Jonatan Viale, el periodista que parece vivir en una película de aventuras, protagonizó un fin de semana de película, o más bien, de sitcom. Primero, la ausencia. Luego, el interrogatorio en Miami. Si esto fuera Hollywood, ya estaríamos hablando de un blockbuster.
El misterio de la ausencia (o, cómo perderse el Martín Fierro de Oro)
Imaginen la escena: La gala de los Martín Fierro Latino está llegando a su fin. El premio más importante, el Martín Fierro de Oro, está a punto de entregarse. Los nervios están a flor de piel, la emoción en el ambiente es palpable… y Jonatan Viale, el afortunado ganador, ¡no está!
Ronen Suarc, con la cara más sorprendida que un niño en Navidad sin regalos, hace una llamada épica. Del otro lado, un Viale aún sin dimensionar la magnitud del olvido responde con un clásico: “¿Me estás jodiendo?”. La imagen de Luis Ventura con la estatuilla en mano, mientras Suarc trata de explicar la situación, ya es parte de la historia de los Martín Fierro.
La explicación? Aparentemente, la urgencia de evitar el tráfico porteño es proporcional a la urgencia de recoger premios prestigiosos. Quién sabe si el premio también fue un poquito más liviano por la falta de la ceremonia para disfrutarlo.
La detención en Miami (o, cómo confundir un Martín Fierro con una bomba casera)
Después de recibir el premio en la ciudad del sol, Jonatan emprendió el regreso. Pero al llegar al aeropuerto de Miami, nuestra estrella de comedia involuntaria sufrió un nuevo revés. Al parecer, las estatuillas, brillantes como dos granadas, activaron todas las alarmas del control de seguridad.
La escena es cinematográfica: Agente de seguridad con gesto serio, escáner mostrando una anomalía… y dos estatuillas de los Martín Fierro. La confusión fue total. Mientras el periodista trataba de explicar la situación, seguramente con ese tono suave y pausado que lo caracteriza, fue sometido a un interrogatorio con más rigor que el que usarían a un sospechoso de trafico de drogas.
La buena noticia: tras unos minutos de tensión, que seguro Viale disfrutó mientras recordaba todas las entrevistas realizadas, las autoridades comprobaron que lo único que Jonatan llevaba eran trofeos relucientes y no armas de destrucción masiva (o al menos, no armas tan modernas).
La reacción de Jonatan, con un tweet que resumía la odisea, tuvo más emojis que puntos. Un ‘jajajaja’ aquí, un ‘ay Dios mío’ allá. La versión periodística de un meme hecho realidad.
(o, la moral de esta historia)
Las aventuras de Jonatan Viale nos dejan varias reflexiones. La primera: nunca subestimes el poder de la distracción, al menos no si uno busca alejarse de la transmisión de los premios. La segunda: la seguridad aeroportuaria norteamericana es tan eficiente que confunde premios con explosivos. Y la tercera: que la vida de Jonatan Viale nos regala material para la comedia durante un buen rato.
En fin, la historia de Jonatan Viale y sus premios nos recuerda que a veces, lo mejor que nos puede pasar es no tener nada planeado, porque la espontaneidad se encarga de hacer el resto. Y eso, amigos, es digno de cualquier alfombra roja…o aeropuerto internacional.
Aunque quizás la próxima vez, Jonatan, conviene llevar una copia del certificado de premios para agilizar los controles, ¿no?