A un año de la llegada de Javier Milei a la presidencia, Argentina se encuentra en una encrucijada económica. Las medidas de shock implementadas por el gobierno, con su fuerte impronta liberal, han generado resultados dispares, abriendo un debate sobre si el país se encamina hacia la estabilidad o hacia una recesión profunda. La inflación, el dólar y la deuda son los tres ejes centrales que definen este primer año de gestión, y sobre los cuales se centrará este análisis.
La inflación: un dragón difícil de domar
El primer gran desafío que enfrentó Milei fue la inflación galopante heredada de la administración anterior. Para combatirla, el gobierno aplicó una política de shock basada en una fuerte devaluación inicial del peso y un ajuste fiscal drástico. La devaluación, que llevó el dólar oficial a $600, impactó de lleno en los precios, disparando la inflación al 25,5% en diciembre de 2023.
Sin embargo, a partir de enero de 2024, la inflación comenzó a ceder terreno, mostrando una tendencia decreciente hasta alcanzar el 3% mensual en octubre. Milei atribuye esta baja a las medidas de ajuste fiscal y monetario, que incluyeron el cierre de las “canillas” de emisión monetaria y la venta de dólares en el mercado de Contado con Liquidación para absorber pesos. Expertos independientes, si bien reconocen una desaceleración, señalan que la recesión económica y la caída del consumo también contribuyeron a la baja de la inflación.
El dólar: ¿atraso cambiario o estabilidad?
Tras la devaluación inicial, el dólar paralelo superó los $1000, llegando a un pico de $1500 a mediados de julio. La posterior intervención del gobierno en el mercado cambiario logró estabilizar la cotización, cerrando el año en torno a los $1050 en el mercado paralelo. Si bien esto representa una suba anual del 9%, muy por debajo de la inflación, muchos economistas advierten sobre un atraso cambiario que podría afectar las exportaciones y fomentar las importaciones.
Este “atraso cambiario” se produce porque el tipo de cambio oficial no acompaña la inflación, haciendo que los productos argentinos sean más caros en el exterior y los importados más baratos en el mercado interno. Esta situación, combinada con la apertura de la economía, podría generar un déficit comercial y afectar la producción nacional.
La deuda: una bomba de tiempo desactivada… ¿o no?
Milei heredó una deuda pública abultada y una situación crítica con el FMI. Para sanear el Banco Central, el gobierno transfirió sus pasivos al Tesoro Nacional, que ahora debe afrontar pagos por USD 460.000 millones. De este total, USD 3.000 millones corresponden a vencimientos con el FMI en 2025.
El gobierno busca un nuevo acuerdo con el FMI que permita refinanciar la deuda a plazos más largos e incluso obtener fondos frescos. Sin embargo, las negociaciones son tensas, ya que el FMI exige la eliminación del “cepo” cambiario y una política de flotación libre del dólar, algo a lo que Milei se resiste por temor a una nueva corrida cambiaria.
¿Un éxito a medias?
El primer año de Milei ha sido un año de shock, sin duda. La inflación ha bajado, pero a costa de una recesión del 3% y una pérdida del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones. El dólar se ha estabilizado, pero con un atraso cambiario que genera incertidumbre. La deuda se ha reestructurado, pero los pagos al FMI siguen siendo una amenaza latente.
El gran interrogante es si las medidas implementadas sentarán las bases para un crecimiento sostenido o si, por el contrario, profundizarán la crisis económica. El 2025 será clave para determinar si el shock de Milei fue un remedio amargo pero necesario o un salto al vacío sin red.