Buenos Aires, una ciudad vibrante y llena de contrastes, fue el escenario donde se desarrolló la vida de Eduardo Vega, un hombre cuyas pasiones abarcaban desde la medicina hasta el béisbol, pero cuya existencia fue truncada por la brutalidad de la dictadura argentina. Su historia, como la de tantos otros, permaneció silenciada durante décadas, un eco ahogado en el clamor de la represión. Hoy, a través de los recuerdos de sus hermanos y amigos, reconstruimos la vida de Eduardo, un médico comprometido, un deportista apasionado y una víctima más del terrorismo de Estado.
Infancia y formación en el seno de una familia humilde
Eduardo Vega nació en 1949, en el seno de una familia humilde pero llena de amor. Sus padres, Gerardo Vega y Carolina Paoli, inculcaron en él y en sus tres hermanos valores como la solidaridad, la justicia y la perseverancia. Crecieron en Caballito, un barrio porteño de clase trabajadora, donde el club Ferrocarril Oeste se convirtió en su segundo hogar.
Los veranos en Ferro eran sinónimo de juegos, risas y camaradería. Eduardo y sus hermanos pasaban horas en la pileta, en las canchas de básquet y vóley, forjando amistades que perdurarían a lo largo del tiempo. Fue en ese ambiente donde Eduardo descubrió su pasión por el béisbol, un deporte que lo acompañaría durante gran parte de su vida.
El béisbol: una pasión que lo llevó a la selección
Eduardo se destacó como pitcher en el equipo de béisbol de Ferro, gracias a su talento innato y su dedicación constante. Su precisión en los lanzamientos y su imponente figura en el montículo lo convirtieron en una pieza clave del equipo. Llegó a integrar la selección argentina, representando al país en campeonatos internacionales como el torneo sudamericano de béisbol en Antofagasta en 1971.
El béisbol en Ferro se jugaba en la cancha auxiliar de fútbol, un espacio improvisado que no contaba con las comodidades de un campo reglamentario. Sin embargo, esas condiciones precarias no mermaron el entusiasmo de Eduardo y sus compañeros, quienes se las ingeniaban para disfrutar del deporte que amaban. “El pitcher no tiraba desde la lomita porque no nos dejaban modificar la cancha de fútbol”, recuerda Víctor, hermano de Eduardo, con una mezcla de nostalgia y humor.
De la medicina a la militancia: un compromiso con los demás
Eduardo no solo se destacó en el deporte, sino también en lo académico. Ingresó a la Universidad de Buenos Aires para estudiar medicina, una carrera que le permitiría ayudar a los demás y contribuir a una sociedad más justa. Su compromiso social lo llevó a involucrarse en la militancia política, en un contexto histórico marcado por la creciente tensión social y la violencia.
Tras recibirse de médico, trabajó incansablemente en hospitales como el Ferroviario, el de Lanús y la Clínica Cruz Azul, atendiendo a pacientes de bajos recursos con la misma dedicación que a cualquier otro. Su labor solidaria se extendió más allá de los consultorios, participando activamente en asambleas universitarias y en la atención médica de militantes.
El golpe militar y la tragedia familiar
El año 1977 marcó un punto de inflexión en la vida de la familia Vega. En marzo, María Luz, la hermana menor de Eduardo, fue asesinada por un grupo de tareas. Nueve meses después, el 26 de diciembre, Eduardo desapareció tras una cita en un bar de Caballito. Su búsqueda incansable por parte de su madre, Carolina Paoli, una de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, permitió encontrar sus restos un año después, enterrados como NN en el cementerio de la Chacarita.
La muerte de Eduardo no fue un hecho aislado, sino parte de un plan sistemático de represión llevado a cabo por la dictadura militar argentina. Miles de personas fueron desaparecidas y asesinadas por su militancia política o simplemente por pensar diferente. Eduardo, con su compromiso social y su ideología de izquierda, se convirtió en un blanco fácil para el régimen.
El legado de Eduardo Vega: un ejemplo de valentía y compromiso
A pesar del dolor y la tristeza, la historia de Eduardo Vega es un testimonio de coraje, solidaridad y compromiso con los demás. Su legado continúa inspirando a quienes luchan por una sociedad más justa e igualitaria, donde la memoria y la verdad sean pilares fundamentales. Su nombre, junto con el de miles de víctimas de la dictadura, se mantiene vivo en la lucha por los derechos humanos y en la búsqueda de justicia.
El homenaje que le rindieron las subcomisiones de Derechos Humanos y Béisbol de Ferro en noviembre pasado es un reconocimiento a su trayectoria como deportista y como militante. Es un acto de reparación histórica que busca mantener viva la memoria de Eduardo y de todos aquellos que fueron silenciados por la violencia estatal.