El nombramiento de Scott Bessent, un reconocido trader con un historial de apuestas audaces en los mercados financieros, como secretario del Tesoro de Donald Trump, ha reavivado el debate sobre la creciente influencia de Wall Street en las decisiones políticas y económicas. Este fenómeno, que también se observa en Argentina con la llegada de figuras del mercado financiero a puestos clave del gobierno de Javier Milei, plantea interrogantes sobre si los traders, con su enfoque en la especulación y las ganancias a corto plazo, son los más adecuados para dirigir la economía de un país.
Scott Bessent: el trader que quebró un banco central
A los 29 años, Bessent, trabajando para el magnate George Soros, orquestó una de las jugadas más audaces de la historia financiera: apostar contra la libra esterlina en 1992. La operación, conocida como “el miércoles negro”, forzó al Banco de Inglaterra a abandonar el Mecanismo Europeo de Cambio y generó ganancias millonarias para los especuladores. Este episodio no solo catapultó a Bessent a la fama, sino que también ilustró el poder de los mercados financieros para influir en las políticas nacionales.
La estrategia de Bessent, conocida como “shortear”, consiste en apostar a la baja de un activo. En el caso de la libra esterlina, Bessent y Soros pidieron prestadas grandes cantidades de libras, las vendieron por dólares y esperaron a que la moneda británica se devaluara. Cuando esto ocurrió, recompraron libras a un precio menor, devolvieron el préstamo y se quedaron con la diferencia como ganancia. “Pusimos al banco contra la pared”, declaró Bessent años después.
Bessent no se limitó a la libra esterlina. Repitió la jugada en Japón una década después y, más recientemente, apostó contra la rápida desinflación en Estados Unidos, acertando nuevamente. Su habilidad para identificar vulnerabilidades y desequilibrios en las economías nacionales lo convirtió en un inversor exitoso y en una figura controvertida.
Su nombramiento en el Tesoro de Trump no es casualidad. El expresidente, al igual que Milei en Argentina, considera el tipo de cambio como una variable crucial para sus planes económicos. Para Milei, el dólar impacta en la inflación; para Trump, es una herramienta contra la “manipulación” china. Un trader en el Tesoro, según esta lógica, podría ser la clave para controlar estas variables.
¿Expertos en finanzas o en gestión pública?
La llegada de figuras como Bessent al poder plantea una pregunta fundamental: ¿son los traders, con su mentalidad cortoplacista y su enfoque en la especulación, los más indicados para gestionar la economía de un país? Si bien su conocimiento de los mercados financieros es innegable, sus críticos argumentan que carecen de la visión a largo plazo y la sensibilidad social necesarias para tomar decisiones que beneficien al conjunto de la población.
John Maynard Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, sostenía que en economía no hay leyes, sino consecuencias. Esta idea es crucial para entender cómo reaccionan los mercados, especialmente los de deuda, ante las decisiones políticas. Bessent, según se dice, era un experto en el “efecto mariposa”: comprender cómo una decisión en un punto del globo puede generar consecuencias imprevistas en otro.
José Luis Daza, viceministro de Economía durante la gestión de Luis Caputo en Argentina, también proviene del mundo de las finanzas. Su experiencia en Wall Street, analizando crisis en países emergentes, le permitió, según él, comprender la “función de reacción” del mercado ante una devaluación. Tanto para Caputo como para Bessent, enviar un mensaje claro a los mercados en materia fiscal es clave para reducir el costo de la deuda.
El desafío de gobernar: más allá de los números
La tentación de creer que todas las variables económicas son controlables es grande, especialmente para quienes vienen de un mundo donde los números y las estadísticas son la clave del éxito. Bessent, politólogo de Yale, y Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal y Premio Nobel de Economía, son ejemplos de figuras con sólida formación académica que se enfrentaron a la complejidad de la gestión pública. Sin embargo, ambos reconocieron los límites del conocimiento teórico en el mundo real.
Bernanke, quien aplicó nociones de Historia Económica para enfrentar la crisis de 2008, subrayó la importancia de las habilidades personales y la capacidad para lidiar con la política en la gestión pública. “En el Gobierno hace falta habilidades personales y lidiar con la política mientras que cuando uno es académico se desempeña por sí mismo y en un pizarrón”, dijo Bernanke sobre la diferencia entre las aulas y los pasillos del poder. El Tesoro de EE.UU., con sus casi 100.000 empleados, es un ejemplo de la complejidad de la burocracia estatal.
Robert Rubin, secretario del Tesoro durante la presidencia de Bill Clinton y también proveniente de Wall Street, coincidió con Bernanke en la importancia del liderazgo político para generar confianza en los mercados. Rubin, artífice de la reducción del déficit fiscal en los 90, destacó el rol clave de Clinton en enviar un mensaje claro de austeridad.
La historia de los secretarios del Tesoro de Estados Unidos muestra una alternancia entre figuras del sector real de la economía, como Paul O’Neill y John Snow durante la presidencia de George W. Bush, y figuras de las finanzas, como Rubin, Tim Geithner y ahora Bessent. Este péndulo refleja la tensión permanente entre la necesidad de conocimiento técnico y la capacidad de gestión política en la conducción de la economía.
El debate sobre la idoneidad de los traders para ocupar cargos públicos en el ámbito económico no tiene una respuesta sencilla. Si bien su experiencia en los mercados financieros puede ser valiosa, la gestión pública exige mucho más que un manejo hábil de los números. La capacidad para construir consensos, negociar con diferentes actores y comprender las complejidades sociales son tan importantes como el conocimiento técnico. En última instancia, el éxito o el fracaso de figuras como Bessent dependerá de su capacidad para trascender la lógica del mercado y abrazar la complejidad de la gestión pública, entendiendo que la economía no es un juego de suma cero, sino una herramienta para el desarrollo y el bienestar social.