Argentina, una vez más, se encuentra en una encrucijada económica. La reciente apreciación del peso frente al dólar ha generado un fenómeno conocido como “efecto riqueza”, impulsando el consumo de bienes dolarizados y durables. Sin embargo, este auge consumista plantea interrogantes sobre su sostenibilidad y sus posibles consecuencias a largo plazo. ¿Estamos ante un espejismo de prosperidad o una bomba de tiempo a punto de estallar?
El dólar barato y la ilusión de la riqueza
Tras el shock inflacionario de finales de 2023 y principios de 2024, los argentinos han experimentado una recuperación en sus ingresos nominales. Esta mejora, sumada a una brecha cambiaria reducida y un mayor acceso al crédito, ha impulsado la demanda de autos, motos, inmuebles y viajes al exterior. La sensación de tener más dinero en el bolsillo se traduce en un mayor consumo, especialmente de aquellos bienes que históricamente han funcionado como reserva de valor frente a la inflación.
Este fenómeno no es nuevo en Argentina. Los ciclos de “dólar barato” suelen ir acompañados de un auge consumista que, en el pasado, ha terminado abruptamente con devaluaciones y crisis económicas. La pregunta clave es si esta vez será diferente.
Indicadores de un consumo en alza
Diversos indicadores económicos confirman el auge del consumo. Las ventas de automóviles han repuntado en los últimos meses, luego de fuertes caídas a principios de año. El mercado de motos también muestra un crecimiento sostenido, consolidándose como una alternativa accesible de transporte. El sector inmobiliario, por su parte, ha experimentado un importante dinamismo, con un aumento significativo en la cantidad de escrituras e hipotecas.
El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) de la Universidad Torcuato Di Tella refleja este optimismo. El subíndice de Bienes Durables e Inmuebles ha mostrado una notable recuperación, indicando una mayor predisposición de los consumidores a realizar compras importantes.
Quizás el dato más revelador sea el aumento del consumo con tarjeta de crédito en moneda extranjera, principalmente en el exterior. Este indicador se acerca a los niveles récord de 2017/18, cuando el déficit por turismo y consumos en el exterior superó los U$S 10.700 millones anuales.
Salarios en dólares: una mejora efímera
Si bien los salarios medidos en dólares han experimentado un incremento considerable en los últimos meses, aún se encuentran lejos de los niveles registrados en años anteriores. El salario promedio en dólares actual, aunque superior al de países como Brasil, Chile o México, es inferior al de Uruguay y significativamente menor a los picos históricos de Argentina.
Esta mejora salarial en dólares, aunque real, puede ser engañosa. La inflación, aunque en descenso, continúa erosionando el poder adquisitivo de los argentinos. Además, el aumento del consumo en dólares genera una mayor demanda de divisas, lo que podría presionar al alza el tipo de cambio en el futuro.
¿Sostenibilidad o crisis en el horizonte?
El “efecto riqueza” en dólares plantea un dilema para la economía argentina. Por un lado, impulsa el consumo y la actividad económica en el corto plazo. Por otro lado, genera un déficit en la cuenta corriente del balance de pagos, lo que podría derivar en una escasez de dólares y una eventual devaluación.
La sostenibilidad de este modelo depende, en gran medida, de la capacidad del Banco Central para acumular reservas y del ingreso de capitales financieros al país. El blanqueo de capitales y la emisión de deuda en dólares por parte de empresas privadas han permitido al BCRA recomponer sus reservas en los últimos meses. Sin embargo, la continuidad de este flujo de capitales no está garantizada.
La confianza en el programa económico del gobierno y la estabilidad política serán cruciales para atraer inversiones y mantener el equilibrio externo. De lo contrario, el “efecto riqueza” podría transformarse en una bomba de tiempo, con consecuencias negativas para la economía argentina.
En resumen, el actual auge consumista en Argentina es un fenómeno complejo con aristas positivas y negativas. Si bien el aumento del consumo dinamiza la economía en el corto plazo, su sostenibilidad a largo plazo es incierta. La evolución del tipo de cambio, las reservas del Banco Central y la confianza en la política económica serán determinantes para definir si el “efecto riqueza” se convierte en una verdadera oportunidad de crecimiento o en una nueva crisis.
En este contexto de incertidumbre, la prudencia y la planificación a largo plazo son fundamentales. El Gobierno debe implementar políticas que promuevan la inversión productiva, la generación de empleo genuino y la estabilidad macroeconómica. Solo así se podrá evitar que el actual auge consumista se transforme en un espejismo que desvanezca rápidamente, dejando tras de sí una economía aún más vulnerable.