La victoria de Donald Trump en las recientes elecciones presidenciales ha generado un intenso debate, no solo por sus implicaciones políticas, sino también por la forma en que su campaña y sus aliados la han presentado. Mientras que Trump y su equipo proclaman una “victoria aplastante”, la realidad numérica pinta un panorama mucho más ajustado, incluso sorprendente.
La ‘aplastante’ victoria que no fue
Los resultados finales muestran un margen de victoria sorprendentemente estrecho para Trump, uno de los más reducidos en el voto popular desde finales del siglo XIX. A pesar de obtener más votos que Kamala Harris, su porcentaje se acerca peligrosamente al 50%, muy lejos de una victoria contundente. Este pequeño margen, ampliamente ignorado por los medios afines a Trump, expone una verdad inc
ómoda: el apoyo a Trump, aunque suficiente para obtener la presidencia, se sitúa lejos de la idea de un apoyo mayoritario avasallador.
La insistencia en la “victoria aplastante” por parte de la campaña de Trump no es solo una cuestión de fanfarronería política. Es una estrategia deliberada para consolidar la imagen de un mandatario con un amplio mandato, lo que facilita la aprobación de su controvertida agenda política.
El Colegio Electoral: Un amplificador de la polarización
Si bien el estrecho margen en el voto popular ya debería echar por tierra la narrativa triunfalista, la realidad se vuelve aún más compleja al analizar los resultados del Colegio Electoral. A pesar de la victoria, el número de votos electorales obtenidos por Trump dista mucho de las victorias resonantes de presidentes como Ronald Reagan. El sistema de ‘ganador se lo lleva todo’, propio del Colegio Electoral, magnifica las diferencias mínimas en algunos estados clave, generando una apariencia de triunfo abrumador que simplemente no se corresponde con la realidad de una elección tan ajustada.
En estados cruciales como Michigan, Pensilvania y Wisconsin, la ventaja de Trump fue mínima, y tan solo unos pocos miles de votos más hacia su rival podrían haber cambiado drásticamente el resultado final. Esta fragilidad del triunfo se ignora deliberadamente, pintando una imagen distorsionada de la realidad electoral.
El discurso de la ‘victoria aplastante’: Un juego estratégico
El objetivo de exagerar el éxito electoral de Trump es claro: proyectar un aura de mandato inquebrantable para así impulsar su agenda política. Trump y su equipo lo saben, y esa es la razón detrás de las declaraciones grandilocuentes y la creación de mercancía conmemorativa con esa misma consigna. Es una jugada calculada para presionar al Congreso Republicano, con la esperanza de que la supuesta legitimidad de la “victoria aplastante” silencie la oposición a sus controvertidas iniciativas.
Sin embargo, esta estrategia podría volverse contra ellos. El Senado republicano tiene su propio grado de complejidad y, como ya se ha visto, la imposición de la voluntad de Trump no es tan sencilla como sus afirmaciones lo sugieren. La designación fallida de Matt Gaetz para fiscal general demuestra el delicado equilibrio de poder dentro del partido y la posible resistencia a las ideas más extremas de Trump.
La victoria de Trump, vista con los lentes de la objetividad, no es un triunfo arrollador, sino más bien una victoria estrecha, marcada por la polarización del electorado, el sistema electoral estadounidense y una efectiva manipulación de la narrativa por parte del equipo del ahora presidente electo.
Entre el mandato y la manipulación
Trump obtuvo un segundo mandato presidencial, sí. Y su partido se encuentra al mando del Congreso, también es cierto. Pero el calificativo de “victoria aplastante” no tiene respaldo numérico. Se trata más bien de una victoria estrecha y extremadamente polarizada, que contrasta con el relato que se ha querido construir. Si bien Trump podría tener un mandato legítimo para gobernar, la exageración de su triunfo revela una estrategia política profundamente preocupante, basada en la manipulación de la información y la creación de una realidad alternativa.
La insistencia en el término “victoria aplastante” es una señal de debilidad y una estrategia de distracción; no es un reflejo de la voluntad inquebrantable del pueblo estadounidense. Solo el tiempo dirá si esta narrativa distorsionada servirá para lograr la agenda de Trump o terminará creando más divisiones y una mayor resistencia.