La Atención Primaria de Salud en España se encuentra en una situación crítica. Años de promesas incumplidas, planes estratégicos que se quedan en papel mojado y una falta de inversión real han llevado al sistema al borde del colapso. Mientras los políticos se enzarzan en debates estériles, la realidad es que los centros de salud están saturados, los profesionales desbordados y los pacientes cada vez más desatendidos. ¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo que la salud de los ciudadanos sea moneda de cambio en el juego político?
Planes estratégicos: ¿papel mojado?
En 2019, se presentó con bombo y platillo el ‘Marco Estratégico para la Atención Primaria y Comunitaria’. Un documento lleno de buenas intenciones que pretendía revitalizar este pilar fundamental del sistema sanitario. Sin embargo, casi seis años después, la realidad es que poco o nada ha cambiado. Los problemas que aquejaban a la Atención Primaria siguen ahí, agravados por la pandemia y la falta de medidas concretas.
No se trata de un caso aislado. A este marco estratégico le han sucedido otros planes de acción, pero ninguno ha logrado traducirse en mejoras tangibles para los ciudadanos ni para los profesionales. La pregunta que surge es inevitable: ¿sirven realmente estos planes o son simplemente una forma de acallar las críticas y simular que se está haciendo algo?
La raíz del problema: falta de inversión y voluntad política
El problema de la Atención Primaria no se soluciona con parches ni con planes que se quedan en el cajón. Requiere un compromiso firme y sostenido por parte de las administraciones, que se traduzca en una inversión real y en medidas valientes que aborden las causas estructurales del problema.
La infrafinanciación crónica del sistema es una realidad innegable. La Atención Primaria recibe un porcentaje irrisorio del presupuesto sanitario total, lo que impide dotarla de los recursos humanos y materiales necesarios para atender adecuadamente a la población.
A esto se suma la falta de profesionales. La precariedad laboral, las malas condiciones de trabajo y la sobrecarga asistencial han provocado una fuga de talentos hacia otros países o hacia la sanidad privada. ¿Cómo podemos pretender una Atención Primaria de calidad si no hay médicos ni enfermeras suficientes para atender a los pacientes?
Pero el problema no es solo económico. También hay una falta de voluntad política para abordar las reformas necesarias. Los partidos se culpan mutuamente, se enredan en debates estériles y no asumen la responsabilidad que les corresponde. Mientras tanto, el sistema se deteriora y los ciudadanos pagan las consecuencias.
Consecuencias para el sistema sanitario
El deterioro de la Atención Primaria tiene consecuencias graves para todo el sistema sanitario. Al no poderse resolver los problemas de salud en este primer nivel asistencial, se produce un aumento de las derivaciones a los hospitales, lo que colapsa las urgencias y las consultas externas.
Esto genera un círculo vicioso: más gasto, más listas de espera, peor atención y mayor insatisfacción tanto para los pacientes como para los profesionales. Al final, quienes más sufren son los ciudadanos, que ven cómo su derecho a la salud se ve comprometido.
¿Qué podemos hacer?
No podemos resignarnos a un sistema sanitario en decadencia. Es necesario exigir a nuestros representantes políticos que asuman su responsabilidad y tomen medidas urgentes para revitalizar la Atención Primaria. La salud no puede ser un lujo, sino un derecho fundamental que debe garantizarse a todos los ciudadanos.
Es hora de pasar de las palabras a los hechos. Necesitamos una mayor inversión en Atención Primaria, una mejora de las condiciones laborales de los profesionales y un compromiso real con la calidad asistencial. Solo así podremos construir un sistema sanitario fuerte y sostenible que garantice la salud de todos.
La sociedad civil debe movilizarse y exigir soluciones. No podemos permitir que la salud de las personas siga siendo rehén de la inacción política. El futuro de nuestro sistema sanitario depende de ello.