Si hay algo que nos gusta a los argentinos, además del asado y el fútbol, es irnos de vacaciones a Brasil. Playas paradisíacas, caipirinhas al atardecer y esa sensación de que la vida es más sabrosa al ritmo de la bossa nova… ¿Quién se puede resistir? Pero este año, algo cambió. La noticia que corrió como reguero de pólvora en los grupos de WhatsApp y las redes sociales es que Brasil está… ¡barato! Sí, como leen. Y del otro lado del mostrador, Argentina, con sus precios dolarizados, parece un lujo asiático hasta para los propios argentinos.
El peso argentino, ¿un peso pesado para el bolsillo?
Para entender este fenómeno, hay que hablar de tipos de cambio. En criollo, de cuánto vale nuestra moneda en comparación con la de otros países. Y acá es donde la cosa se pone interesante. Resulta que el peso argentino, en relación con el real brasileño, está más fuerte que nunca en los últimos años. O sea, se necesita menos pesos para comprar reales. Esto, que a simple vista podría parecer una buena noticia, esconde una trampa para la economía argentina.
Para ponerlo en perspectiva, imaginen que en 2017, cuando Argentina estaba “cara” (léase: el dólar estaba barato), el tipo de cambio real entre ambos países era de 100. Hoy, ese número para Argentina es de 90, mientras que para Brasil está en 130. En otras palabras, mientras que el peso se “apreció” (o sea, se fortaleció) un 10%, el real se “depreció” (se debilitó) un 30%. ¿Resultado? Brasil está más barato para los argentinos, y Argentina está más cara para los brasileños (y para el mundo).
El impacto en el comercio bilateral: ¿una bomba de tiempo?
Ahora bien, ¿qué significa esto para el comercio entre ambos países? Brasil es nuestro principal socio comercial, y esta diferencia en el valor de las monedas tiene un impacto directo en lo que compramos y vendemos. Un peso apreciado hace que las importaciones desde Brasil sean más baratas, mientras que nuestras exportaciones se vuelven más caras para ellos.
En principio, esto podría sonar bien para el consumidor argentino, que accede a productos brasileños a menor precio. Sin embargo, el problema es que esta situación desalienta las exportaciones argentinas y fomenta las importaciones, generando un déficit comercial: compramos más de lo que vendemos. Y esto, a la larga, es insostenible.
Para colmo, el déficit comercial actual con Brasil está “artificialmente” contenido por el famoso “impuesto país”, una medida temporal que encarece las importaciones. ¿Qué pasará cuando este impuesto desaparezca a fines de 2024? La respuesta es simple: el déficit comercial con Brasil podría explotar, poniendo aún más presión sobre el tipo de cambio.
Lecciones del pasado: la historia se repite
No es la primera vez que Argentina se enfrenta a una situación similar. A fines de los 90, la diferencia cambiaria entre ambos países, sumada a otros factores, llevó a una crisis que terminó con la convertibilidad y en una profunda recesión. Hoy, el escenario es diferente, pero las señales de alerta están encendidas.
La gran pregunta es si el gobierno actual tomará medidas para corregir este desequilibrio cambiario. Mantener un dólar estable puede ser políticamente atractivo en el corto plazo, pero si esto implica un tipo de cambio apreciado que perjudica la economía, las consecuencias pueden ser graves.
Mientras tanto, el verano se acerca, y muchos argentinos seguirán disfrutando de las playas brasileñas a precios irresistibles. Pero detrás de esa alegría vacacional, se esconde una realidad económica que podría amargarnos la fiesta a todos. Es hora de prestar atención a las señales y exigir políticas que promuevan un desarrollo económico sostenible, sin poner en riesgo el futuro del país.
El Mercosur: ¿unión aduanera o desencuentro macroeconómico?
El Mercosur, como unión aduanera, se basa en la libre circulación de bienes y servicios entre sus miembros, lo que implica la eliminación de aranceles internos. Sin embargo, esta integración comercial se ve amenazada cuando existen fuertes desequilibrios macroeconómicos entre los países miembros, como es el caso actual entre Argentina y Brasil.
La falta de armonización de políticas macroeconómicas dentro del Mercosur ha sido una constante a lo largo de su historia. La divergencia en las políticas cambiarias, fiscales y monetarias de los países miembros genera distorsiones en el comercio bilateral y dificulta la integración regional. El caso del tipo de cambio entre Argentina y Brasil es un claro ejemplo de cómo estas diferencias pueden afectar el comercio y la economía de ambos países.