¿Te imaginás un lugar donde el tunga tunga de La Mona se fusionaba con la pasión del fútbol cordobés? Ese lugar existió y se llamaba Sargento Cabral. Preparate para un viaje a esos viernes inolvidables, donde la música y la pelota eran una sola fiesta.
El Sargento Cabral: Un templo de la cultura cordobesa
En el corazón de Córdoba, el Sargento Cabral era mucho más que un simple boliche. Era un punto de encuentro, un símbolo de la identidad cordobesa, donde la música de La Mona Jiménez y la pasión por el fútbol se vivían con una intensidad única. ¿Te acordás del olor a choripán y Fernet en el aire mientras La Mona hacía temblar el escenario? Era revivir una Córdoba que ya no existe, pero que sigue latiendo en el corazón de muchos.
Viernes de Sargento: El ritual sagrado de cada hincha
Después de una semana de laburo, el viernes era sinónimo de liberación. Y si además jugaban Talleres o Belgrano, la fiesta era completa. El ritual era simple: primero, alentar al equipo en el Kempes; después, peregrinar al Sargento para seguir festejando al ritmo del Mandamás.
Pero ojo, que había un código no escrito: nada de camisetas ni insignias de los clubes. Siempre había algún kamikaze que intentaba colarse con los colores de su pasión, añadiendo una chispa de rebeldía a la noche cuartetera. El Sargento se transformaba así en un territorio neutral, donde hinchas de diferentes equipos convivían en armonía, unidos por la música y el fernet. Las rivalidades quedaban en stand by, dando paso a un clima de fiesta y camaradería.
Cuando el clásico se jugaba en el Sargento: Duelos de canciones y pasión desbordada
En los intervalos de los shows de La Mona, el folclore futbolero se apoderaba del Sargento. Las hinchadas de Talleres y Belgrano se medían en duelos de canciones, transformando el lugar en una réplica del mismísimo clásico cordobés. La energía era palpable, la pasión se respiraba en el aire y los decibeles explotaban.
Pero si había un momento que encendía la euforia pirata, era cuando La Mona interpretaba ‘El Enamorado’. Apenas el Mandamás largaba el famoso ‘¿Cómo pasó ese momento?’, los piratas respondían con la versión de tribuna, coreando a viva voz cada estrofa. La complicidad entre La Mona y la hinchada celeste era total, creando un ambiente de fiesta inigualable. Y como buen demócrata, La Mona también le dedicaba ‘Libertad’ a los matadores, desatando la alegría albiazul. ¡Y ni hablar de los saludos a los jimeneros de Instituto y Racing! En el corazón del Mandamás, había lugar para todas las pasiones.
“El Sargento era un termómetro de la pasión cordobesa. Ahí se mezclaban el fútbol, la Mona y la amistad. Era un lugar único, donde todos éramos iguales, sin importar de qué cuadro fueras.”
Las estrellas del fútbol también caían rendidas ante el templo cuartetero
El Sargento Cabral no era solo el boliche preferido de los hinchas, sino también de los futbolistas. Decenas de jugadores de diferentes épocas desfilaban por el escenario, admirados por la figura de La Mona y atraídos por la energía única del lugar. Carlitos Tevez era habitué, pero también se dejaban ver Wanchope Ábila, el Chino Zelarayán, Bebelo Reynoso y muchos otros.
Algunos más tímidos, otros más extrovertidos, los futbolistas se divertían a la par de La Mona, e incluso se animaban a cantar. Pero nadie pudo superar la interpretación de Carlitos Tevez del clásico ‘Muñeco de Trapo’, un momento que quedó grabado en la memoria de todos los presentes. Rubén Bravi, el dueño del Sargento, era un futbolero de pura cepa, y disfrutaba de recibir a los jugadores en su casa. Su pasión por el fútbol era tan grande como su amor por el cuarteto, creando una atmósfera de camaradería y alegría que contagiaba a todos.
La guerra de pintadas: Cuando el Sargento se convirtió en el lienzo de la pasión futbolera
En 2016, la moda de los murales y las pintadas invadió el fútbol cordobés, y el Sargento Cabral no fue la excepción. Las paredes y los postes de luz que rodeaban el recinto se transformaron en el lienzo perfecto para que los hinchas de Talleres, Belgrano e Instituto expresaran su pasión con sus colores. La disputa por el territorio fue intensa, y la creatividad de los artistas se puso a prueba. La guerra de pintadas alcanzó su punto álgido cuando los hinchas de Belgrano pintaron los cordones y postes de la esquina de Sargento Cabral y Junín con los colores celeste y negro. La respuesta de los hinchas de Talleres no se hizo esperar, y al día siguiente cambiaron el celeste y negro por el azul y blanco. La contienda se extendió por varios días, hasta que finalmente primó la cordura y se optó por la neutralidad, dejando atrás los colores estridentes.
Este episodio, aunque anecdótico, refleja la profunda conexión entre el fútbol y la cultura cordobesa, donde la pasión se manifiesta en cada rincón de la ciudad, incluso en los lugares más inesperados. El Sargento no era solo un boliche, era un espejo de la sociedad cordobesa, donde se reflejaban nuestras pasiones, nuestras alegrías y nuestras contradicciones.
El legado imborrable del Sargento Cabral: Un símbolo de la identidad cordobesa
El Sargento Cabral trascendió su condición de simple recinto musical para convertirse en un símbolo de la identidad cordobesa. Un lugar donde la música, el fútbol y la amistad se fusionaban en una experiencia única e irrepetible. Aquellos que tuvimos la suerte de vivir aquellos viernes inolvidables, guardamos en nuestra memoria recuerdos imborrables, que atesoramos como un tesoro.
El regreso de La Mona al Sargento es una oportunidad para revivir aquellos momentos mágicos y celebrar la pasión cordobesa en su máxima expresión. Un reencuentro con la historia, con la cultura y con las emociones que marcaron a toda una generación.
Que suene el tunga tunga, que griten los hinchas y que la fiesta vuelva a encenderse en el Monumental Sargento Cabral. Córdoba lo está esperando. ¿Tenés algún recuerdo del Sargento Cabral? ¡Compartilo en los comentarios!
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