del restaurante La Cabrera en Mendoza tras la muerte de un parrillero en pleno servicio ha desatado una ola de indignación y controversia. El fallecimiento de Walter Nuzzo, un empleado de 43 años que sufrió un infarto mientras trabajaba, ha puesto en el centro del debate las condiciones laborales en el sector gastronómico y la responsabilidad empresarial en el bienestar de sus trabajadores. Mientras la empresa niega las acusaciones de haber priorizado el servicio por sobre la atención del empleado fallecido, testimonios recogidos por Página/12 pintan un panorama desolador de inhumanidad y falta de ética.
Una noche de horror en La Cabrera
Según testigos presenciales, la tragedia se desencadenó el martes por la noche, con el restaurante a pleno rendimiento. Alrededor de las 21:15 hs, Walter Nuzzo comenzó a sentirse mal, retirándose de la parrilla. Minutos después, se desplomó en el área de pastelería. A pesar de la gravedad de la situación, y mientras los médicos intentaban reanimarlo durante casi 40 minutos, la gerencia del local habría ordenado a los empleados continuar con el servicio. “Ustedes sigan, no se distraigan”, fue la frase que resonó en el lugar, según el testimonio de un testigo directo. La atención a los clientes continuó incluso después de confirmada la muerte de Nuzzo, cuyo cuerpo permaneció en el restaurante hasta la 1 de la madrugada.
El contraste entre la tragedia que se vivía en la cocina y la aparente normalidad en el salón principal era escalofriante. Los comensales, ajenos al drama, disfrutaban de sus costosos cortes de carne mientras el personal, conmocionado y obligado a trabajar, intentaba mantener la compostura. Algunos clientes, al notar la demora en los platos o el ir y venir del personal, comenzaron a quejarse, sin imaginar la verdadera razón detrás de la situación. La descripción de la escena por parte de los testigos es contundente: “Una película de terror insostenible”.
La respuesta de la empresa y la presión de los empleados
Ante la presión mediática y las denuncias en redes sociales, La Cabrera emitió un comunicado anunciando un período de duelo hasta el viernes por la noche. En el escrito, la empresa negó las acusaciones, calificándolas de “absolutamente inhumanas” y asegurando que el servicio se detuvo inmediatamente después del desmayo de Nuzzo. Sin embargo, esta versión contradice los testimonios recogidos, que apuntan a una decisión consciente de priorizar el negocio por sobre la dignidad del trabajador fallecido y el bienestar emocional de sus compañeros.
La indignación de los empleados llevó a que el miércoles el restaurante permaneciera cerrado. La presión del personal, que se organizó para reclamar por lo sucedido y exigir el cierre del local para poder asistir al velorio de Nuzzo, forzó a la empresa a ceder. A pesar de que la empresa afirma haber puesto a disposición una combi para el traslado al velorio y dos equipos de psicólogos para la contención del personal, las fuentes consultadas aseguran que la mayoría de los empleados asistieron al velorio por sus propios medios y que la asistencia psicológica se limitó a una simple sugerencia.
La reapertura y la persistencia de la polémica
La reapertura de La Cabrera el sábado, apenas tres días después del fallecimiento de Nuzzo, ha añadido más leña al fuego. El contraste entre el ambiente festivo del evento con música en el patio y el silencio sepulcral del salón principal, con apenas seis mesas ocupadas, es una imagen que habla por sí sola. La noticia de la muerte de Nuzzo y las circunstancias que la rodearon parecen haber impactado en la clientela, aunque la empresa intenta retomar la normalidad.
Mientras tanto, en redes sociales, la indignación continúa. Los comentarios críticos en la cuenta de Instagram del restaurante fueron bloqueados, pero en Google, las preguntas sobre lo sucedido persisten. “¿Acá es donde se muere un empleado y obligan a seguir trabajando como si nada?”, pregunta un usuario, con más de 500 “me gusta” que respaldan su interrogante.
Más allá de la polémica puntual en La Cabrera, este caso abre un debate crucial sobre las condiciones laborales en el rubro gastronómico. Las largas jornadas, la informalidad laboral y la presión por mantener el servicio a cualquier costo son problemáticas recurrentes que afectan a miles de trabajadores. La muerte de Walter Nuzzo debe servir como un llamado de atención para que las empresas asuman su responsabilidad en la creación de ambientes de trabajo dignos y seguros, donde la vida y el bienestar de los empleados estén por encima de cualquier interés económico.
Reflexiones sobre la ética laboral y la responsabilidad empresarial
La tragedia en La Cabrera nos invita a reflexionar sobre la ética laboral en el siglo XXI. ¿En qué momento la búsqueda de la rentabilidad se convierte en una justificación para la deshumanización? ¿Es aceptable que una empresa priorice el servicio y las ganancias por sobre la vida y la dignidad de sus empleados? Este caso pone de manifiesto la necesidad de un cambio profundo en la cultura empresarial, donde la responsabilidad social y el respeto por los trabajadores sean valores fundamentales.
La muerte de Walter Nuzzo no puede ser en vano. Es imperativo que la sociedad, los consumidores y las autoridades exijan a las empresas un compromiso real con la ética laboral y el bienestar de sus empleados. La creación de sindicatos fuertes, la implementación de políticas públicas que protejan a los trabajadores y la concientización sobre la importancia del consumo responsable son herramientas clave para transformar la realidad laboral en el sector gastronómico y en otros ámbitos donde se vulneran los derechos de los trabajadores.
El caso de La Cabrera nos interpela como sociedad. Es un llamado a la reflexión sobre nuestros valores, nuestras prioridades y nuestra responsabilidad como consumidores. ¿Estamos dispuestos a seguir consumiendo en establecimientos donde se vulneran los derechos de los trabajadores? ¿O vamos a exigir un cambio, priorizando la ética y la humanidad por sobre la comodidad y el precio?