Alotenango, Guatemala – El Volcán de Fuego ruge una vez más, lanzando columnas de ceniza al cielo y pintando el paisaje con tonos grises que se aferran a los corazones de la comunidad. En cada grano de ceniza, palpita el recuerdo imborrable de San Miguel Los Lotes, la tragedia de 2018 que sembró el miedo, pero también una inquebrantable voluntad de sobrevivir. ¿Cómo se enfrenta una comunidad al rugido constante de un volcán que amenaza con borrarla del mapa? La respuesta reside en la valentía, la fe y una preparación aprendida a base de dolor.
Guatemala y el Volcán de Fuego: Un Contexto de Riesgo
Guatemala, un país marcado por su impresionante belleza natural, también se enfrenta a la realidad de vivir en una zona de alta actividad volcánica y sísmica. El Volcán de Fuego, uno de los más activos de Centroamérica, forma parte de la cadena volcánica que atraviesa el país, resultado de la compleja interacción entre las placas tectónicas del Caribe y Norteamérica. Esta ubicación geográfica convierte a Guatemala en un territorio vulnerable a erupciones volcánicas, terremotos y deslizamientos de tierra.
El Volcán de Fuego, en particular, ha mantenido una actividad constante a lo largo de la historia, con erupciones frecuentes que han afectado a las comunidades aledañas. Su proximidad a centros poblados como Alotenango, El Porvenir y San Miguel Los Lotes, aumenta el riesgo para miles de personas que viven bajo la constante amenaza de su furia.
El Rugido del Domingo: Evacuación en Medio de la Incertidumbre
La noche del domingo se rompió con un estruendo. Manuel Cobox, de 46 años, sintió un escalofrío al escuchar los retumbos que provenían del Volcán de Fuego. ‘Fue como si la tierra se abriera’, recuerda con los ojos llenos de temor, mientras aprieta la mano de su hija menor. En su memoria, resuena la voz de su padre, contándole historias de erupciones pasadas, pero esta vez, el miedo es más intenso, porque la tragedia de 2018 sigue presente.
Junto a su esposa y sus tres hijas, Manuel forma parte de las 900 personas evacuadas de El Porvenir y Las Lajitas, comunidades que se encuentran en la zona de mayor riesgo. El olor a azufre impregnaba el aire, mientras la ceniza, fina y oscura, comenzaba a cubrirlo todo. ‘Sentí el mismo miedo que en 2018’, confiesa su esposa, con la voz temblorosa.
“Tenemos confianza en Dios… que se calme pronto la actividad del volcán”, dice Manuel, aferrándose a su fe como el único escudo contra la incertidumbre.
La evacuación se llevó a cabo con la coordinación de autobuses y patrullas policiales, una escena que se repite en cada emergencia volcánica. Los albergues temporales, improvisados en la cabecera municipal de Alotenango, se convirtieron en el hogar temporal de cientos de familias que lo dejaron todo atrás, excepto la esperanza de volver a empezar. En los rostros de los niños, se dibuja una mezcla de asombro y temor, mientras sus padres intentan transmitirles calma y seguridad.
2018: El Año que Marcó una Lección Dolorosa
El 3 de junio de 2018, una avalancha de material ardiente sepultó la comunidad de San Miguel Los Lotes, cobrando la vida de 215 personas y dejando una cifra similar de desaparecidos. La tragedia marcó un antes y un después en la gestión de riesgos volcánicos en Guatemala, exponiendo las vulnerabilidades del sistema y la falta de preparación de la población.
Amanda Santos, ama de llaves de 58 años, sobrevivió a la tragedia de 2018, pero las imágenes de aquel día siguen grabadas en su memoria. ‘El calor era insoportable, el aire quemaba los pulmones’, recuerda con la voz entrecortada. ‘Vi a vecinos correr, gritando desesperados, pero no había escapatoria. La tierra temblaba y el cielo se oscurecía’.
“‘Esperamos mucho; y por puro milagro de Dios estamos con vida. Muchos murieron en esa erupción y entonces para qué esperar más’ esta vez’, relata Amanda, con la mirada perdida en el horizonte.
