Desde los Altos del Golán, un territorio sirio ocupado por Israel desde 1967, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, celebró la caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria como un “día histórico en Oriente Medio”. Esta declaración, realizada durante una visita a las tropas israelíes desplegadas en la frontera, no solo refleja la profunda enemistad entre ambos países, sino que también abre un nuevo capítulo en la compleja geopolítica de la región. La caída de Assad, un aliado clave de Irán, ha sido interpretada por Netanyahu como una victoria estratégica para Israel, pero también como una fuente potencial de nuevas amenazas.
Un enemigo menos, un futuro incierto
Para Netanyahu, la desaparición del régimen de Assad representa el desmoronamiento de un “eslabón central en el eje del mal de Irán”. Esta visión, que alinea a Siria, Irán y grupos como Hezbollah como una amenaza existencial para Israel, ha sido la base de la política exterior israelí durante décadas. La caída de Assad, en este contexto, se presenta como una oportunidad para debilitar la influencia iraní en la región y fortalecer la seguridad de Israel.
Sin embargo, la euforia inicial da paso a la cautela. El vacío de poder dejado por Assad podría ser llenado por grupos islamistas o pro-turcos, con los que Israel no tiene una relación precisamente amistosa. Esta incertidumbre obliga a Israel a replantear su estrategia en la región y a prepararse para potenciales escenarios de conflicto. “No permitiremos que ninguna fuerza hostil se establezca en nuestra frontera”, afirmó Netanyahu, en una clara advertencia a los nuevos actores que emergen en el escenario sirio.
Reforzando la frontera: una respuesta a la incertidumbre
Ante la inestabilidad en Siria, Israel ha respondido con un despliegue militar en la frontera. El Ejército israelí ha reforzado su presencia en los Altos del Golán, ocupando posiciones dentro de la “zona de amortiguación” establecida en 1974 tras la Guerra de Yom Kippur. Esta zona desmilitarizada, que durante décadas ha servido como un colchón entre ambos países, ahora se convierte en un punto estratégico para Israel, que busca evitar la infiltración de grupos hostiles en su territorio.
La decisión de ocupar la zona de amortiguación no ha estado exenta de controversia. Siria ha condenado la acción como una violación del acuerdo de separación de fuerzas, mientras que la comunidad internacional ha expresado su preocupación por la escalada de tensiones en la región. Sin embargo, para Israel, se trata de una medida necesaria para garantizar su seguridad en un momento de alta incertidumbre. El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, ha afirmado que “estamos decididos a no volver a la situación del 6 de octubre”, en referencia a la Guerra de Yom Kippur, que tomó por sorpresa a Israel en 1973.
Oportunidades y riesgos: un delicado equilibrio
La caída de Assad presenta a Israel con un dilema estratégico. Por un lado, la desaparición de un enemigo declarado abre la posibilidad de reconfigurar las alianzas en la región y avanzar hacia una mayor estabilidad. Netanyahu ha extendido una “mano de la paz” a los drusos, kurdos, cristianos y musulmanes sirios que “quieren vivir en paz con Israel”, en un intento por construir nuevas relaciones con las comunidades que ahora buscan un futuro diferente.
Por otro lado, la fragmentación de Siria y el auge de grupos extremistas representan un riesgo considerable para la seguridad israelí. La posibilidad de que estos grupos se establezcan en la frontera o lancen ataques contra Israel es una preocupación real para el gobierno de Netanyahu. El desafío para Israel será encontrar un equilibrio entre la búsqueda de oportunidades y la gestión de riesgos en un entorno altamente volátil.
El futuro de la región: una incógnita
La caída de Assad es un evento sísmico que tendrá profundas consecuencias para el futuro de Oriente Medio. El equilibrio de poder en la región se ha alterado, y las alianzas tradicionales están siendo redefinidas. Para Israel, este nuevo escenario presenta tanto oportunidades como desafíos. La posibilidad de debilitar a Irán y construir nuevas relaciones con las comunidades sirias es una perspectiva atractiva, pero la amenaza de grupos extremistas y la incertidumbre geopolítica son factores que no se pueden ignorar.
En los próximos meses, será crucial observar cómo evoluciona la situación en Siria y cómo Israel se adapta a este nuevo contexto. La respuesta de la comunidad internacional, la consolidación de las nuevas fuerzas en Siria y las decisiones estratégicas de Israel serán determinantes para el futuro de la región. El “día histórico” que celebra Netanyahu podría ser el preludio de una era de mayor estabilidad o de un nuevo ciclo de conflictos. Solo el tiempo lo dirá.