La oscuridad de la noche del 14 de abril se cernía sobre la calle Larrea al 300, en el barrio de Once, cuando una joven de 22 años, procedente de la zona sur del Conurbano, ingresaba a un departamento tras aceptar una invitación a beber unas cervezas. Los anfitriones, tres hermanos peruanos conocidos como “Los Josesitos”, se dedicaban al negocio de los taxis en La Salada. Lo que comenzó como una reunión casual se transformaría en una pesadilla de horror inimaginable.
Una noche de terror: cocaína, alcohol y vejaciones
Las cervezas iniciales dieron paso a la cocaína, dispuesta sobre un plato blanco en una mesa ratona. La joven, inducida a consumir para “levantar un poco”, comenzó a sentirse mareada y desorientada. Dos de los hermanos, Fermín y Eddinson Acosta Chapoñan, la rodearon y la manosearon bajo su remera. A las 2 AM, el amigo que la había acompañado se retiró, dejándola a merced de sus agresores. La joven, aturdida, declinó la oferta de irse con él.
Con la partida de su amigo, la joven quedó atrapada en un infierno. Tres hombres la arrastraron a una habitación, la desnudaron y la violaron brutalmente por la vagina, boca y ano, sin protección. Uno de ellos, desde un rincón, filmaba la atrocidad con su teléfono. La forzaron a consumir más cocaína. La pesadilla continuó con la llegada de otro hermano y dos hombres más, conocidos como “El 32” y “El Rasta”, quienes también abusaron de ella.
El grito silencioso de auxilio y la llegada de la policía
Ocho horas de tormento, amenazas de muerte y un plan macabro para deshacerse de su cuerpo, discutido abiertamente por sus captores. En un instante de descuido, la joven logró tomar su teléfono y publicar una historia de WhatsApp pidiendo auxilio. Un amigo vio la súplica desesperada y alertó al 911. La policía irrumpió en el departamento, encontrando solo a Florentino Chapoñan, quien fue arrestado. La víctima fue trasladada al Hospital Ramos Mejía.
La justicia en marcha: el pedido de juicio y las pruebas irrefutables
La fiscal Mónica Cuñarro, a cargo de la investigación, solicitó la elevación a juicio para tres de los hermanos Acosta Chapoñan: Fermín, Florentino y Yoel. Para José, el mayor, pidió el sobreseimiento. La fiscal también solicitó la identificación de “El 32” y “El Rasta”, aún prófugos. La investigación se sustenta en un sólido conjunto de pruebas, incluyendo 70 elementos como declaraciones testimoniales, pericias telefónicas, ruedas de reconocimiento e informes médicos que confirman el abuso.
El informe del Cuerpo Médico Forense, basado en análisis genéticos de muestras de líquido seminal, confirmó la presencia de Yoel y Florentino en la escena del crimen y su participación en el abuso sexual. La evidencia científica es contundente: los perfiles de ADN de los imputados, mezclados con el de la víctima, no dejan lugar a dudas.
Reflexiones sobre un horror cotidiano: la lucha contra la violencia de género
El caso de la joven violada en Once es un crudo recordatorio de la violencia de género que azota a nuestra sociedad. La brutalidad del hecho, la impunidad inicial de los agresores y la vulnerabilidad de la víctima nos interpelan como sociedad a reflexionar sobre las causas profundas de esta problemática y a redoblar los esfuerzos para erradicarla.
La justicia tiene la responsabilidad de condenar a los culpables y enviar un mensaje claro de que la violencia sexual no será tolerada. Pero más allá del castigo, es necesario un cambio cultural profundo que promueva la igualdad de género, el respeto por la diversidad y la erradicación de la cultura machista que perpetúa la violencia contra las mujeres.
El testimonio de la joven, su valentía para denunciar y la solidez de las pruebas presentadas por la fiscalía abren una ventana de esperanza en la lucha contra la impunidad. Es imperativo que este caso se convierta en un ejemplo de justicia y en un catalizador para la transformación social que necesitamos. Que la voz de esta joven sea escuchada y que su dolor se convierta en un llamado a la acción para construir una sociedad más justa e igualitaria.