La experiencia de 2018 ha calado hondo en la población, que ahora responde de manera más rápida y organizada ante las alertas. ‘Evacuamos por obediencia, por lo que sucedió en 2018, que no nos creíamos la magnitud y ocurrió una tragedia’, agrega Manuel Cobox.
Respuesta de Emergencia y Preparación Comunitaria
Ante la amenaza de una nueva erupción, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) ha declarado alerta naranja, un protocolo que moviliza recursos y coordina acciones preventivas. Claudinne Ogaldes, titular de la Conred, advierte que la erupción pone en riesgo a unas 30.000 personas en tres departamentos (provincias).
Juan Laureano, vocero de la Conred, explica que la alerta naranja permite a los alcaldes de los municipios cercanos al volcán tomar decisiones rápidas y coordinadas. ‘La prevención es nuestra mejor herramienta’, afirma, recordando que la tragedia de 2018 dejó una lección dolorosa: no subestimar el poder del Volcán de Fuego.
Las autoridades recomiendan a la población atender las indicaciones de los cuerpos de socorro, evitar acercarse a las barrancas y zonas de riesgo, revisar el plan familiar de respuesta y preparar la mochila de las 72 horas. Además, el Instituto de Vulcanología ha recomendado tomar precauciones al tráfico aéreo por la ceniza suspendida en el ambiente. Estas son medidas sencillas, pero que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Medidas Adicionales Implementadas
- Suspensión de clases en Alotenango y otros tres municipios.
- Cierre temporal de una carretera que une el sur del país con la ciudad colonial de Antigua.
- Monitoreo constante de la actividad volcánica por parte de las autoridades.
- Evaluación continua de la necesidad de implementar medidas adicionales.
La Resiliencia de un Pueblo: Transformando el Dolor en Fortaleza
A pesar del miedo y la incertidumbre, el pueblo de Guatemala demuestra una admirable capacidad de resiliencia. En los albergues temporales, se organizan ollas comunes, se comparten historias y se ofrecen palabras de aliento. La solidaridad se convierte en el mejor antídoto contra la desesperación. Los niños, ajenos a la magnitud de la tragedia, juegan y ríen, contagiando su alegría a los adultos. La vida, a pesar de todo, sigue su curso, demostrando que la esperanza es el motor que impulsa a seguir adelante.
Mientras el Volcán de Fuego continúa su erupción, Guatemala se une en oración y solidaridad, recordando que juntos, como un solo pueblo, pueden superar cualquier adversidad. La memoria de 2018 sigue presente, pero también la determinación de construir un futuro más seguro y resiliente. La comunidad ha aprendido a leer las señales del volcán, a organizarse y a responder con rapidez ante las emergencias.
En este contexto, la cultura local y las creencias religiosas juegan un papel fundamental en la respuesta de la población ante la erupción. Las comunidades indígenas, en particular, han transmitido de generación en generación conocimientos ancestrales sobre el comportamiento del volcán y las medidas de protección. La fe en Dios y en los santos patronos se convierte en un refugio espiritual y una fuente de fortaleza para enfrentar la adversidad.
Un Llamado a la Acción
La erupción del Volcán de Fuego es una emergencia que requiere la atención y el apoyo de la comunidad internacional. Guatemala, un país con recursos limitados, necesita ayuda para atender a los damnificados, reconstruir las comunidades afectadas y fortalecer su sistema de gestión de riesgos.
Organizaciones humanitarias y agencias de cooperación internacional pueden desempeñar un papel fundamental en la provisión de alimentos, agua, medicinas, refugio y apoyo psicológico a las víctimas de la erupción. La solidaridad internacional es un acto de humanidad que puede marcar la diferencia en la vida de miles de personas.
En medio de la ceniza y el temor, Guatemala se aferra a la esperanza de un futuro mejor. Un futuro donde la prevención y la solidaridad sean las herramientas para enfrentar los embates de la naturaleza y construir una sociedad más justa y equitativa.