Tras años de un conflicto devastador que parecía congelado en un tenso statu quo, Siria ha vuelto a estallar en violencia. La reciente ofensiva rebelde, liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), ha sacudido el tablero geopolítico y ha redibujado el mapa del poder en la región. Este resurgimiento de la guerra civil no solo amenaza con intensificar el sufrimiento del pueblo sirio, sino que también plantea interrogantes sobre el futuro de la región y el papel de las potencias internacionales involucradas.
El fulgurante avance rebelde: ¿Un cambio de juego?
El avance relámpago de HTS, que en cuestión de días logró tomar el control de Alepo y Hama, dos de las ciudades más importantes de Siria, ha sorprendido a muchos analistas. Este grupo, con raíces en Al Qaeda, ha demostrado una capacidad militar y organizativa inesperada, desafiando el control del régimen de Bashar al-Assad y sus aliados. ¿Qué factores han contribuido a este repentino cambio en el equilibrio de poder?
Uno de los elementos clave es el debilitamiento del apoyo ruso a Al-Assad. La guerra en Ucrania ha obligado a Moscú a desviar recursos y atención, reduciendo su capacidad para sostener al régimen sirio. Esta situación ha creado un vacío de poder que HTS ha aprovechado con gran eficacia. Además, la creciente inestabilidad en Irán, principal aliado regional de Al-Assad, también ha contribuido a la vulnerabilidad del régimen.
Otro factor crucial es la participación de Turquía en el conflicto. Aunque Ankara oficialmente niega su apoyo a la ofensiva rebelde, existen evidencias que sugieren su complicidad. Turquía, que alberga a millones de refugiados sirios y enfrenta la amenaza de las milicias kurdas en su frontera sur, tiene un interés estratégico en desestabilizar al régimen sirio y establecer una zona de seguridad bajo su control.
El juego de las potencias: Una región en disputa
Siria se ha convertido en un tablero de ajedrez donde las potencias regionales e internacionales compiten por influencia. Rusia, a pesar de su debilitamiento, sigue siendo un actor clave, al igual que Irán, que busca mantener su presencia estratégica en la región. Por otro lado, Turquía, con su ambición neo-otomana, intenta expandir su poder en el Mediterráneo oriental.
Estados Unidos, aunque se retiró militarmente de Siria en 2019, mantiene una presencia limitada a través de sus aliados kurdos en el noreste del país. La postura de Washington ante el reciente resurgimiento del conflicto ha sido cautelosa, condenando la violencia pero sin tomar medidas concretas. El regreso de Donald Trump a la presidencia podría significar un cambio en la política estadounidense hacia Siria, especialmente en lo que respecta a la relación con Turquía e Irán.
Consecuencias inciertas: ¿Un nuevo orden regional?
El resurgimiento de la guerra civil en Siria tiene el potencial de desestabilizar aún más una región ya de por sí volátil. El conflicto podría intensificar la crisis de refugiados, alimentar el extremismo islámico y generar un efecto dominó en países vecinos como Líbano, Irak y Jordania.
A nivel internacional, el conflicto sirio representa un desafío para el orden mundial. La falta de una respuesta coordinada por parte de la comunidad internacional ha permitido que el conflicto se prolongue durante más de una década, con consecuencias devastadoras para la población civil. El resurgimiento de la violencia podría exacerbar las tensiones entre las potencias mundiales y dificultar la búsqueda de una solución pacífica.
El futuro de Siria sigue siendo incierto. El avance rebelde ha abierto un nuevo capítulo en la guerra civil, pero su desenlace está lejos de ser claro. Lo que sí es evidente es que el conflicto sirio seguirá siendo un foco de tensión e inestabilidad en los próximos años, con implicaciones significativas para la región y el mundo.
La comunidad internacional debe asumir su responsabilidad y actuar de manera decisiva para poner fin a la violencia y promover una solución política inclusiva. El pueblo sirio ha sufrido demasiado y merece la oportunidad de vivir en paz y seguridad.