El reciente alto el fuego entre Israel y Hezbolá en Líbano, mientras la guerra en Gaza continúa sin tregua, ha generado interrogantes sobre la estrategia de Israel en el convulso escenario de Medio Oriente. ¿Por qué detener la ofensiva en un frente mientras se intensifica en otro? La respuesta, como suele ocurrir en la geopolítica, es compleja y multifacética, pero se puede analizar a través de las diferencias entre ambos conflictos y los factores que influyen en las decisiones de cada parte.
Líbano: un adversario diferente, una estrategia diferente
Hezbolá, a diferencia de Hamás, es un actor político y militar profundamente arraigado en el Estado libanés. Su influencia se extiende a través de la sociedad, con representación parlamentaria y una red de servicios sociales que le otorga un poder que en ocasiones supera al del propio gobierno. Esta complejidad obliga a Israel a adoptar una estrategia que tenga en cuenta las ramificaciones políticas y sociales de sus acciones en Líbano. Un ataque a gran escala contra Hezbolá podría desestabilizar aún más el país, con consecuencias imprevisibles para la región. Además, una ofensiva prolongada correría el riesgo de aumentar las bajas israelíes y generar un descontento interno que podría debilitar al gobierno de Netanyahu.
El acuerdo de alto el fuego, mediado por Estados Unidos, busca precisamente evitar una escalada mayor del conflicto. Permite a Israel detener los ataques con cohetes hacia su territorio y reducir la amenaza inmediata en su frontera norte, al tiempo que ofrece a Hezbolá la oportunidad de reagruparse y evitar una mayor destrucción de su infraestructura. Sin embargo, la fragilidad del acuerdo es evidente, y la amenaza de una reanudación de las hostilidades persiste.
Gaza: un objetivo claro, una guerra sin cuartel
En Gaza, la situación es radicalmente diferente. Hamás, el grupo que controla la Franja, no forma parte del entramado político de un Estado reconocido internacionalmente. Su objetivo declarado, la destrucción de Israel, y sus acciones terroristas, como la masacre del 7 de octubre y la toma de rehenes, lo convierten en un enemigo al que Israel no está dispuesto a conceder tregua alguna. El objetivo en Gaza no es solo detener los ataques, sino erradicar la amenaza que representa Hamás y recuperar a los rehenes.
La estrategia de Israel en Gaza es la de una guerra de desgaste, buscando debilitar a Hamás mediante bombardeos aéreos y operaciones terrestres selectivas. La presión internacional para un alto el fuego es creciente, pero Israel se muestra inflexible, condicionado por la necesidad de recuperar a sus ciudadanos cautivos y garantizar la seguridad de sus fronteras a largo plazo.
El factor Irán: la sombra del patrocinador
Otro elemento crucial para comprender la diferencia en las estrategias de Israel es el papel de Irán. Hezbolá es un aliado clave de Teherán en la región, un instrumento para proyectar su influencia y desestabilizar a sus enemigos. Un conflicto prolongado con Hezbolá podría arrastrar a Irán a una confrontación directa con Israel, un escenario que ninguna de las partes desea en este momento. La decisión del alto el fuego en Líbano podría interpretarse, en parte, como un intento de evitar una escalada regional de consecuencias impredecibles.
En cambio, Hamás, aunque recibe apoyo de Irán, no tiene la misma dependencia estratégica. Esto permite a Israel actuar con mayor contundencia en Gaza, sin temor a una respuesta directa de Teherán. La guerra en Gaza se convierte así en un conflicto más localizado, donde Israel puede perseguir sus objetivos sin las restricciones que impone la amenaza de una confrontación regional.
La comunidad internacional y la presión por la paz
La comunidad internacional, liderada por Estados Unidos, ha jugado un papel importante en la consecución del alto el fuego en Líbano. La presión diplomática sobre Israel y las partes involucradas en el conflicto ha sido fundamental para detener la escalada de violencia. Sin embargo, la misma presión no ha sido suficiente para lograr un alto el fuego en Gaza, debido a la complejidad de la situación y la negativa de Hamás a negociar sin condiciones previas. La liberación de los rehenes israelíes y el reconocimiento del derecho de Israel a existir son las principales exigencias, difícilmente aceptables para los líderes del grupo islamista.
La guerra en Gaza se ha cobrado la vida de miles de personas, en su mayoría civiles palestinos, lo que ha generado una creciente condena internacional a las acciones de Israel. Sin embargo, la opinión pública israelí se mantiene firme en su apoyo al gobierno y a las Fuerzas de Defensa, convencida de la necesidad de erradicar la amenaza de Hamás. El alto el fuego en Líbano, aunque frágil, ofrece un respiro en un conflicto que amenaza con desestabilizar aún más la región. La guerra en Gaza, en cambio, parece destinada a prolongarse, sin un horizonte claro para la paz. Las diferencias en las estrategias de Israel en ambos frentes reflejan la complejidad del conflicto en Medio Oriente, donde las alianzas, los intereses y las ideologías se entrecruzan en un laberinto de difícil solución.