En el corazón del barrio Jardín, una iniciativa ciudadana ha conmovido a la comunidad y se ha viralizado en redes sociales: la construcción de casas para perros callejeros. Un grupo de vecinos, movidos por la compasión y el amor por los animales, decidió tomar cartas en el asunto ante la precaria situación de un grupo de canes que habían quedado desamparados tras el fallecimiento de una persona sin hogar que los cuidaba.
Un acto de solidaridad vecinal
La historia comenzó en la intersección de Avenida Cruz Roja y Avenida Pablo Ricchieri, donde un hombre en situación de calle compartía su vida con una manada de perros. Los animales, sin comida, agua ni refugio adecuado, se mantenían junto a él, expuestos a las inclemencias del tiempo. Tras la muerte del hombre, los perros quedaron solos, vagando por la zona en busca de alimento. Fue entonces cuando un grupo de vecinos decidió actuar.
Sonia, Carlota, Eugenia, Elisa y Nicolás, unidos por el mismo sentimiento de solidaridad, se autoconvocaron para brindar ayuda a los animales abandonados. Su primer paso fue recolectar dinero entre ellos, una muestra clara del compromiso personal y del esfuerzo individual que esta iniciativa requirió.
Con los fondos reunidos, encargaron y construyeron resistentes casitas de madera para proteger a los perros de las condiciones climáticas. Luego, las colocaron en un lugar estratégico y tomaron medidas de seguridad para evitar robos, mostrando su previsión y cuidado.
“Ni bien terminamos de poner las casitas, se metieron adentro. Eso fue muy bueno, se acomodaron al toque”, cuenta Sonia, una de las impulsoras del proyecto, reflejando la inmediata aceptación de los perros al nuevo refugio.
Actualmente, cuatro perros – “Negrita”, “Gorda”, “Grandote” y “Negro” – encuentran cobijo y alimento en las casitas. Carlota se encarga de alimentarlos diariamente, mientras que los jueves un vecino colabora preparandoles la comida. El grupo se compromete, además, con la salud de los animales, asegurándose de que estén castrados y reciban atención veterinaria cuando sea necesaria.
La iniciativa ha trascendido el círculo íntimo de los vecinos. Personas desconocidas se acercan a dejar comida y agua, generando una red de apoyo espontáneo y solidario. Este fenómeno refleja el poder de la compasión y la capacidad de la comunidad para unirse en pos de una causa común.
Más allá de la ayuda vecinal: la necesidad de apoyo gubernamental
Si bien la acción de estos vecinos es digna de admiración, pone de manifiesto la falta de políticas públicas efectivas para el cuidado de los animales callejeros. La pregunta recurrente de “¿Por qué no los adoptan?” revela la complejidad del problema. La adopción responsable requiere compromiso, recursos económicos y una profunda comprensión de las necesidades del animal. La realidad es que conseguir hogares responsables para todos los perros en situación de calle resulta una tarea titánica.
Sonia, que también participa en una organización rescatista, conoce de cerca las dificultades que esto implica. Recuerda tener que retirar perros de hogares donde no recibían el cuidado adecuado, destacando la falta de control en los procesos de adopción y la necesidad de una mayor rigurosidad. “No es tarea fácil conseguir hogares. Pero sí chequeamos que esté lo mínimo e indispensable para poder tener responsabilidad hacia ese animalito que van a adoptar y que entiendan que es un ser vivo”, reflexiona.
Sonia critica la falta de compromiso del gobierno y la municipalidad, solicitando acciones concretas como castraciones masivas y la implementación de móviles de castración en los barrios. La iniciativa vecinal, por lo efectiva que resulte, no puede ser la única respuesta. Se necesita una intervención del Estado que proporcione soluciones integrales, alcanzando a una mayor cantidad de animales en situación de vulnerabilidad.
La necesidad de un hospital veterinario público también cobra relevancia ante la falta de acceso a la salud animal para una gran cantidad de perros callejeros. La realidad es que todo sale de los bolsillos de los vecinos voluntarios, un esfuerzo individual que no puede ser la norma, sino la excepción frente a una problemática social con impacto en el bienestar animal.
Una iniciativa que inspira
La historia de estos vecinos del barrio Jardín demuestra que la acción individual, impulsada por la empatía y la solidaridad, puede generar cambios significativos en la vida de los animales en situación de calle. Su iniciativa es un ejemplo inspirador que demuestra que no es necesario grandes recursos ni estructuras organizativas complejas para marcar la diferencia. Simplemente, se necesita voluntad, perseverancia y un gran corazón.
Sin embargo, la acción vecinal no puede reemplazar las políticas públicas necesarias para la protección y el cuidado integral de los perros callejeros. El Estado tiene la responsabilidad de implementar políticas de salud animal, regulaciones responsables en cuanto a la tenencia de mascotas, y mecanismos para la esterilización masiva, campañas de adopción responsable y un sistema de gestión eficaz de los animales en situación de calle. De esta forma, se podría prevenir el abandono y mejorar sustancialmente la vida de animales como “Negrita”, “Gorda”, “Grandote” y “Negro”, y otros muchos que necesitan una mano amiga.