En un país donde la brecha entre la realidad y la justicia parece ensancharse día a día, la voz de un cirujano cardiovascular resuena con fuerza. Sus palabras, lejos de la fría neutralidad del bisturí, desnudan la podredumbre de un sistema judicial ineficiente, lento y muchas veces cómplice de la impunidad. Su testimonio, un grito de alerta en medio del desconcierto social, nos interpela a repensar el funcionamiento de la justicia argentina.
La dura realidad de un sistema fallido
Fernando Cichero, el cirujano que se atreve a hablar, relata su experiencia personal y la de miles de colegas que se enfrentan a la urgencia y la responsabilidad de salvar vidas. Día tras día, se levantan al alba y recorren largas distancias para llegar a tiempo a los hospitales, sin esperar remises ni privilegios. Este sacrificio, lejos de ser una excepción, es una constante en la vida profesional de la mayoría de los trabajadores de la salud.
A diferencia de este incansable trabajo, Cichero compara la realidad de aquellos que se benefician del aparato estatal sin aportar con el mismo esfuerzo ni dedicación. Un contraste cruel que evidencia la disparidad entre quienes dedican su vida al servicio público con un sentido de responsabilidad social, y quienes lo utilizan como vehículo para amasar fortunas incalculables.
Comparaciones que revelan la ineficiencia
El doctor Cichero no se limita a denunciar la desigualdad. Sus observaciones y comparaciones desmitifican la inoperancia judicial. La comparación entre el tiempo que le llevaría realizar un diagnóstico a un paciente (con la responsabilidad profesional que eso conlleva), y la velocidad y la justicia que impera en la justicia, resultan verdaderamente dolorosos.
La celeridad con la que se juzga a un médico por una mala praxis, en contraste con la lentitud exasperante de los juicios judiciales, evidencia la falta de responsabilidad y el peso de la impunidad en el sistema judicial argentino. Un médico puede quedar incapacitado por un solo error judicial, mientras que los errores de los jueces parece que no tienen consecuencias.
La falta de transparencia en las designaciones
El autor denuncia una profunda falta de transparencia en el sistema judicial. Acusa a los encargados de las designaciones de jueces, de ser cómplices de la falta de justicia debido a favoritismos y nombramientos por intereses políticos y relaciones personales, no por méritos profesionales. Esta falta de transparencia contribuye a generar desconfianza y perpetuar la crisis del sistema judicial.
La lentitud en los procesos judiciales, a veces excesiva y que puede durar décadas, es otra de las problemáticas que denuncia Cichero, planteando la necesidad de una profunda reformulación del sistema. La justicia debe ser ágil, eficaz y proporcionar respuestas en plazos razonables a las demandas de la ciudadanía.
El sentido común ausente en las decisiones judiciales
En la mayoría de las profesiones, el conocimiento y el sentido común son esenciales para el buen desempeño. En la justicia argentina, en cambio, parecen primar las interpretaciones personales de la ley y las decisiones arbitrarias, ignorando la lógica y el raciocinio jurídico. Esto desvirtúa la búsqueda de verdad y justicia, contribuyendo a la pérdida de confianza en el sistema.
Para Cichero, la falta de consecuencias para los jueces que cometen errores graves es escandalosa. A diferencia de los médicos, que enfrentan sanciones severas por cualquier negligencia, los jueces son difícilmente destituidos por errores judiciales que pueden impactar profundamente la vida de las personas. Una incongruencia que debe cuestionarse.
Un llamado a la reforma
La conclusión del texto es un pedido de reforma del sistema judicial argentino. El autor se enfoca en la necesidad de una mayor transparencia en las designaciones judiciales y mayor celeridad en los procesos para que haya justicia real. Además, cuestiona el hecho de que los jueces no rindan cuentas de forma adecuada cuando se equivocan. Finalmente hace un llamado a recuperar la confianza en las instituciones argentinas.
Las palabras de Fernando Cichero nos invitan a una profunda reflexión sobre el estado de nuestra república y la urgente necesidad de una reforma integral del sistema judicial. Su testimonio, aunque surgido del ámbito de la salud, no es ajeno a la problemática nacional; es una contribución más a la discusión que merece la atención de todos.