El silencio de la vicepresidenta Victoria Villarruel tras la andanada de críticas del presidente Javier Milei y la posibilidad de enfrentar problemas judiciales se ha convertido en el centro de la escena política. Su ausencia en redes sociales y en declaraciones públicas desde la controvertida sesión del Senado que expulsó a Edgardo Kueider, ha alimentado las especulaciones sobre su futuro político y la creciente tensión dentro del oficialismo. Este silencio estratégico, analizado por algunos como una forma de evitar profundizar el conflicto, contrasta con la virulencia de los ataques recibidos, que van desde acusaciones de traición hasta cuestionamientos sobre la legalidad de sus actos.
La sesión del Senado y la amenaza judicial: el origen de la crisis
La decisión de Villarruel de presidir la sesión del Senado que expulsó a Kueider, mientras Milei se encontraba en Italia, desató una tormenta política. La principal acusación radica en que, al asumir la presidencia interina del país durante la ausencia de Milei, Villarruel no podría haber encabezado la sesión, incurriendo potencialmente en “usurpación de títulos y honores”. Este argumento, esgrimido por el propio Milei y amplificado por figuras como la diputada Lilia Lemoine, ha puesto a Villarruel en una situación delicada, donde cada palabra o acción podría tener consecuencias legales.
Además de la posible usurpación de funciones, se cuestiona si el traspaso de mando se realizó correctamente. Se investigan los tiempos y las comunicaciones entre el personal de Villarruel y la Casa Rosada, buscando determinar si hubo “algunas horas de acefalía” que constituirían un delito. La incertidumbre sobre la legalidad de sus acciones ha obligado a Villarruel a adoptar un perfil bajo, mientras evalúa sus opciones legales y políticas.
El silencio como estrategia y la presión del oficialismo
Ante la complejidad del escenario, Villarruel ha optado por el silencio. Esta estrategia, aconsejada posiblemente por sus asesores legales, busca evitar que cualquier declaración pueda ser utilizada en su contra en una potencial causa judicial. Sin embargo, el silencio también ha generado incomodidad en algunos sectores del oficialismo y ha dado lugar a nuevas interpretaciones.
Mientras tanto, las voces más críticas dentro del espacio libertario, como Lilia Lemoine y el periodista español Javier Negre, continúan atacando a Villarruel. Las acusaciones van desde la “victimización” hasta la desobediencia y la conspiración para construir un liderazgo alternativo dentro de La Libertad Avanza. La presión sobre la vicepresidenta aumenta con cada día que pasa, haciendo más difícil mantener su silencio.
La ruptura de la reconciliación y la desconfianza
A fines de noviembre, se intentó una reconciliación entre Milei y Villarruel. Emilio Viramonte, colaborador de la vicepresidenta, se reunió con Santiago Caputo, operador político cercano a Milei, para acercar posiciones. Sin embargo, el acuerdo fracasó y la tensión se reavivó con mayor intensidad. Las acusaciones cruzadas y la falta de comunicación evidencian una profunda desconfianza entre ambos líderes.
Según allegados a Villarruel, la falta de lógica en los ataques recibidos y la ausencia de diálogo previo a las críticas públicas han generado un clima de resignación en su entorno. “Hacemos lo que nos piden, armamos lo que nos piden y nos pegan igual”, señalan con frustración. La percepción es que no hay forma de recomponer el vínculo con Milei y que la situación solo puede empeorar.
El futuro político de Villarruel y las implicaciones para el gobierno
El silencio de Villarruel no puede mantenerse indefinidamente. En algún momento, deberá responder a las acusaciones y definir su posición frente a Milei. Las opciones son limitadas y cada una de ellas conlleva riesgos. Una confrontación directa con el presidente podría derivar en su expulsión de La Libertad Avanza, mientras que una sumisión total podría debilitar su imagen y su liderazgo.
La crisis entre Milei y Villarruel tiene implicaciones que van más allá de la disputa personal. La estabilidad del gobierno, la cohesión de la coalición oficialista y la imagen de Argentina en el exterior se ven afectadas por esta pugna interna. El desenlace de este conflicto podría redefinir el panorama político del país en los próximos meses.
En un contexto de alta polarización y con la mirada puesta en las próximas elecciones, las decisiones que tome Villarruel en los próximos días serán determinantes no solo para su futuro político, sino también para el del gobierno de Javier Milei. Su silencio actual, cargado de tensión e incertidumbre, anticipa una tormenta política que podría cambiar el rumbo de Argentina.