Una tragedia desgarradora sacudió a la provincia de Santa Fe. Mientras una madre era trasladada de urgencia en ambulancia para dar a luz, su esposo, José Luis Bazán, de 31 años, y su hijo menor, Luis Antonio de 9 años, murieron en un brutal accidente automovilístico en la ruta 33. El otro hijo, de 12 años, pelea por su vida. El drama no sólo deja una profunda herida social, sino que reaviva el reclamo por el pésimo estado de las rutas nacionales.
La carrera contra reloj que terminó en tragedia
Era un miércoles por la mañana, el viaje prometía alegría. Una nueva vida estaba a punto de nacer. Erica Espinosa, a punto de parir, viajaba en una ambulancia. Detrás, en un Fiat Regatta, iba su esposo con sus dos hijos, un viaje a contramano de la tragedia que se aproximaba. Un trayecto de 50 kilómetros, desde Sancti Spíritu hasta Venado Tuerto, convertido en una carrera contra reloj con un desenlace de horror.
A la altura del kilómetro 618 de la Ruta Nacional 33, bajo una lluvia torrencial, la fatalidad se cierne. Bazán intentó una peligrosa maniobra de sobrepaso. El resultado es estremecedor: un choque frontal contra un camión. El Fiat Regatta quedó destruido, convirtiéndose en un amasijo de metales retorcidos. Bazán murió en el acto. El menor de sus hijos, Luis Antonio, falleció durante el traslado al hospital. Su hermano mayor, José Fernando, de 12 años, lucha entre la vida y la muerte con múltiples fracturas y traumatismo craneoencefálico, internado en estado crítico en el Hospital Gutiérrez.
Mientras tanto, en el mismo hospital, la madre daba a luz a una beba, Anaia Alma, en medio de la peor pesadilla imaginable. La ironía, cruel y despiadada, se cierne sobre el destino de una familia. La vida y la muerte se entrelazan con un dolor indescriptible.
Un reclamo que se intensifica en medio del dolor
El ministro de Obras Públicas de Santa Fe, Lisandro Enrico, utilizó las redes sociales para denunciar el estado deplorable de las rutas nacionales, culpando directamente al Gobierno nacional por la falta de mantenimiento. Sus palabras, cargadas de indignación, fueron replicadas por miles de usuarios. El accidente, según sus propias declaraciones, viene a confirmar la realidad que ya era palpable para muchos habitantes de la zona: la ruta 33 se ha convertido en una verdadera trampa mortal. Enrico reclamó de manera enérgica al Presidente Javier Milei la reparación urgente de las principales rutas nacionales.
“Las rutas nacionales se están convirtiendo en un cementerio”, escribió Enrico en su cuenta de X, acompañando el mensaje con imágenes que muestran el pésimo estado de conservación de la Ruta 33. “Desde hace largo tiempo y de manera insistente, venimos solicitando al Gobierno del Presidente Javier Milei la reparación de las principales rutas nacionales porque están en muy mal estado”, enfatizó.
El reclamo se une a la desesperación de los vecinos de la zona. El presidente comunal de Sancti Spíritu, Cristian Vincenti, declaró en relación al estado deplorable de la ruta 33: “Salir a la ruta 33 un día de lluvia es casi un suicidio. Estamos cansados de reclamar al gobierno nacional.”
Vincenti agregó que en épocas de cosecha, la ruta se convierte en un caos: “Son 50 kilómetros con un camión pegado al otro”, describió, subrayando que la situación se agrava con la lluvia, provocando aquaplaning y elevando el peligro de sufrir accidentes viales.
Un pueblo enlutado y la responsabilidad del Estado
La comunidad de Sancti Spíritu está conmocionada. El dolor trasciende lo personal, se transforma en una profunda indignación colectiva. La tristeza de esta tragedia no sólo golpea a una familia, se expande a un pueblo entero.
La responsabilidad del estado es innegable, este accidente deja al descubierto la indolencia del gobierno nacional frente al reclamo por el mantenimiento de las rutas. Es una realidad que se repite a lo largo y ancho del país y ya ha cobrado demasiadas vidas. La impericia de quienes nos gobiernan no solo afecta la economía, sino también la integridad física de la población. Este caso extremo, una cruel ironía donde la vida y la muerte convergen en un mismo escenario, marca una advertencia: las condiciones de la Ruta 33 deberían estar entre las prioridades del Estado.
La familia Bazán era humilde, el padre trabajaba de mecánico y panadero. Una situación que pone el acento en la vulnerabilidad ante un gobierno incapaz de garantizar la seguridad vial de sus ciudadanos. ¿Cuántas vidas más deben perderse para que las autoridades tomen medidas concretas para evitar nuevas tragedias?
La muerte de José Luis y Luis Antonio nos obliga a cuestionarnos sobre el rol del estado, la responsabilidad del gobierno en el mantenimiento de la infraestructura vial y la necesidad imperiosa de invertir en mejoras para proteger la vida de todos los argentinos. El clamor por justicia se une al grito por una ruta segura.
El silencio es cómplice
Mientras la pequeña Anaia Alma comienza su vida en un hospital, rodeada del dolor que marca su nacimiento, el silencio del gobierno frente a esta tragedia es una afrenta. Las rutas en ruinas, la muerte en la ruta 33 y la negligencia del Estado son los protagonistas de este dramático suceso. La pregunta que queda flotando en el aire, tan cruda como dolorosa, es: ¿cuántas víctimas más se necesitarán para que el Estado escuche el clamor por un cambio que pueda salvar vidas?