En un mundo obsesionado con lo inmediato, con el rédito rápido y el consumo voraz, dos científicas argentinas alzan la voz desde el corazón para recordarnos la importancia de la ciencia, la educación y el bien común. En una carta abierta, comparten sus vivencias, sus motivaciones y la profunda convicción que las impulsa a dedicar sus vidas a la investigación en el CONICET, la institución pública que nuclea a la mayor parte de los científicos en Argentina.
Un llamado a la empatía: la ciencia desde el corazón
Lejos de las frías estadísticas y los tecnicismos académicos, estas científicas nos invitan a conectar con la esencia humana que late detrás de cada descubrimiento. Con una prosa poética y emotiva, describen sus trayectorias, marcadas por el esfuerzo, la pasión por el conocimiento y un profundo compromiso con el país. Su formación en la universidad pública, el sacrificio personal que implica la carrera científica y la satisfacción de contribuir al bienestar colectivo se entrelazan en un relato que conmueve e interpela.
“Elegimos un camino escarpado, lleno de sacrificio, de entrega, de frustración… con pocos logros personales más allá de la satisfacción del ‘descubrimiento’ cada tanto…”, confiesan. Y en esa confesión, desnudan la verdadera vocación del científico: la búsqueda incansable del conocimiento, no por la fama o la fortuna, sino por la profunda convicción de que es la llave para un futuro mejor.
Generar conocimiento es como plantar un árbol. A vos te toca el esfuerzo de regarlo, cuidarlo… Con suerte, vas a verlo florecer, pero seguramente serán otros los que van a poder sentarse bajo su copa.
La metáfora del árbol resume la esencia de su mensaje: la ciencia es una inversión a largo plazo, un legado para las futuras generaciones. Un acto de generosidad que trasciende lo individual y se proyecta hacia el bien común. Así como un árbol tarda años en dar frutos, la investigación científica requiere tiempo, dedicación y recursos para generar resultados que transformen la realidad.
Más allá del laboratorio: el compromiso social de la ciencia
Estas científicas rompen con el estereotipo del investigador aislado en su laboratorio, ajeno a las problemáticas sociales. “La inmensa mayoría de nosotros somos muy conscientes de las necesidades y problemáticas de nuestro país, y es por eso justamente que elegimos trabajar donde lo hacemos”, afirman. Su trabajo en el CONICET no es una tarea individualista, sino una forma de contribuir al desarrollo del país, aportando soluciones a problemas concretos en áreas como la salud, el medio ambiente y la producción de alimentos.
Conscientes de la complejidad de los desafíos que enfrenta Argentina, las autoras de la carta hacen un llamado a la inversión en ciencia, educación y a la construcción de una sociedad basada en el conocimiento, la justicia y la solidaridad. “No es con menos cabezas dedicadas a pensar soluciones, ni con menos educación superior accesible a la ciudadanía, que vamos a resolver estos desafíos en el mundo real”, advierten. Su mensaje es un llamado a la acción, una invitación a repensar las prioridades como nación y a apostar por un futuro donde el conocimiento sea el motor del progreso.
En un contexto donde la inversión en ciencia y tecnología suele ser relegada a un segundo plano, la carta de estas dos científicas adquiere una significación especial. No se trata solo de un alegato a favor de la ciencia, sino de una defensa apasionada del conocimiento como herramienta para la construcción de una sociedad más justa, equitativa y sostenible. Es una invitación a reflexionar sobre el papel de la ciencia en la construcción de un futuro mejor para todos los argentinos.
El futuro se escribe con conocimiento: una apuesta por la esperanza
En un país donde la brecha entre la ciencia y la sociedad a veces parece insalvable, estas dos científicas tienden un puente con sus palabras. Nos muestran que la ciencia no es una torre de marfil, sino un espacio de creación, de compromiso y de profunda humanidad. Su carta es un canto a la esperanza, una invitación a creer en un futuro donde el conocimiento, la educación y el bien común sean los pilares de una Argentina mejor.
“Debemos mover las velas buscando el viento que nos conduzca hacia un futuro de encuentro, de respeto, de diversidad, de paz, de diálogo, de conocimiento… Un futuro donde protejamos los bienes comunes que sustentan el bienestar de todos”, concluyen. Un mensaje que resuena con fuerza en estos tiempos turbulentos, recordándonos que el camino hacia un futuro más justo y próspero se construye con conocimiento, con empatía y con la convicción de que no todo está perdido.
La carta de estas científicas es un llamado a la reflexión, una invitación a repensar el valor de la ciencia en la sociedad argentina. Es un recordatorio de que el conocimiento no es un lujo, sino una necesidad fundamental para el desarrollo del país y el bienestar de todos sus habitantes. En un mundo cada vez más complejo e incierto, la ciencia, guiada por la ética y el compromiso social, se presenta como una herramienta indispensable para construir un futuro mejor.
En sus palabras finales, las investigadoras nos invitan a sumarnos a la construcción de un futuro mejor, donde la esperanza, el conocimiento, y el compromiso con el bien común iluminen el camino. Es un llamado a no claudicar en la lucha por una Argentina más justa, un país donde el conocimiento, el arte y la reflexión sean valores compartidos que iluminen el camino hacia el bienestar de todos los argentinos.