La noche del jueves en San Miguel, conurbano bonaerense, fue testigo de un acto de violencia desmedida que ha conmocionado a la comunidad. Un hombre, víctima de un intento de robo por parte de un niño de ocho años, terminó brutalmente golpeado por la familia del menor. La agresión, ocurrida en plena calle Perón al 1600, fue registrada por un testigo y el video se viralizó rápidamente en redes sociales, generando indignación y repudio.
De víctima a victimario: la brutal agresión en San Miguel
Las imágenes del video muestran una escena escalofriante. Tras el intento fallido de robo del celular, el padre y la madre del menor, junto a otra mujer, arremeten contra el hombre. Lo tiran al suelo y comienzan a golpearlo salvajemente con patadas y puños, mientras lo insultan y acusan de haber agredido al niño. “¿Ahora querés hablar? ¿Por qué le pegaste? ¡La c… de tu madre!”, le grita el padre mientras el niño, con una sonrisa en su rostro, intenta robarle la billetera al hombre ya indefenso en el piso. “¡Es una criatura para que le levantes la mano!”, vocifera la madre, justificando la golpiza. “Nosotros somos los padres, si te faltó el respeto vení y decinos a nosotros. No tenías por qué pegarle un cachetazo, es una criatura”, continúa la mujer, mientras otra le grita: “Andate, hijo de mil puta, ¡andate!”
La violencia de la escena es impactante, no solo por la brutalidad de la agresión, sino también por la actitud del niño y la justificación de los adultos. El menor, lejos de mostrar arrepentimiento o temor, participa activamente en la golpiza, intentando robar a la víctima mientras es agredida. La familia, en lugar de reprender al niño por su comportamiento delictivo, lo defiende y ataca al hombre que, en principio, solo habría intentado defenderse del robo.
Indignación y la ineficacia policial: la otra cara de la violencia
El video de la golpiza generó una ola de indignación en las redes sociales. Usuarios expresaron su repudio a la violencia ejercida por la familia y la falta de intervención policial. Según fuentes del municipio, un vecino alertó del hecho a través del sistema de cámaras de seguridad “Ojos en Alerta”, pero cuando el patrullero llegó al lugar, la víctima ya se había ido y no quiso presentar una denuncia.
Este detalle, que la víctima no haya querido denunciar, abre un nuevo capítulo en la historia. ¿Miedo a represalias? ¿Desconfianza en la justicia? ¿Desgaste ante la ineficacia policial? Son preguntas que quedan flotando en el aire y que reflejan un malestar social profundo. La sensación de impunidad que se desprende de las imágenes, sumada a la inacción policial, alimenta la frustración y la desconfianza en las instituciones.
Algunos vecinos, testigos indirectos del hecho, comentaron en redes sociales que no es la primera vez que se observan situaciones similares en la zona. La presencia de grupos delictivos que operan con menores de edad genera temor e inseguridad en la comunidad. La falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades ante estos hechos solo agrava la problemática.
Más allá del caso puntual, la golpiza en San Miguel pone en evidencia una problemática social más amplia: la violencia como respuesta a la violencia, la normalización de la delincuencia y la ineficacia de las instituciones para prevenir y sancionar estos hechos. El caso se convierte en un síntoma de una sociedad que parece haber perdido el rumbo, donde la justicia por mano propia se impone ante la ausencia del Estado.
La viralización del video ha puesto el caso en el ojo público, obligando a las autoridades a tomar cartas en el asunto. Sin embargo, la solución no se limita a la detención de los agresores. Es necesario abordar las causas profundas de la violencia y la delincuencia, implementando políticas sociales que brinden oportunidades a los jóvenes y fortalezcan las instituciones encargadas de la seguridad y la justicia.
Mientras tanto, la víctima de la golpiza permanece en el anonimato, convertida en un símbolo de la vulnerabilidad ciudadana ante la violencia y la impunidad. Su caso nos interpela como sociedad y nos obliga a reflexionar sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo y el futuro que les espera a las nuevas generaciones.
La justicia, hasta el momento, no ha emitido ninguna orden de captura para los agresores. El silencio de las autoridades locales contrasta con el clamor popular en las redes sociales, donde se exige justicia para la víctima y un freno a la violencia desmedida que azota las calles del conurbano bonaerense.
El futuro dirá si este caso se convierte en un punto de inflexión en la lucha contra la inseguridad y la violencia en San Miguel o si, por el contrario, se suma a la larga lista de hechos impunes que alimentan la desconfianza y el temor en la comunidad. Lo que queda claro es que la sociedad argentina necesita respuestas urgentes y concretas para frenar la escalada de violencia que parece no tener fin.