En Sumalao, la paz y la tranquilidad propias de un pueblo sereno se han visto sacudidas por dos frentes inesperados: el ensordecedor sonido de una alarma que perturba el sueño de sus habitantes y la prohibición a vendedores ambulantes, un duro golpe a la economía local, especialmente en vísperas de las importantes festividades religiosas del Señor de Sumalao. ¡Escándalo en la fiesta religiosa!
La pesadilla sonora de la alarma de “Cruz del Sur”
Según reportes de vecinos indignados, la alarma de una empresa llamada “Cruz del Sur”, ubicada junto a una estación de servicio Shell en las afueras de Sumalao, ha generado una ola de quejas por los fuertes ruidos, que parecen resonar incesantemente, convirtiendo las noches en un verdadero tormento para quienes residen cerca. El clamor público revela una situación intolerable, donde el constante sonido de la alarma afecta la salud, especialmente la de niños con problemas médicos. ¿Indiferencia corporativa o falta de control municipal? Esa es la pregunta que todos se hacen.
Los reclamos directos a la empresa “Cruz del Sur” han sido recibidos con una respuesta tan exasperante como insultante: “no sabemos por qué suena”. ¿De verdad no saben?, ¿O es una burla a la comunidad? Los vecinos desesperados buscan soluciones antes de que la situación se agrave aún más. Los silencios de las autoridades locales, la indiferencia frente a la angustia de sus ciudadanos, solo engrosan las sospechas de negligencia. El pueblo clama justicia en medio de la bulla.
Vendedores ambulantes: excluidos de la fiesta religiosa
En medio de la creciente indignación por los ruidos de la alarma, la sombra de la injusticia cae sobre las 15 familias de vendedores ambulantes que se dedican a la venta de productos regionales. En un giro cruel del destino, estas familias, pilares de la economía local, se encontraron con las entradas al pueblo de Sumalao valladas por la policía. Estas personas, que viven al borde de la pobreza, habían invertido todo en sus productos, solo para toparse con la dura realidad de la prohibición. Un golpe letal a la subsistencia de estas personas.
A pesar de poseer un permiso oficial firmado por el intendente, Javier Wayar, el Comité Operativo de Emergencia (COE) local optó por cerrar las puertas a estos trabajadores. La ironía del COE es que impidieron la entrada bajo un supuesto protocolo sanitario para evitar contagios, una medida que ha sido recibida con profundo escepticismo. Los vecinos de Sumalao no solo han denunciado la arbitrariedad del COE, sino también el total abandono por parte de las autoridades locales y provinciales.
Josefa Carrizo, una de las afectadas, cuenta a través de lágrimas que apenas sobrevive con su jubilación mínima, que es afectada por los préstamos y los altos costos de vida. Su sacrificio, la inversión hecha con la ilusión de ayudar a su familia, se han venido abajo. Otros también se unen al reclamo, describiendo situaciones de precariedad económica que solo hace más grave la decisión. Mientras las autoridades se mantienen firmes en su decisión, ignorando el clamor de la gente y las consecuencias de su prohibición, las familias ven desvanecerse sus esperanzas.
El párroco Sergio Choque, conmovedoramente, hace un llamado a las autoridades, para que reconsideren la situación. El reconoce la difícil situación que enfrentan las familias de vendedores ambulantes, quienes intentan trabajar de manera honesta, aportando sus productos a la fiesta del Señor de Sumalao. Su voz se une a la de los afectados, clamando por la compasión y el entendimiento.
El dilema de Sumalao: ¿fiesta o silencio?
La situación en Sumalao se ha convertido en un caso que refleja la profunda desigualdad que impera en muchos lugares, entre la indiferencia de la burocracia ante los problemas de sus ciudadanos y la vulnerabilidad de aquellos con pocos recursos. La falta de diálogo, de comprensión y de apoyo por parte de los gobernantes agrava la problemática de estos pueblos.
En medio de las celebraciones religiosas, la festividad ha sido manchada por el escándalo que generan el ruido excesivo de la empresa y el impedimento a los vendedores ambulantes. La imagen de un Sumalao sereno y festivo se ha roto, dando paso a una realidad marcada por la injusticia. ¿Qué queda para el pueblo? La pregunta queda en el aire mientras las autoridades se mantienen impasibles ante el dolor y la angustia de su pueblo. ¿Podrá recuperarse Sumalao de estas circunstancias tan adversas?
Mientras la alarma sigue resonando con su infernal sonido y la prohibición mantiene a las familias sin la posibilidad de obtener ingresos, Sumalao se debate entre la fiesta y el silencio, entre la esperanza y la desesperación. Solo el tiempo dirá si se encontrarán soluciones para esta problemática y si Sumalao podrá recuperar su paz y tranquilidad.