El Monumental vibró con una mezcla de tristeza y euforia. River Plate goleó 4-0 a Rosario Central, pero el resultado quedó en segundo plano. La noche del domingo fue un homenaje a Máximo Gallardo, padre de Marcelo, recientemente fallecido. Cada gol, cada abrazo, cada cántico de la hinchada, resonó con una carga emotiva pocas veces vista en el fútbol argentino.
Un minuto de silencio que habló por miles
Antes del pitazo inicial, el silencio se apoderó del estadio. Un minuto de silencio en honor a Máximo Gallardo, figura entrañable del club, no solo por ser el padre del Muñeco, sino por su propio recorrido en la institución. Dirigió las divisiones inferiores y el equipo Senior, dejando una huella imborrable en la historia riverplatense. La emoción se palpaba en el aire, en los rostros de los jugadores, en las lágrimas contenidas de Marcelo Gallardo.
El público, conmovido, acompañó el homenaje con aplausos respetuosos. Una ovación que se transformó en un grito de aliento para el equipo y para el Muñeco, quien visiblemente afectado, agradeció el gesto desde el banco de suplentes.
Goles con dedicatoria especial
River salió a la cancha con la misión de ganar, pero también con el corazón cargado de emociones. El primer tiempo fue parejo, con pocas situaciones claras de gol. Pero en el último minuto, apareció la magia de Pablo Solari. Una gran jugada colectiva, iniciada por Colidio y continuada por el Diablito Echeverri, terminó con el delantero definiendo con sutileza ante la salida de Fatura Broun.
El festejo fue un abrazo colectivo. Todos los jugadores corrieron hacia Gallardo, fundiéndose en un abrazo que simbolizaba mucho más que un gol. Era un desahogo, un homenaje, una muestra de apoyo incondicional en un momento difícil.
En el segundo tiempo, River amplió la ventaja con goles de Borja, Solari nuevamente y el Pity Martínez, de penal. Cada festejo fue una réplica del primero, con los jugadores buscando la cercanía de Gallardo, compartiendo la alegría del gol, pero también el dolor por la pérdida. El Pity, autor del cuarto gol, no pudo contener las lágrimas al abrazar a su mentor.
Más allá del resultado
El 4-0 fue contundente, pero anecdótico. Lo importante trascendió el resultado. River jugó para Máximo, para Marcelo, para la familia Gallardo. La hinchada acompañó, alentó y se emocionó junto a su equipo. Fue una noche de fútbol, pero también de homenaje, de unión y de sentimientos a flor de piel.
Máximo Gallardo, presente en cada rincón del Monumental, seguramente habría estado orgulloso del equipo y de su hijo. Su legado en River, más allá de lo deportivo, se basa en los valores humanos, en la pasión por el club y en la formación de jóvenes talentos. Valores que se vieron reflejados en la actitud del equipo dentro y fuera de la cancha.
El fútbol, a veces, es mucho más que un juego. Es un espacio donde se expresan emociones, donde se construyen lazos y donde se rinden homenajes. La noche del domingo en el Monumental fue una muestra cabal de ello.
River ganó, goleó y convenció, pero la victoria más importante fue la del sentimiento, la del homenaje a un hombre que dedicó su vida al club. Una victoria que quedará grabada en la memoria de todos los presentes.
El legado de Máximo Gallardo, al igual que el de su hijo Marcelo, seguirá vivo en el corazón de todos los riverplatenses.