La propuesta de la concejala Fernanda Gigliani de regular la actividad de los cuidacoches en Rosario ha desatado una fuerte polémica en el Concejo Municipal, dividiendo las opiniones entre quienes la ven como una solución para formalizar el trabajo y quienes la consideran una medida ineficaz o incluso perjudicial.
El Proyecto de Gigliani: Formalización y Control
El proyecto presentado por Gigliani busca crear un padrón de cuidacoches con un sistema de registro, uniformes identificatorios, capacitaciones obligatorias, y un sistema de contribuciones voluntarias por parte de los automovilistas. La iniciativa incluye la asignación de cupos, reservando un porcentaje para mujeres víctimas de violencia de género y para personas travestis, transexuales y transgéneros, buscando promover la inclusión.
La concejala argumenta que esta regulación permitiría controlar la actividad, evitando las extorsiones y los abusos que suelen caracterizarla. Además, busca formalizar el trabajo de estas personas que, en su mayoría, operan en la informalidad sin acceso a derechos laborales ni protección social.
Las Críticas al Proyecto
El concejal Carlos Cardozo, del espacio político macrista, se opuso frontalmente a la iniciativa, expresando que la regulación significaría darles cabida en el sistema a personas “irrecuperables”. Su postura se basa en la creencia de que regular la actividad no resolvería el problema de fondo de la inseguridad y las extorsiones. En lugar de regular la actividad, Cardozo aboga por un aumento de la presencia policial en las zonas con mayor concentración de cuidacoches.
Cardozo defiende un enfoque represivo, enfatizando la necesidad de aplicar el artículo 300 del Código de Convivencia, que castiga la obstrucción al tránsito y las extorsiones. Señala que la policía ya cuenta con las herramientas necesarias para actuar, aunque reconoce la falta de trabajo coordinado entre la policía y el municipio para implementar dicho artículo de forma efectiva. Este trabajo coordinado entre la policía y el municipio es un punto crítico de su propuesta.
Antecedentes y Experiencias Previas
Esta no es la primera vez que se intenta regular la actividad de cuidacoches en Rosario. Iniciativas similares se han presentado en el pasado, sin lograr concretarse. El concejal menciona experiencias exitosas en el control de la actividad durante eventos masivos con sistemas de cobro por estacionamiento controlado como sucedió en la Fiesta de Colectividades. Sin embargo, la situación vuelve a complicarse durante los periodos intermedios, volviendo a la extorsión y a la informalidad.
El proyecto de Gigliani revive un debate de décadas. Desde el proyecto del ex concejal Jorge Boasso en 1995, que proponía un sistema de pecheras identificatorias, hasta iniciativas más recientes, el tema ha generado continuos enfrentamientos políticos y ha demostrado ser una cuestión difícil de resolver.
El Debate en el Concejo
El proyecto de Gigliani ya ha superado el dictamen en las comisiones de Derechos y Garantías y Seguridad, y se espera su tratamiento en la comisión de Gobierno. Se espera una discusión extensa en el Concejo Municipal con la posibilidad de llegar a un consenso o al menos definir estrategias claras.
En resumen, la propuesta de regular la actividad de los cuidacoches en Rosario ha dividido al Concejo Municipal entre quienes buscan formalizar un trabajo informal para mejorar la situación socioeconómica de quienes se dedican a ella, y quienes prefieren un enfoque represivo, priorizando el orden y la seguridad pública. La falta de una solución consensuada deja a los rosarinos a merced de prácticas extorsivas que complican la vida en las calles de la ciudad. El debate continuará.
Impacto en la Ciudadanía
La falta de una solución definitiva impacta directamente en la vida cotidiana de los rosarinos. Los automovilistas se enfrentan a la constante amenaza de extorsiones y aprietes. En zonas comerciales, como la calle Pellegrini, las tarifas impuestas por los cuidacoches son elevadas y se cobran incluso sin asegurar una efectiva custodia de los vehículos.
Por otra parte, la falta de formalización de la actividad perpetúa un círculo vicioso de informalidad y marginación para los trabajadores, muchos de los cuales carecen de protección laboral o acceso a oportunidades de desarrollo.