¿Cómo puede un ‘chiste’ sobre burundanga resonar tan fríamente en un país donde la violencia sexual es una herida abierta? Ari Paluch, despedido tras comentarios escalofriantes sobre drogar a una colega, reaparece envuelto en un misticismo barato, hablando de ‘karma’. ¿Es esto un insulto a las víctimas, una burla a la justicia, o simplemente la desconexión total de un hombre que nunca entendió la gravedad de sus palabras?
El exconductor, alguna vez una figura prominente de los medios, hoy personifica la impunidad moral. Su ‘resurgimiento’ en redes sociales, lejos de mostrar contrición, exuda un autoengaño que revictimiza a quienes sufrieron el eco de sus ‘bromas’. ¿Dónde está la autocrítica? ¿Dónde el reconocimiento del daño causado?
La banalización del horror
Los comentarios de Paluch no fueron meros ‘chistes’. Fueron una minimización de la violencia sexual, una trivialización del terror que viven miles de mujeres. Al preguntar sobre la facilidad de conseguir burundanga y fantasear con drogar a una compañera, Paluch no solo demostró una falta de respeto alarmante, sino que contribuyó a perpetuar una cultura de la violación donde el cuerpo de la mujer es un objeto de consumo y dominación.
Recordemos el infame episodio. Durante un pase con Beto Casella, Paluch, dirigiéndose a la locutora Noelia Corral, preguntó: ‘¿Tan fácil es conseguir burundanga? […] Es linda esa chica. Entonces, podemos arreglar. Vamos y vamos. Una mañana le ponemos en el vaso con agua’. La incomodidad era palpable, la propia hija de Paluch intentó frenarlo. Pero él insistió: ‘¿Pero no hay un nivel de burundanga chiquitito? ¿Que te da un besito?’.
“Si este hombre dice semejante bestialidad en una radio frente a su hija, no me quiero imaginar cómo incomoda a las mujeres en la intimidad” – Sabrina Rojas.
La reacción no tardó en llegar. El Grupo Alpha Media rescindió su contrato ante la indignación pública. Paluch se disculpó por su ‘chiste imprudente’, pero la tibieza de sus palabras solo atizó el fuego de la polémica.
El ‘karma’ como coartada
Tras un silencio forzado, Paluch reapareció en Instagram con mensajes crípticos sobre el ‘karma’ y el ‘aprendizaje a través del sufrimiento’. ¿Es esta una forma de evadir su responsabilidad, de diluir su culpa en un mar de misticismo barato? ¿Cree Paluch que unas cuantas frases de autoayuda bastan para borrar el daño causado?
La desconexión es evidente. Reducir sus comentarios a un ‘chiste’ y luego invocar al ‘karma’ como justificación es una muestra de una alarmante falta de conciencia. ¿Cómo puede pretender empatía cuando minimiza un tema tan delicado como la violencia sexual?
La cultura de la violación en los medios
El caso de Ari Paluch es un síntoma de un problema mayor: la banalización de la violencia de género en los medios de comunicación. Comentarios misóginos, chistes sexistas y la cosificación de la mujer son moneda corriente en muchos programas de radio y televisión. ¿Hasta cuándo permitiremos que se perpetúe esta cultura de la violación?
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de su pareja. En Argentina, las cifras son igualmente alarmantes. En este contexto, los comentarios de Paluch no son solo ‘chistes’, sino actos que contribuyen a legitimar la violencia contra las mujeres.
¿Qué podemos hacer?
- Denunciar actitudes y comentarios misóginos en los medios de comunicación.
- Exigir a los comunicadores un mayor compromiso con la lucha contra la violencia de género.
- Promover la educación sobre consentimiento y respeto en todos los ámbitos de la sociedad.
- Apoyar a organizaciones que trabajan en la prevención y atención de víctimas de violencia sexual.
Un llamado a la acción
El ‘karma’ de Ari Paluch no es una fuerza mística, sino la consecuencia lógica de sus propios actos. Su redención no pasa por mensajes enigmáticos, sino por un reconocimiento sincero de su responsabilidad y un compromiso real con la lucha contra la violencia de género. Hasta entonces, su silencio seguirá siendo el más elocuente de los testimonios.
No nos quedemos callados. Alcemos la voz contra la banalización de la violencia sexual. Exijamos respeto, responsabilidad y un periodismo comprometido con la igualdad y la justicia. Porque el silencio, ante el horror, es complicidad.