El primer año de Javier Milei en la presidencia argentina ha estado marcado por profundas transformaciones económicas, decisiones audaces y resultados dispares. Su programa, basado en el liberalismo económico, prometió un cambio radical en el manejo de las variables macroeconómicas clave: el dólar, la inflación y la deuda. Sin embargo, la realidad ha mostrado una complejidad que excede las expectativas iniciales, generando un intenso debate social sobre la efectividad y el impacto real de las medidas implementadas.
El dólar: ¿calma o atraso cambiario?
La devaluación inicial del peso argentino, que llevó al dólar oficial a $600 y al paralelo por encima de los $1000, fue una de las primeras medidas de Milei. Tras una escalada que alcanzó los $1500 a mediados de julio, el gobierno implementó un control estricto de la emisión monetaria y la venta de dólares en el mercado paralelo para reabsorber pesos, logrando una tendencia bajista en la cotización.
A pesar de esta aparente estabilidad, con un dólar paralelo cerrando el año en torno a los $1050, muchos economistas advierten sobre un atraso cambiario preocupante. La inflación, aunque en descenso, se mantiene muy por encima de la variación del dólar, generando un encarecimiento de los costos en dólares que afecta la competitividad de las exportaciones y facilita las importaciones.
Este desfasaje, producto de un dólar artificialmente bajo, podría tener consecuencias negativas para el sector productivo y la balanza comercial en el mediano plazo. La pregunta que surge es si la calma cambiaria actual es sostenible o si se trata de una burbuja a punto de estallar.
La inflación: ¿desinflación o recesión?
La lucha contra la inflación ha sido el caballito de batalla de Milei. Tras el pico del 25,5% en diciembre de 2023, la inflación comenzó un descenso gradual, llegando a un dígito en abril y ubicándose en torno al 3% en los últimos meses del año. El gobierno atribuye este logro al ajuste fiscal y monetario, pero otros analistas señalan que la fuerte recesión económica ha sido un factor determinante en la desaceleración de los precios.
La caída de la actividad económica, estimada en un 3% para 2024, ha impactado negativamente en el consumo, la inversión y el empleo. La pérdida del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, sumada a la quita de subsidios y el aumento de tarifas, ha deprimido la demanda interna, contribuyendo a la desinflación pero a costa de un alto costo social.
El debate social: ¿optimismo o escepticismo?
El primer año de Milei ha generado una profunda división en la sociedad argentina. Mientras el gobierno destaca la estabilización del dólar, la reducción de la inflación y el saneamiento de las cuentas públicas, muchos sectores cuestionan el costo social del ajuste, la falta de inversión productiva y la sostenibilidad del modelo a largo plazo.
Las perspectivas para 2025 son inciertas. El gobierno apuesta a que la inflación se estabilice en torno al 2,5% para reducir aún más el ritmo de devaluación y dar el golpe final a la inflación. Sin embargo, la deuda pública, que supera los U$S 460.000 millones, y las negociaciones con el FMI para un nuevo acuerdo, añaden un factor de incertidumbre al panorama económico.
La discusión sobre si el modelo económico de Milei es un ajuste “bestial” necesario para sanear la economía o una “burbuja financiera” destinada a estallar continúa abierta. El tiempo dirá si las medidas implementadas logran sentar las bases para un crecimiento sostenible o si, por el contrario, profundizan los desequilibrios estructurales de la economía argentina.
En este contexto de incertidumbre, la sociedad argentina se enfrenta a un debate crucial sobre el rumbo económico del país. ¿Es el camino del ajuste y la ortodoxia económica la única salida posible o existen alternativas que permitan conciliar la estabilidad macroeconómica con el desarrollo social y la justicia distributiva?