El 10 de diciembre de 2023, Javier Milei asumió la presidencia, marcando un hito histórico. Un año después, el análisis de su gestión revela un escenario complejo: la inflación, aunque contenida, sigue siendo una preocupación; la promesa de seguridad muestra avances, pero con sombras; y las reformas estructurales, aunque ambiciosas, enfrentan resistencias y dilaciones. Milei, el presidente que prometió dinamitar el status quo, se encuentra navegando en las aguas turbulentas de la realidad política y económica argentina.
La batalla contra la inflación: una victoria a medias
La inflación, el monstruo que ha acechado a la economía argentina durante décadas, ha sido el principal objetivo de Milei. Su estrategia, basada en un fuerte ajuste fiscal y monetario, logró desacelerar el ritmo de aumento de precios. El 25,5% de diciembre de 2023 se redujo al 2,7% en octubre de 2024. Sin embargo, la victoria no es completa. La inflación, aunque domada, persiste, y el costo de los servicios públicos sigue en aumento, impactando en el bolsillo de los argentinos.
El plan de Milei se caracterizó por una fuerte recesión que hizo caer el consumo, acompañado de un firme ajuste fiscal y monetario
Además, la promesa de dolarización, una de las banderas de campaña de Milei, aún no se ha concretado. El cepo cambiario persiste, y la incertidumbre sobre el futuro del peso argentino genera tensiones en el mercado.
Seguridad: avances y controversias
En materia de seguridad, la gestión de Milei, con Patricia Bullrich al frente del Ministerio, ha implementado una política de mano dura. El protocolo antipiquetes, que restringe las manifestaciones en la vía pública, ha reducido los cortes de calles, pero también ha generado críticas por la restricción del derecho a la protesta.
La compra de aviones F-16 y la propuesta de que las Fuerzas Armadas actúen en la lucha contra el narcotráfico en territorio argentino son medidas que buscan mostrar una imagen de firmeza, pero que también despiertan inquietudes sobre el rol de los militares en la seguridad interior.
Milei en campaña prometió terminar con los piquetes, sentenciando desde el Ejecutivo: “El que corta, no cobra”.
Reformas estructurales: entre la ambición y la realidad
Milei llegó al poder con la promesa de implementar reformas estructurales profundas. La Ley de Bases, finalmente aprobada en una versión reducida, le otorgó facultades delegadas al presidente, creó incentivos para la inversión y avanzó en la reforma laboral. Sin embargo, la promesa de eliminar las jubilaciones de privilegio y reformar el sistema jubilatorio quedó truncada tras el veto presidencial a la ley de movilidad aprobada por el Congreso.
El proyecto de Ficha Limpia, que busca impedir que personas condenadas por corrupción ocupen cargos electivos, también quedó en el olvido, a pesar de las promesas iniciales de Milei.
La intención de cerrar el Banco Central, otra de las ideas centrales del discurso libertario, se ha diluido en la práctica. En su lugar, se ha optado por un saneamiento de la institución y una recomposición de reservas, lo que ha generado críticas por la inconsistencia entre el discurso y la acción.
Un año de claroscuros: el desafío de gobernar
El primer año de gestión de Javier Milei ha sido un año de claroscuros. La inflación se ha reducido, pero no desaparecido. La seguridad se ha fortalecido, pero a costa de la restricción de derechos. Las reformas estructurales han avanzado, pero de forma incompleta. Milei, el outsider que prometió un cambio radical, se enfrenta ahora al desafío de gobernar en un país complejo, con una sociedad dividida y una oposición que no le da tregua.
Las encuestas muestran una imagen presidencial con altibajos. Si bien se reconoce la baja de la inflación y el ordenamiento de la economía, persisten dudas sobre su capacidad de diálogo y empatía con los sectores vulnerables. La promesa de terminar con los privilegios de la “casta” política tampoco ha logrado convencer a la mayoría.
El futuro de la gestión de Milei dependerá de su capacidad para construir consensos, superar las resistencias y traducir sus promesas en realidades concretas. El desafío es enorme, y el tiempo, como siempre, apremia.