Córdoba y Uruguay, dos territorios separados por la geografía pero unidos por la historia, la cultura y una singular rivalidad con Buenos Aires. Esta hermandad, forjada en las luchas por la independencia y la construcción de la identidad nacional, se manifiesta en sorprendentes similitudes que van más allá de lo anecdótico. Dimensiones geográficas, población, perfil productivo, idiosincrasia y cultura: una serie de paralelismos que invitan a explorar la profunda conexión entre la provincia mediterránea y la nación oriental.
Similitudes que asombran: un espejo a través del Río de la Plata
Las similitudes entre Córdoba y Uruguay son asombrosas. Con una superficie y población casi idénticas, ambas regiones comparten una matriz productiva basada en la agricultura y la ganadería. La cultura gauchesca, con sus tradiciones, música y costumbres, encuentra un terreno fértil en ambos lados del Río de la Plata. Pero más allá de estos paralelismos evidentes, existe una conexión más profunda, un sentimiento compartido de identidad que se nutre de una historia entrelazada y una particular relación con Buenos Aires.
La rivalidad con el puerto de Buenos Aires, históricamente el centro político y económico del país, ha sido un factor clave en la construcción de la identidad cordobesa y uruguaya. La búsqueda de autonomía, la defensa del federalismo y la resistencia a la hegemonía porteña son elementos comunes que han unido a ambas regiones a lo largo de la historia.
La Liga de los Pueblos Libres: un sueño federal que unió a Córdoba y Uruguay
Uno de los episodios más significativos de esta hermandad es la participación de Córdoba en la Liga de los Pueblos Libres, liderada por José Gervasio Artigas. Este movimiento, que buscaba una confederación de provincias autónomas, unió por un breve período a Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Misiones y la Banda Oriental (Uruguay) en un proyecto común que desafiaba el centralismo porteño.
En 1815, el gobernador cordobés José Javier Díaz, elegido por el pueblo a través del Cabildo, declaró la separación de Córdoba del gobierno de Buenos Aires y se colocó bajo la protección de Artigas. Este acto, de gran simbolismo, reflejaba la adhesión de Córdoba a los ideales federales y la búsqueda de una organización política que reconociera la autonomía de las provincias.
Bajo el liderazgo de Díaz, Córdoba firmó dos veces la declaración de independencia: en el Congreso de Oriente en 1815 y en el Congreso de Tucumán en 1816, convirtiéndose en la única provincia en hacerlo. Este hecho singular subraya la importancia del ideario artiguista en la construcción de la identidad cordobesa y su compromiso con un modelo federal.
Del lado oriental, la Banda Oriental también vivía un proceso de efervescencia política. Tras años de lucha contra el dominio español y portugués, finalmente en 1825 Uruguay declaró su independencia, consolidando así el sueño artiguista de una nación libre y soberana.
El legado de Artigas: la semilla del federalismo en Córdoba
El proyecto artiguista, aunque efímero, dejó una huella profunda en la historia política de Córdoba. Sus ideas federales, que promovían la autonomía provincial y la distribución equitativa del poder, calaron hondo en el pensamiento político cordobés. Figuras como Juan Bautista Bustos, el primer gobernador constitucional de Córdoba, y José María Paz, aunque posteriormente unitario, se vieron influenciados por el ideario artiguista.
La influencia de Artigas se extendió más allá del ámbito político. La reforma agraria propuesta por el Protector, aunque resistida por algunos sectores, sentó las bases para una distribución más justa de la tierra y la inclusión social de los sectores marginados. Este principio, fundamental en el pensamiento artiguista, resonó con fuerza en una Córdoba que buscaba romper con las estructuras heredadas del período colonial.
Un símbolo de esta conexión histórica es el sable obsequiado por el gobernador Díaz a Artigas en 1815, hoy en el Museo Histórico Nacional de Uruguay. Su réplica, entregada por las Fuerzas Armadas Uruguayas a Córdoba en 1955, se exhibe en la Estancia de Caroya, testimonio tangible de la hermandad entre ambas regiones.
La tradición jesuita: un legado común que trasciende fronteras
Otro elemento fundamental en la hermandad entre Córdoba y Uruguay es la herencia jesuita. Ambas regiones fueron escenario de la labor evangelizadora y educativa de la Compañía de Jesús, dejando un legado cultural e intelectual que perdura hasta nuestros días. La Universidad Nacional de Córdoba, la primera de la región, y la Universidad de la República en Uruguay, son ejemplos de la influencia jesuita en la formación de las élites intelectuales y la promoción del conocimiento.
La Estancia de Caroya, en Córdoba, tras la expulsión de los jesuitas, se transformó en una fábrica de armas para los ejércitos independentistas. Este lugar, símbolo de la resistencia al dominio español, se convirtió en un punto de encuentro entre las ideas de libertad que se gestaban en Córdoba y el proyecto artiguista que se expandía por la Banda Oriental.
La expulsión de los jesuitas, ordenada por la Corona Española en 1767, marcó un punto de inflexión en la historia de América Latina. Sin embargo, el legado de la orden religiosa, especialmente en el ámbito educativo, perduró en instituciones como la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad de la República en Uruguay, que se convirtieron en centros de formación para las nuevas generaciones de líderes.
El monumento a Artigas en Córdoba: un símbolo con historia propia
La estatua de Artigas en el parque Sarmiento de Córdoba, una réplica de la que se encuentra en Montevideo, es un símbolo de la hermandad entre Córdoba y Uruguay, pero también un reflejo de las tensiones políticas que marcaron la historia argentina. Su largo derrotero, desde su llegada a Córdoba en la década de 1940 hasta su inauguración en 1955, estuvo marcado por la censura, el ocultamiento y la controversia.
El monumento, obra del escultor José Luis Zorrilla de San Martín, padre de la actriz China Zorrilla, fue objeto de disputas políticas que reflejaban la compleja relación entre el artiguismo, el peronismo y los sectores antiperonistas. Su inauguración, en el contexto de la autodenominada “Revolución Libertadora”, representó un acto de reivindicación del ideario federal y la figura de Artigas.