¡Indignante! Monseñor Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba, ha lanzado una bomba que sacude los cimientos de la sociedad argentina: nuestros jubilados están sufriendo una “eutanasia disimulada”. En sus propias palabras, durante la homilía dominical, Rossi denunció que los adultos mayores se ven obligados a elegir entre comer o medicarse, una situación que calificó como “miserabilidad”.
Rossi no se anduvo con rodeos. Desató una andanada de críticas contra el sistema, acusándolo de abandonar a su suerte a quienes dedicaron su vida al trabajo y al progreso del país. ¿Cómo es posible que en un país que se dice desarrollado, nuestros mayores tengan que mendigar por un plato de comida o una pastilla para el dolor? La respuesta, según el arzobispo, es simple y escalofriante: estamos ante una “eutanasia disimulada”, una forma silenciosa y perversa de eliminar a los más débiles.
El drama de la jubilación: entre el hambre y la enfermedad
La denuncia de Rossi no es un hecho aislado. Diariamente, miles de jubilados argentinos se enfrentan a la cruel disyuntiva de elegir entre satisfacer sus necesidades básicas o cuidar su salud. Con jubilaciones miserables que apenas alcanzan para cubrir el costo de la canasta básica, muchos se ven obligados a renunciar a medicamentos esenciales, poniendo en riesgo su vida y su bienestar. ¿Acaso no es esto una forma de eutanasia, una muerte lenta y dolorosa impuesta por la indiferencia y la falta de políticas públicas que protejan a los más vulnerables?
Las palabras de Rossi resonaron con fuerza en la sociedad argentina, generando un acalorado debate. Mientras algunos lo acusan de politizar la Iglesia, otros aplauden su valentía por denunciar una realidad que muchos prefieren ignorar. Lo cierto es que la situación de los jubilados es crítica y requiere soluciones urgentes. No podemos permitir que nuestros mayores sigan siendo víctimas de un sistema que los condena a la miseria y al abandono. Es hora de que el gobierno tome cartas en el asunto y garantice una jubilación digna para todos los argentinos.
La indignación del pueblo: ¿hasta cuándo el silencio?
Las redes sociales se han convertido en un hervidero de indignación tras las declaraciones de Monseñor Rossi. Miles de usuarios han expresado su repudio a la situación que atraviesan los jubilados, exigiendo al gobierno que tome medidas concretas para solucionar este drama. La pregunta que se repite una y otra vez es: ¿hasta cuándo vamos a permitir que nuestros mayores sean tratados como ciudadanos de segunda clase? La respuesta, sin embargo, parece perderse en el laberinto de la burocracia y la inacción política.
Mientras el debate se intensifica, la realidad de los jubilados sigue siendo la misma: una lucha diaria por la supervivencia en un país que les da la espalda. La “eutanasia disimulada” de la que habla Rossi no es una metáfora, sino una realidad tangible que se cobra víctimas silenciosas día tras día. Es hora de despertar del letargo y exigir un cambio profundo que garantice una vida digna para quienes construyeron la Argentina que hoy conocemos.
La situación actual de los jubilados es un reflejo del fracaso de las políticas públicas implementadas en las últimas décadas. La falta de inversión en el sistema previsional, sumada a la inflación galopante y la precarización laboral, han creado un cóctel explosivo que ha sumido a miles de adultos mayores en la pobreza y la desesperación.
No podemos seguir mirando para otro lado mientras nuestros mayores se ven obligados a recurrir a la caridad para poder comer o a la solidaridad de familiares y amigos para comprar sus medicamentos. La responsabilidad del Estado es garantizar una jubilación digna que permita a los adultos mayores vivir con tranquilidad y seguridad, sin tener que preocuparse por llegar a fin de mes.
Es hora de que el gobierno asuma su responsabilidad y tome medidas urgentes para solucionar este problema. No podemos permitir que la “eutanasia disimulada” siga cobrándose víctimas.
La solución a este problema no es sencilla, pero existen medidas que se pueden implementar de inmediato para paliar la situación. Una de ellas es el aumento de las jubilaciones mínimas, que deben ajustarse al costo real de la canasta básica. También es necesario garantizar el acceso a medicamentos gratuitos para todos los jubilados, sin importar su nivel de ingresos.
Además, es fundamental fortalecer el sistema de salud pública para que los jubilados puedan recibir la atención médica que necesitan. La creación de centros de atención primaria para adultos mayores, la capacitación de profesionales de la salud en geriatría y la implementación de programas de prevención de enfermedades crónicas son algunas de las medidas que se podrían tomar en este sentido.
La situación de los jubilados es un llamado de atención para toda la sociedad. No podemos permitir que nuestros mayores sean abandonados a su suerte. Es hora de actuar con responsabilidad y solidaridad para construir un país donde la vejez sea sinónimo de dignidad y respeto.