El escenario político está al rojo vivo. La designación de los nuevos jueces de la Corte Suprema se ha convertido en una batalla campal, con el Gobierno de Javier Milei al borde del precipicio. ¿Recurrirán al polémico decreto o se plegarán a una negociación que huele a traición? El futuro de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla pende de un hilo, y con ellos, la estabilidad misma del Poder Judicial.
El decreto: una bomba de tiempo
La posibilidad de que Milei imponga a Lijo y García Mansilla mediante decreto presidencial no es solo una hipótesis, sino un plan en marcha, según fuentes internas del Gobierno. La falta de votos en el Senado ha llevado a la Casa Rosada a considerar este camino. Y créanme, las implicaciones son mayúsculas. Esta jugada podría desencadenar un tsunami de protestas callejeras y desencadenar una crisis institucional sin precedentes, poniendo en peligro el frágil equilibrio que mantiene al país a flote. ¿Será la última carta de un gobierno desesperado?
La maniobra es sumamente riesgosa. El kirchnerismo ya ha advertido que si se impone este decreto, responderán con toda la fuerza del pueblo argentino. Los senadores peronistas se unen en un clamor unánime de repudio, amenazando con cualquier acción política para frustrar este intento de imposición arbitraria. Se oyen gritos de traición, de asalto a la justicia. ¡Y la gente, mis queridos lectores, responde a los gritos del pueblo!
La negociación: una ventana a la traición
Paralelamente, se teje una telaraña de negociaciones tras bambalinas. Los pasillos del poder rebalsan de rumores, ofrecimientos y posibles acuerdos deleznables. La senadora Lucía Corpacci, sorpresivamente, aportó la firma que faltaba para el dictamen de Lijo. Un movimiento que huele a engaño, a componendas en los sótanos del Senado. ¿Una traición al kirchnerismo o una inteligente jugada para conseguir una posición más ventajosa en la partida?
El peronismo no se lo va a quedar callado. El rumor de un trueque corre como reguero de pólvora: Lijo a cambio de la inclusión de una jueza ‘K’ en la Corte, un acuerdo sucio que desató la furia en muchos sectores. Este intercambio se ha interpretado por algunos como un intento por dividir el apoyo del oficialismo a Lijo y garantizar que no se pueda alcanzar la mayoría para su designación. Y lo peor, ¿podría caer el país por culpa de estos negocios sucios?
La posibilidad de que el radicalismo se sume a la negociación agrega más incertidumbre. Se especula con el ofrecimiento de cargos judiciales en otras instancias para obtener su respaldo a los candidatos de Milei. ¡Son tan descarados estos negociadores!
Las estrategias son múltiples, los escenarios infinitos y todos, muy peligrosos. El futuro de la Corte está en juego. La estabilidad del país tambalea.
El dilema de Lijo
En medio del caos, el juez Lijo se ve obligado a navegar por un mar de intrigas. El ofrecimiento de Milei, su posible asenso por decreto, ya genera tensiones. No sería un nombramiento legítimo. Aceptar un cargo cuestionado significa arriesgar su propia imagen, su trayectoria judicial, incluso enfrentar una impugnación a futuro. Lo cual, para este hombre de ley, significa un dilema más que significativo.
La jugada de aceptar llegar al máximo tribunal por decreto podría terminar, dependiendo de quién gane la pulseada final, en un fracaso mayúsculo. El peronismo asegura que intentará tumbarlo a posteriori. ¿Qué hará este hombre tan inteligente? ¿Se la jugará todo en un mano a mano mortal o se dejará llevar por las turbias aguas de la política?
El futuro incierto
En definitiva, la situación es explosiva. La posibilidad de un decreto presidencial o de una negociación tramposa deja al país en una encrucijada. Las consecuencias de cada camino son impredecibles, cargadas de peligros. Pero algo está claro, el futuro de Lijo y García Mansilla en la Corte no sólo cambiará la faz del poder judicial, sino que podría sellar el destino del Gobierno, de todo el país.
Amarillo “Polémica” Pérez concluye con un dejo de alarma: el año electoral está al caer. ¿Terminará Milei en un mano a mano con la propia justicia?