Uzbekistán, la joya de la Ruta de la Seda, se enfrenta a una encrucijada crítica. El auge del turismo, impulsado por la estrategia ‘Uzbekistán 2030’, choca frontalmente con la preservación de su invaluable patrimonio cultural. Ciudades milenarias como Bujará, Samarcanda y Jiva, antaño símbolos de la riqueza histórica y cultural, se ven amenazadas por construcciones modernas y proyectos turísticos masivos. ¿Es posible un equilibrio entre el desarrollo económico y la salvaguarda de la identidad uzbeka?
El espejismo del oro turístico: ¿Progreso o despojo?
El turismo se ha convertido en una prioridad para el gobierno uzbeko, con el objetivo de atraer a 15 millones de visitantes para 2030, más del doble de los que llegaron en 2023. Esta ambiciosa meta ha impulsado la creación de ‘clústeres turísticos’, complejos que prometen alojamiento y servicios de lujo. Sin embargo, esta estrategia despierta serias interrogantes: ¿A qué costo se está persiguiendo este crecimiento? ¿Se está sacrificando la autenticidad cultural en el altar del beneficio económico?
Transformación acelerada: El impacto en las ciudades históricas
Bujará, Samarcanda y Jiva, ciudades impregnadas de historia y tradición, están experimentando una metamorfosis radical. Hoteles modernos y centros comerciales se alzan junto a mezquitas centenarias, alterando la armonía del paisaje urbano. Las antiguas residencias de barro, testigos de siglos de historia, son reemplazadas por estructuras impersonales que buscan complacer a un turismo masivo. Esta transformación despierta una creciente preocupación por la pérdida de la esencia y el carácter único de estas ciudades.
Bujará Eterna: ¿Un parque temático a costa de la autenticidad?
El proyecto ‘Bujará Eterna’, un controvertido complejo de ocio de 33 hectáreas promovido por el magnate Bakhtiyor Fazilov, se ha convertido en el símbolo de esta polémica. Este ‘parque etnográfico’ promete recrear edificios tradicionales uzbekos y ofrecer una experiencia cultural inmersiva. No obstante, las representaciones en 3D revelan una visión preocupante: galerías comerciales modernistas, estanques adornados con arte abstracto y una estética que se asemeja más a Disneylandia que a la auténtica Bujará.
“No estamos tratando de replicar edificios históricos. No queremos repetir la historia, sino crear algo que tenga su propio impacto.”
Las palabras de Rustam Khaydarov, subdirector general de Enter Engineering, evidencian una alarmante falta de consideración por el valor del patrimonio histórico. ¿Es aceptable borrar el pasado para construir un presente artificial y carente de alma? La historia no es un mero decorado, sino el cimiento de la identidad de un pueblo.
Testimonios desde el corazón de Bujará: La voz de sus habitantes
Mientras los turistas inundan los bazares, los habitantes de Bujará se ven relegados a la periferia, a bloques de apartamentos monótonos. Svetlana Gorshenina, investigadora de Alerte Héritage, denuncia el ‘vaciamiento de los centros urbanos’ y la transformación de las ciudades en ‘ciudades-museo pensadas para los turistas’. La ciudad antigua se convierte en un escenario, un museo al aire libre donde la autenticidad se diluye en un mar de souvenirs producidos en masa.
Fantasmas del pasado: ¿Repitiendo los errores de la era soviética?
La demolición de edificios de la era soviética, como la antigua sede regional del Partido Comunista, despierta dolorosos recuerdos. Un arquitecto uzbeko lamenta que el gobierno actual esté repitiendo los errores de la Unión Soviética, que ‘destruyó gran parte del patrimonio y lo sustituyó por edificios soviéticos porque quería dejar su propia huella’. La historia nos enseña que la destrucción del patrimonio cultural es un acto de barbarie que atenta contra la identidad de un pueblo.
UNESCO: ¿Un aliado comprometido o un espectador pasivo?
A pesar de que Bujará Eterna se encuentra dentro de la ‘zona de amortiguación’ del centro histórico, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, la demolición continúa. Monia Adjiwanou, portavoz de la UNESCO, afirma que están ‘siguiendo de cerca’ la situación y esperan que las autoridades cumplan con sus compromisos. Sin embargo, la eficacia de la UNESCO es cuestionada por muchos uzbekos, que ven con escepticismo su capacidad para proteger el patrimonio cultural de la región.
La celebración de la Conferencia General de la UNESCO en Uzbekistán este año, la primera vez desde 1986 que la reunión anual se celebra fuera de París, añade una nota de ironía a la situación. ¿Será esta conferencia un catalizador para un mayor compromiso con la preservación del patrimonio uzbeko, o simplemente una oportunidad para lavar la imagen del país?
Un futuro en juego: ¿Desarrollo sostenible o devastación cultural?
Uzbekistán se encuentra ante una decisión trascendental. El turismo puede ser una herramienta poderosa para impulsar el crecimiento económico y generar empleo, pero no a expensas de su patrimonio cultural. Es imperativo encontrar un equilibrio entre el desarrollo turístico y la preservación de la identidad uzbeka. El gobierno, los empresarios y la sociedad civil deben trabajar juntos para construir un futuro en el que el progreso económico y la riqueza cultural se complementen y fortalezcan mutuamente.
No permitamos que Uzbekistán se convierta en una mera ‘Venecia del desierto’, un parque temático desprovisto de autenticidad y memoria. Apoyemos un turismo responsable, que respete el patrimonio cultural y que beneficie a las comunidades locales. Alzamos la voz para exigir un futuro en el que el desarrollo económico no se imponga a la historia y la identidad de este país milenario. El legado de la Ruta de la Seda merece ser protegido y admirado por las generaciones venideras.
Hacia un turismo consciente: Alternativas para proteger el patrimonio
- Fomentar el turismo comunitario, que involucre a las comunidades locales en la gestión y el beneficio del turismo.
- Promover la restauración y conservación del patrimonio cultural, invirtiendo en la recuperación de edificios históricos y la protección de sitios arqueológicos.
- Implementar políticas de planificación urbana sostenible, que regulen las construcciones modernas y protejan el paisaje urbano de las ciudades históricas.
- Educar a los turistas sobre la importancia del patrimonio cultural y promover un comportamiento responsable y respetuoso.