El mundo diplomático está conmocionado. La ausencia del canciller argentino, Gerardo Werthein, en un evento de suma importancia en el Vaticano ha desatado una ola de críticas, indignación y especulaciones que prometen mantener la llama de la controversia encendida durante semanas. El evento, una ceremonia para conmemorar los 40 años del histórico Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile, ha sido eclipsado por la sorprendente decisión del gobierno argentino de no enviar a su canciller, generando un vacío diplomático de proporciones mayúsculas.
La furia de los exministros: un coro de voces indignadas
Cinco excancilleres argentinos, figuras respetadas en el ámbito diplomático internacional, han salido al cruce con una declaración conjunta que no deja lugar a dudas. En un comunicado que resonó en todos los medios, tildaron de “desprecio gratuito” y “gesto incomprensible” la decisión del gobierno de Javier Milei de no participar en el acto. Firmas prestigiosas como las de Rafael Bielsa, Jorge Taiana, Susana Malcorra, Felipe Solá y Santiago Cafiero avalan el peso de la crítica, que pone en jaque la política exterior del nuevo gobierno.
Las palabras no se quedaron cortas: ‘Un menosprecio hacia la diplomacia papal’, declararon con firmeza, enfatizando el rol clave que ha jugado el Vaticano en la arquitectura de la paz regional. El Tratado de Paz y Amistad, logrado tras una larga mediación, significó un hito histórico y según los exministros, su ignorancia deliberada es una afrenta a la historia y a las relaciones bilaterales con Chile.
La contundencia del mensaje de los excancilleres se centra en el desprecio hacia las ‘mejores tradiciones diplomáticas argentinas’, argumentando que este acto pone en riesgo décadas de trabajo y de liderazgo internacional ganado con esfuerzo. Las insinuaciones de un daño irreparable a la imagen de Argentina en el escenario global se ciernen como una sombra amenazante sobre las relaciones internacionales del país.
El Vaticano reacciona: un silencio incómodo, una paciencia ‘infinita’
Si bien las fuentes vaticanas prefieren mantener una discreción digna de una diplomacia centenaria, el eco de la ausencia argentina no ha pasado desapercibido en los pasillos del Vaticano. Si bien la ceremonia sigue adelante y el evento no se canceló, una alta fuente de la Secretaría de Estado reconoció la situación como “lamentable” y habló de la necesidad de ‘tener paciencia’. La referencia velada a las tensiones y peculiaridades del gobierno argentino no deja dudas de la incomodidad que ha causado el evento. Las diferencias entre los presidentes argentino, Javier Milei y el chileno, Gabriel Boric, parecen flotar en el ambiente. En una reunión del G-20, Boric criticó el discurso ultra liberal de su par argentino, quizás disparando esta crisis.
Otras voces dentro del Vaticano describieron a Milei como una figura “disruptiva”, comparándola incluso con Donald Trump, enfatizando la voluntad disruptiva en términos diplomáticos. La referencia sutil, pero clara, a la posible ruptura del protocolo diplomático indica un cierto malestar y preocupación por esta situación de la que no se ven los beneficios para nadie. La decisión de Milei de reducir el nivel de la delegación argentina, reemplazando al canciller por un embajador, ha sido interpretada por los observadores como una maniobra poco ortodoxa y poco habitual para una ceremonia de este tipo.
En contraste con la mínima delegación argentina, Chile envió a su canciller y otras figuras importantes de su gobierno. Este contraste en el nivel de las delegaciones refleja, sin lugar a dudas, una falta de consideración del gobierno argentino hacia la importancia del tratado y la propia ceremonia. El comentario de un monseñor, atribuyendo las acciones de Milei a que ‘menos él, todo es casta’ resume con amargura y sarcasmo el clima en el Vaticano
Un nuevo capítulo en la diplomacia argentina: ¿un nuevo inicio o un grave error?
La ausencia del canciller argentino en este trascendental evento no solo ha generado una crisis diplomática, sino que también ha abierto un debate interno en Argentina. Expertos y analistas coinciden en que esta decisión podría tener consecuencias imprevistas a largo plazo, afectando la relación bilateral con Chile y dañando la imagen internacional de Argentina. Lo que resta saber es si Milei y su equipo calculan, efectivamente, estas consecuencias
Las críticas de los excancilleres han generado un acalorado debate en el país, exacerbando las divisiones políticas y creando un clima de tensión. Mientras algunos defienden la decisión gubernamental con argumentos económicos, la mayoría condena el desplante diplomático. La reacción del Vaticano, aunque mesurada, confirma las preocupaciones que ha suscitado la postura del gobierno argentino en la escena internacional.
El futuro de las relaciones bilaterales entre Argentina y Chile, y la propia política exterior de Argentina se encuentran en un punto de inflexión, mientras se hace esperar el siguiente capítulo de esta ya extensa historia
Solo el tiempo dirá si la ausencia de Werthein en el Vaticano representa un error político imperdonable o el inicio de una nueva era en la diplomacia argentina, aunque los primeros indicios apuntan a que es muy posible que, independientemente de cual sea la intención, el resultado sea perjudicial
Cabe destacar que, a pesar del vacío de poder dejado por la ausencia del canciller argentino, la ceremonia continúa en el Vaticano. La presencia del canciller chileno, Alberto van Klaveren, no solo demuestra el compromiso de Chile con la paz entre ambos países, sino que también sirve como un contrapunto a la polémica generada por la decisión argentina.
El desenlace de esta situación y el impacto que tendrá a largo plazo tanto en la relación entre Argentina y Chile, como en la imagen internacional de Argentina es aun incierto. Solo el tiempo mostrará las consecuencias de esta controvertida decisión, y si los cálculos de Milei resultaron ser correctos o no.