La guerra civil en Siria, que se ha extendido por más de una década, ha entrado en una nueva fase de intensidad con la reciente ofensiva rebelde en Alepo. Este estratégico enclave, la segunda ciudad más grande de Siria, ha sido escenario de feroces combates entre las fuerzas del régimen de Bashar al-Assad, respaldadas por Irán y Rusia, y una coalición de grupos insurgentes, algunos de los cuales cuentan con el apoyo de Turquía. La irrupción de milicias pro-iraníes en el conflicto y la firme declaración de apoyo de Rusia a Al-Assad añaden una nueva capa de complejidad a una guerra que ya ha cobrado la vida de cientos de miles de personas y ha desplazado a millones más.
El avance rebelde y la respuesta de las milicias pro-iraníes
El avance rebelde en Alepo, liderado por el grupo yihadista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), ha puesto en jaque al régimen sirio, que ha tenido que recurrir a sus aliados para contener la ofensiva. En respuesta a la amenaza, milicias respaldadas por Irán, incluyendo combatientes iraquíes de Hashd al-Shaabi, Kataib Hezbollah y Fatemiyoun, han cruzado la frontera desde Irak para reforzar las filas del ejército sirio. Estas milicias, conocidas por su experiencia en combate y su lealtad a Teherán, han sido fundamentales para Al-Assad en momentos críticos de la guerra. Su llegada a Alepo indica la importancia estratégica de la ciudad y la determinación de Irán de mantener su influencia en Siria.
La movilización de estas milicias no solo busca repeler el ataque rebelde, sino también asegurar el control del territorio sirio y consolidar la presencia iraní en la región. Para Irán, Siria es un aliado crucial en su estrategia geopolítica en Medio Oriente, que busca contrarrestar la influencia de Estados Unidos e Israel. El apoyo a Al-Assad le permite a Teherán mantener una ruta de suministro terrestre hacia Hezbollah en el Líbano y proyectar su poder en la zona.
Rusia reafirma su compromiso con Al-Assad
En paralelo a la intervención de las milicias iraníes, Rusia ha reiterado su apoyo incondicional al régimen de Al-Assad. El Kremlin ha calificado la ofensiva rebelde como un intento de “socavar la soberanía y la estabilidad” de Siria y ha expresado su compromiso con la “integridad territorial” del país. Este respaldo se traduce en un apoyo militar continuo, que incluye bombardeos aéreos contra posiciones rebeldes y el suministro de armamento al ejército sirio.
La postura de Rusia en Siria está motivada por intereses geopolíticos y estratégicos. Moscú busca mantener su influencia en la región, proteger sus bases militares en el país y contrarrestar la expansión de la OTAN. El apoyo a Al-Assad le permite a Rusia proyectar su poder en el Mediterráneo oriental y asegurar su acceso a puertos estratégicos. Además, la intervención rusa en Siria ha permitido a Moscú probar su armamento y fortalecer su posición como actor global.
Un conflicto con implicaciones regionales e internacionales
La escalada del conflicto en Siria tiene el potencial de desestabilizar aún más la región y generar un enfrentamiento directo entre las potencias involucradas. La presencia de actores como Irán, Rusia, Turquía, Estados Unidos e Israel, con intereses divergentes, aumenta el riesgo de una confrontación a gran escala. La posibilidad de que el conflicto se extienda a países vecinos, como Irak o Líbano, no puede ser descartada.
La comunidad internacional, a través de la ONU, ha intentado mediar en el conflicto sirio, pero con escaso éxito. La falta de un acuerdo político entre las partes en conflicto y la intervención de potencias extranjeras han dificultado la búsqueda de una solución pacífica. El futuro de Siria sigue siendo incierto, y la posibilidad de una guerra prolongada, con devastadoras consecuencias humanitarias, es una realidad latente.
El impacto humanitario de la guerra
Más allá de las implicaciones geopolíticas, la guerra en Siria ha tenido un impacto devastador en la población civil. Millones de personas han sido desplazadas de sus hogares, convirtiéndose en refugiados en países vecinos o en desplazados internos dentro de Siria. La infraestructura del país ha sido destruida, la economía está en ruinas y la crisis humanitaria es una de las más graves del siglo XXI.
La comunidad internacional ha respondido con ayuda humanitaria, pero las necesidades son enormes y los recursos insuficientes. La situación en Siria es un recordatorio de la tragedia de la guerra y la necesidad de encontrar soluciones pacíficas a los conflictos. El sufrimiento del pueblo sirio exige una acción global coordinada para poner fin a la violencia y reconstruir el país.