¿Qué sentirías si tu hijo, al salir de la escuela, fuera detenido y esposado en una manifestación? Esta es la historia de Armando y Lautaro, dos menores cuya pesadilla en la Plaza de Mayo expone una dura realidad: la vulnerabilidad de la infancia frente a la represión.
Un miércoles de furia: La detención que marcó a Armando y Lautaro
El reloj marcaba las 17:30 del miércoles. Armando, de 12 años, y Lautaro, de 14, estudiantes de una escuela técnica en la calle Lavalle, se encontraron con una ciudad convulsionada. Colectivos desviados, calles cortadas y una Plaza de Mayo tomada por la tensión. Su intento de volver a casa se convirtió en una experiencia traumática.
Salían del colegio, estaban a pocas cuadras de ahí y al no haber colectivos para poder viajar empezaron a deambular y caminar para ver por dónde podían ir, porque no conocen mucho por ahí
Así relató Mariela Gómez, la madre de Lautaro, el inicio del calvario que vivieron los menores.
El mate que desató el caos
En medio del desconcierto en la Plaza de Mayo, un mate, parte de la rutina escolar de los jóvenes, salió volando. Inexplicablemente, este hecho desencadenó la furia policial. Sin mediar palabra, Armando y Lautaro fueron detenidos, acusados de arrojar piedras contra la Casa Rosada.
Había corridas, disparos y se asustaron. El compañero de él que tenía un mate, porque llevan mate al colegio, se ve que el mate voló en medio de las corridas. Los policías los agarraron y pusieron que ellos tiraban piedras a la Casa Rosada
Mariela no ocultaba su indignación al recordar el absurdo motivo de la detención.
Dos horas de terror: El calvario de una detención injusta
Lo que siguió fue un verdadero calvario. Durante dos interminables horas, Armando y Lautaro permanecieron esposados, con las manos atadas a la espalda, contra las rejas de la Casa Rosada. El frío calaba hondo, el miedo atenazaba sus corazones y la incertidumbre los consumía. Dos niños tratados como criminales, despojados de sus derechos más básicos.
La voz de Mariela temblaba al denunciar: “Los dos nenes estuvieron con precintos por dos horas. Además, los chicos estuvieron bajo el frío y no los dejaron ir al baño”.
Afortunadamente, dos mujeres que presenciaron la injusta detención se quedaron junto a los niños, brindándoles apoyo y evitando que la situación empeorara. Su acto de valentía y solidaridad fue un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.
Mariela expresó su gratitud: “Dos mamás que se quedaron ahí, unas señoras que vieron toda la situación y se quedaron con ellos acompañándolos y no dejaron que les hagan un montón de cosas, ni que se los lleven”.
Incomunicados y aterrorizados
La incomunicación fue otro golpe cruel. Los niños, desesperados por contactar a sus familias, se vieron impedidos de hacerlo. Lautaro, presa del pánico, fue incapaz de recordar el número de teléfono de su madre. La angustia se apoderó de ellos, creciendo con cada minuto que pasaba.
Con la voz entrecortada, Mariela relató: “Recién como a las nueve de la noche se pudo comunicar conmigo una de estas mamás, porque mi hijo de los nervios no se acordaba del número de celular. El nene tenía el celular en el bolsillo, pero no se lo dejaban agarrar”.
La liberación y la búsqueda de respuestas
Tras horas de angustia, Mariela finalmente llegó a la Plaza de Mayo y encontró a su hijo custodiado por la policía y las dos mujeres que se habían convertido en sus ángeles guardianes. La liberación llegó con la firma de un acta, un trámite que no logró calmar su indignación.
“Ahí estaban con la policía, y los liberaron recién cuando firmé un acta. Lo hice en disconformidad, porque ahí figura que tiraron piedras y los chicos y los testigos dicen otra cosa”, explicó Mariela, dejando en claro su rechazo a la versión policial.
La detención de Armando y Lautaro plantea interrogantes inquietantes: ¿Cómo es posible que dos niños sean tratados como delincuentes? ¿Qué mensaje transmitimos cuando la represión se ensaña con los más vulnerables?
Más allá del caso: Un patrón de represión y criminalización
Este episodio no es un hecho aislado. Se inscribe en una serie de operativos policiales que buscan criminalizar la protesta social y sembrar el miedo en la población. Una estrategia que socava los principios democráticos y los derechos humanos.
Es fundamental que las autoridades políticas asuman su responsabilidad y expliquen por qué se llegó a este extremo. La sociedad exige respuestas claras y medidas concretas para evitar que este tipo de situaciones se repitan.
La historia de Armando y Lautaro es un llamado a la reflexión. Nos recuerda la importancia de proteger a la infancia y de defender los derechos humanos en todas las circunstancias. En un país marcado por la memoria, no podemos permitir que se repitan las imágenes más oscuras de nuestro pasado. La detención de estos dos menores en la Plaza de Mayo es una herida que exige ser sanada con verdad, justicia y reparación.
Si te interesa saber más sobre organizaciones que defienden los derechos de los niños, puedes visitar los siguientes enlaces:
- UNICEF: [https://www.unicef.org/]
- Save the Children: [https://www.savethechildren.org/]
- Amnistía Internacional: [https://www.amnesty.org/]