El silencio de la mañana dominical en el barrio Jorge Newbery de Comodoro Rivadavia fue brutalmente interrumpido por un acto de violencia extrema. Una tragedia que expone la crudeza del femicidio y deja una cicatriz imborrable en cuatro niños que presenciaron el asesinato de su madre a manos de su propio padre, quien luego se quitó la vida. Un horror que nos obliga a reflexionar sobre la violencia de género y sus devastadoras consecuencias.
Una mañana de horror en Comodoro Rivadavia
Falcón Jesús Santos, de 39 años, asesinó a su pareja, Elizabeth Poletti, de 37, en la planta alta de un dúplex ubicado en la calle Sarmiento al 2000. El femicidio, perpetrado con objetos contundentes de madera y hierro, ocurrió frente a los tres hijos mayores de Elizabeth, de 5, 15 y 18 años. La bebé de ambos, de tan solo diez meses, se encontraba en la planta baja de la vivienda.
Los gritos desgarradores de los niños alertaron a los vecinos. Claudia, una mujer que vivía cerca, no dudó en intervenir. Con valentía y decisión, ingresó a la vivienda y rescató a los menores, llevándolos a su casa para protegerlos de la escena del crimen. “Escuchamos los gritos de los nenes mayores y llamamos a la Policía. Enseguida me metí, agarré a los chicos y me los llevé a mi casa”, relató Claudia al portal ADNSUR, con la voz aún temblorosa por la impresión.
Tres de los niños fueron trasladados al Hospital Regional para recibir atención médica y contención psicológica. El menor de 5 años, aferrado a la seguridad que le brindaba Claudia, se negó a abandonar su hogar transitorio. “Lo voy a tener yo porque él no se quiere ir de mi casa. Voy a ayudar a su familia con lo que pueda”, aseguró la vecina, demostrando una solidaridad conmovedora en medio del horror.
El femicida: un historial de violencia
Según las primeras investigaciones, Falcón Jesús Santos tenía antecedentes de denuncias por violencia familiar. Si bien la pareja había tenido una bebé hacía diez meses, no convivían de forma permanente. Un dato que revela la complejidad de las relaciones atravesadas por la violencia y la dificultad para las víctimas de escapar de ese círculo.
Tras cometer el femicidio, Santos se quitó la vida ahorcándose en el primer piso del dúplex. Un acto final de violencia que deja a cuatro niños huérfanos y con el peso imborrable de haber presenciado una escena traumática. La autopsia reveló que Elizabeth Poletti sufrió múltiples golpes en la cabeza, evidenciando la brutalidad del ataque.
Las marcas imborrables en los niños testigos
Los niños, testigos inocentes de la violencia extrema, deberán afrontar ahora un largo y doloroso proceso de duelo y recuperación. La Asesoría de Familia y el Servicio de Protección de Derechos intervinieron en el caso para brindarles la asistencia y contención necesarias.
El impacto psicológico de presenciar un femicidio es devastador. Estos niños, marcados por la tragedia, necesitarán un acompañamiento integral que les permita procesar el trauma y reconstruir sus vidas. La sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad de garantizarles un futuro seguro y libre de violencia.
Más allá del horror puntual de este caso, la tragedia de Comodoro Rivadavia nos interpela como sociedad. Nos obliga a preguntarnos sobre las fallas del sistema que no pudo proteger a Elizabeth, sobre la necesidad de una educación que promueva la igualdad de género y sobre la urgencia de erradicar la violencia machista de raíz.
¿Cuántas Elizabeths más deben morir para que la violencia de género deje de ser una noticia recurrente en nuestros diarios? ¿Cuántos niños más deben cargar con el peso del horror para que tomemos conciencia de la magnitud del problema?
Un llamado a la acción
El femicidio de Elizabeth Poletti no puede ser un caso más en la estadística. Debe ser un llamado a la acción para todos. Un llamado a la reflexión, a la educación y a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, donde las mujeres puedan vivir libres de violencia y los niños puedan crecer en un ambiente de paz y seguridad.
Es necesario fortalecer las redes de apoyo para las víctimas de violencia de género, garantizar el acceso a la justicia y promover políticas públicas que aborden el problema de manera integral. La lucha contra el femicidio es una tarea colectiva que requiere del compromiso de todos.