El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) se encuentra en una encrucijada. El recientemente anunciado plan de modernización del gobierno ha generado un intenso debate en el sector agropecuario. ¿Se trata de una necesaria actualización para optimizar recursos o es el primer paso hacia un desmantelamiento que podría afectar la producción y la investigación en el campo argentino?
Modernización vs. Desmantelamiento: El debate en torno al INTA
El plan de modernización propuesto por el gobierno, aún con pocos detalles concretos, plantea la venta de tierras y edificios del INTA que no se consideran esenciales para la investigación y la producción. Según el vocero presidencial, Manuel Adorni, de las 116.000 hectáreas que posee el organismo, solo 45.000 se utilizan con fines productivos. Esto deja un margen de 71.000 hectáreas potencialmente disponibles para la venta, una cifra que ha generado preocupación en diversos sectores.
La justificación del gobierno se centra en la necesidad de optimizar recursos y eliminar gastos innecesarios. Se argumenta que el INTA ha incurrido en ineficiencias y desvíos de fondos hacia áreas no prioritarias. La venta de activos, según esta visión, permitiría al organismo concentrarse en sus funciones principales: la investigación y el desarrollo tecnológico para el sector agropecuario.
Sin embargo, críticos del plan advierten que la venta indiscriminada de tierras y edificios podría debilitar la capacidad del INTA para llevar a cabo sus investigaciones y brindar asistencia técnica a los productores. La pérdida de estaciones experimentales y laboratorios, argumentan, tendría un impacto negativo en la innovación y la transferencia de tecnología al campo.
Además, se cuestiona la falta de transparencia en el proceso de selección de los activos a la venta. La preocupación es que la decisión se base en criterios políticos o económicos a corto plazo, sin considerar el valor estratégico de las tierras y edificios para el desarrollo agropecuario a largo plazo.
El INTA y la agricultura familiar: ¿Un rol en discusión?
Otro punto de controversia es el rol del INTA en la agricultura familiar. El vocero presidencial minimizó la importancia de este sector, afirmando que el organismo se ha enfocado en temas “que nada tienen que ver con lo agrícola”. Esta declaración ha generado fuertes críticas, ya que el INTA históricamente ha brindado apoyo técnico y capacitación a pequeños productores, contribuyendo a su desarrollo y a la seguridad alimentaria del país.
La agricultura familiar, a diferencia de la producción extensiva, se caracteriza por su escala menor y su enfoque en la diversificación productiva. El INTA ha desarrollado tecnologías y prácticas adaptadas a las necesidades de este sector, como la agroecología y la producción de alimentos para autoconsumo. Desatender a este sector, advierten los especialistas, podría tener consecuencias negativas para la economía regional y la soberanía alimentaria.
Programas como Pro Huerta, que brinda asistencia técnica y semillas a familias de bajos recursos para la producción de alimentos en huertas familiares, demuestran el impacto social del INTA. Interrumpir o reducir estas iniciativas podría afectar la capacidad de miles de familias para acceder a una alimentación saludable.
La experiencia de otros países, como Brasil con su Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), demuestra la importancia de la inversión estatal en ciencia y tecnología para el desarrollo del sector agropecuario. Embrapa ha sido clave en la transformación de Brasil en una potencia agrícola mundial, gracias a sus investigaciones en áreas como biotecnología, mejoramiento genético y manejo de suelos.
El caso de la expansión del cultivo de trigo en Brasil, que le permitirá alcanzar el autoabastecimiento, es un ejemplo concreto del éxito de la colaboración entre el sector público y el privado en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías.
La inversión en ciencia y tecnología no debe verse como un gasto, sino como una inversión a largo plazo que genera riqueza y desarrollo. Un INTA fortalecido, con recursos adecuados y una clara orientación hacia la innovación, puede ser un motor fundamental para el crecimiento del sector agropecuario argentino.
¿Hacia dónde va el INTA? El futuro del agro argentino en juego
El futuro del INTA es incierto. El debate sobre su modernización ha puesto de manifiesto la necesidad de un diálogo profundo y transparente entre el gobierno, los productores, los investigadores y la sociedad en general. Se deben definir con claridad los objetivos y las prioridades del organismo, asegurando que la inversión en ciencia y tecnología se destine a áreas estratégicas para el desarrollo del país.
La eficiencia en el gasto público es fundamental, pero no debe confundirse con recortes indiscriminados que afecten la capacidad del Estado para impulsar la innovación y el desarrollo. El INTA, con su larga trayectoria y su presencia en todo el territorio nacional, tiene un potencial enorme para contribuir al crecimiento del sector agropecuario y al bienestar de la sociedad. Es crucial que las decisiones que se tomen en el presente no comprometan su futuro.