La reciente solicitud de Bielorrusia a Rusia para el despliegue del sistema de misiles balísticos Oreshnik en su territorio ha generado una nueva ola de preocupación en Europa. Este sistema de armas, de alta precisión y con un poder destructivo comparable al de un ataque nuclear según el propio presidente ruso, Vladimir Putin, se presenta como un elemento disuasorio ante la creciente tensión con la OTAN. Sin embargo, su posible emplazamiento en Bielorrusia plantea interrogantes sobre las intenciones reales de Rusia y las consecuencias para la estabilidad regional.
Lukashenko: entre la amenaza de la OTAN y la dependencia de Rusia
El presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, ha justificado la solicitud argumentando la necesidad de contrarrestar la amenaza que representa el despliegue de tropas de la OTAN en las fronteras de Polonia y Lituania. Lukashenko ha expresado públicamente su preocupación por la situación, calificándola de “muy tensa” y ha asegurado que el sistema Oreshnik serviría como un “efecto tranquilizador” para aquellos que buscan un enfrentamiento con Bielorrusia.
Sin embargo, la petición de Lukashenko también evidencia la creciente dependencia de Bielorrusia de Rusia en materia de seguridad. Desde las protestas masivas de 2020, que pusieron en jaque su liderazgo, Lukashenko se ha apoyado en el Kremlin para mantener su control sobre el poder. Este acercamiento ha incluido la firma de acuerdos militares y la aceptación del despliegue de armas nucleares tácticas rusas en territorio bielorruso. La solicitud del Oreshnik se inscribe en esta línea de cooperación militar, pero también refuerza la posición de Bielorrusia como un estado satélite de Rusia.
La justificación de Lukashenko sobre la amenaza de la OTAN también es cuestionable. Si bien la Alianza Atlántica ha reforzado su presencia en Europa del Este en respuesta a la invasión rusa de Ucrania, no hay indicios de que Polonia o Lituania tengan intenciones ofensivas contra Bielorrusia. La retórica belicista de Lukashenko parece más bien una estrategia para justificar su alianza con Rusia y desviar la atención de los problemas internos que enfrenta su régimen.
El Oreshnik: un misil con capacidad nuclear… sin ser nuclear
El sistema de misiles Oreshnik, también conocido como Iskander-M, es un arma de alta precisión con un alcance de hasta 500 kilómetros. Según Putin, su capacidad destructiva es comparable a la de un arma nuclear, pero sin generar contaminación radiactiva. Esta característica lo convierte en un arma especialmente peligrosa, ya que su uso podría no estar sujeto a las mismas restricciones que las armas nucleares tradicionales.
El Oreshnik es un misil balístico móvil, lo que dificulta su detección y destrucción. Su ojiva convencional puede ser reemplazada por una ojiva nuclear, lo que aumenta su potencial disuasorio. Su despliegue en Bielorrusia significaría que importantes ciudades europeas, incluyendo Varsovia, Berlín y Vilnius, estarían dentro de su alcance, lo que altera significativamente el equilibrio de poder en la región.
Expertos militares señalan que el Oreshnik está diseñado para atacar objetivos de alto valor estratégico, como bases militares, centros de comando y control, e infraestructuras críticas. Su alta precisión y su capacidad para penetrar sistemas de defensa antimisiles lo convierten en una amenaza seria para la seguridad de los países vecinos.
Putin: el juego geopolítico del Kremlin
La respuesta de Putin a la solicitud de Lukashenko ha sido cautelosa, pero no negativa. El presidente ruso ha indicado que el despliegue del Oreshnik en Bielorrusia podría comenzar en la segunda mitad de 2025, una vez que la producción en serie del misil esté en marcha. Esta demora podría deberse a cuestiones técnicas, pero también podría ser una estrategia para mantener la presión sobre la OTAN y evaluar la reacción de Occidente.
El interés de Rusia en desplegar el Oreshnik en Bielorrusia va más allá de la simple cooperación militar con su aliado. Se trata de una jugada geopolítica que busca fortalecer la presencia rusa en Europa del Este y contrarrestar la influencia de la OTAN. Al colocar misiles de alta precisión cerca de las fronteras de la Alianza, Rusia aumenta su capacidad de proyección de poder y envía un mensaje claro de disuasión.
La decisión de desplegar armas nucleares tácticas en Bielorrusia, tomada a principios de 2023, ya había generado una fuerte condena por parte de la OTAN y de la Unión Europea. La posible llegada del Oreshnik no hará sino aumentar la tensión y podría desencadenar una nueva carrera armamentista en la región.
Algunos analistas consideran que la estrategia de Putin es la de aumentar la tensión para forzar una negociación con Occidente en términos favorables a Rusia. El Kremlin busca el reconocimiento de su esfera de influencia en Europa del Este y garantías de seguridad para sus fronteras. El despliegue de armas de alta precisión como el Oreshnik es una forma de presionar a la OTAN y a la Unión Europea para que accedan a sus demandas.
¿Un nuevo capítulo en la Guerra Fría?
La solicitud de Bielorrusia para el despliegue del Oreshnik y la respuesta de Rusia marcan un nuevo punto de inflexión en las relaciones entre Rusia y Occidente. La creciente militarización de la frontera entre Bielorrusia y los países de la OTAN recuerda a los momentos más tensos de la Guerra Fría, cuando Europa estaba dividida en dos bloques armados hasta los dientes.
La posibilidad de un conflicto armado directo entre Rusia y la OTAN sigue siendo remota, pero la escalada de tensiones aumenta el riesgo de incidentes y malentendidos que podrían desencadenar una confrontación no deseada. La falta de diálogo y la desconfianza mutua entre las partes dificultan la búsqueda de una solución pacífica a la crisis.
La comunidad internacional debe actuar con cautela y buscar una salida diplomática a la crisis. El diálogo, la reducción de armamentos y la construcción de confianza son esenciales para evitar una nueva Guerra Fría en Europa.
El futuro de la seguridad en Europa dependerá de la capacidad de las partes para superar la lógica de la confrontación y encontrar un camino hacia la cooperación y la coexistencia pacífica.