El mundo diplomático se estremece ante la decisión del gobierno argentino de ignorar el encuentro conmemorativo de los 40 años del Tratado de Paz con Chile, un acto organizado por el mismísimo Papa Francisco. ¡Un desplante de proporciones bíblicas, o al menos eso dicen los detractores del gobierno de Javier Milei!
El Vaticano en shock: ¿Desaire o estrategia maestra?
La ausencia del canciller Gerardo Werthein ha generado un tsunami de indignación y especulación. ¿Se trata de un error de cálculo monumental, una declaración de principios contra la Iglesia, o una estrategia para provocar una reacción que beneficie a la gestión Milei? Las teorías conspirativas se multiplican como conejos en primavera.
El encuentro, previsto para mañana en la Sala Regia del Palacio Apostólico, el lugar mismo donde se firmó el tratado en 1984, estará presenciado por el Papa Francisco y el canciller chileno, Alberto van Klaveren. Mientras tanto, nuestro representante será una pequeña delegación liderada por el embajador argentino ante la Santa Sede, Luis Pablo Beltramino. ¡Un escuadrón de uno, para enfrentar al poder del Vaticano!
La furia de los ex cancilleres: Un coro de indignación
Cinco ex cancilleres, de distintos gobiernos y colores políticos, han unido sus voces en un comunicado incendiario. Califican la ausencia del canciller Werthein como un “gesto de semejante desprecio gratuito”, un “claro menosprecio hacia la diplomacia papal”, y un atentado contra décadas de trabajo diplomático. ¡El fantasma de la guerra fría parece rondar estos días de supuesta armonía internacional!
Rafael Bielsa, Jorge Taiana, Susana Malcorra, Felipe Solá y Santiago Cafiero, en un gesto de inusual unidad, han manifestado su incomprensión y condena. ¡Cinco contra uno, o cinco contra el sistema!
Para los ex cancilleres, este acto representa no solo un desaire al Vaticano, sino una falta de respeto al pueblo argentino, a Chile, y a la misma historia. El tratado de paz, dicen, selló un nuevo capítulo de cooperación e intercambio que hoy está en riesgo de ser devastado por el viento político del nuevo Gobierno.
La UCR suma su voz: Un llamado a la cordura (o la diplomacia)
La Unión Cívica Radical (UCR), a través de un comunicado, también se sumó a las críticas. Exigen la presencia del canciller argentino en el evento, resaltando la importancia histórica del Tratado de Paz y recordando el papel clave de la Iglesia en su resolución. ¡Un llamado a la mesura, en medio de la tempestad política!
Martín Lousteau, presidente de la UCR, y su partido, no se han quedado callados. La UCR recuerda los riesgos de ignorar acuerdos internacionales y dejarse llevar por las pasiones internas del país.
Werthein defiende lo indefendible (o al menos lo intenta)
El canciller Werthein, en medio de la tormenta mediática, salió a intentar apagar el incendio. Según él, la decisión de no asistir tiene que ver con un “desencuentro” con la delegación chilena en el G20 de Brasil. Un encuentro poco amigable con el cardenal Pietro Parolin es el culpable. ¡El cardenal, el nuevo chivo expiatorio de la política argentina!
Pero ¿es creíble esta explicación? Algunos dudan seriamente de las intenciones de Werthein. ¿Ocurrió algún suceso en particular? ¿Habrá tensiones ocultas que solo el futuro podrá revelar?
Werthein asegura que la relación con el Vaticano es “excelente”, y que estará “muy gustoso” de visitar al Papa más adelante. ¡Una promesa que intentará mantener en el futuro, cuando las aguas se calmen!
La polémica sigue latente
La ausencia de Argentina en un evento tan significativo ha desatado una polémica mayúscula. Mientras el gobierno intenta justificar su decisión con una serie de enigmáticas referencias, la oposición califica este hecho como un agravio monumental. Un desplante, una falta de respeto, una decisión incomprensible. Los calificativos son numerosos. ¿Cuál será la verdad detrás de la ausencia?
El tiempo lo dirá, pero por ahora, la polémica sigue dando de qué hablar. Las redes sociales arden con comentarios a favor y en contra de esta decisión, creando un auténtico culebrón diplomático de escala internacional. Este evento, lejos de unir al pueblo argentino, parece ser una nueva grieta en la fragmentada realidad política del país.