Hace casi seis años, se nos encomendó la tarea de coordinar la elaboración de un Marco Estratégico para la Atención Primaria y Comunitaria (APyC). La esperanza de contribuir a la solución de los problemas que aquejaban a este nivel esencial del sistema sanitario español se desvaneció rápidamente. Dos meses después, renunciamos al proyecto, convencidos de su inutilidad ante la falta de voluntad para abordar las cuestiones estratégicas de fondo. Desde entonces, a aquel documento le han sucedido dos planes de acción, pero la realidad de la APyC sigue marcada por el deterioro y la ineficacia. La pregunta es inevitable: ¿estamos ante una inacción deliberada o una incapacidad para traducir los planes en acciones concretas?
La parálisis estratégica: Diagnóstico de una década de inmovilismo
El problema no radica en la falta de diagnósticos o planes. La APyC ha sido objeto de numerosos análisis y propuestas a lo largo de los años. Sin embargo, la timidez del Gobierno central para abordar las raíces de los problemas del sistema, su pasividad operativa y la tendencia a refugiarse en la elaboración de documentos “estratégicos” que no se traducen en cambios tangibles, han perpetuado una situación de crisis permanente. La elaboración de planes se ha convertido en un fin en sí mismo, un ejercicio burocrático que elude la responsabilidad de implementar soluciones reales.
Mientras tanto, la APyC continúa su declive, sometida a una creciente presión asistencial, falta de recursos y una desmotivación generalizada entre los profesionales. La ciudadanía, principal afectada por esta situación, percibe la ineficacia del sistema y la falta de respuesta a sus necesidades. La brecha entre las promesas y la realidad se agranda, alimentando la frustración y la desconfianza en las instituciones.
El juego de las culpas: Descentralización y responsabilidad política
La descentralización del sistema sanitario español, con las competencias transferidas a las comunidades autónomas, a menudo sirve como excusa para eludir responsabilidades. El Gobierno central se escuda en la autonomía de las regiones, mientras que éstas reclaman mayores recursos financieros y profesionales para implementar las mejoras necesarias. Este juego de las culpas, lejos de solucionar el problema, lo enquista y perpetúa.
Sin embargo, la responsabilidad última recae en el Gobierno central, que tiene la obligación de definir la orientación conceptual y estratégica del sistema, establecer las estructuras generales de los centros y servicios y tomar las grandes decisiones en materia de financiación y planificación. El marco legislativo y las políticas sanitarias emanadas del poder central son determinantes para las actuaciones de los gobiernos autonómicos. Es en este nivel donde se deben impulsar los cambios profundos que requiere la APyC.
Más allá de los parches: La necesidad de un cambio de paradigma
La situación actual exige un cambio de paradigma, un replanteamiento profundo del modelo de atención primaria que vaya más allá de las medidas cosméticas y los parches temporales. Es necesario un enfoque estratégico que aborde las causas estructurales del problema: la infrafinanciación crónica, la falta de profesionales, la burocratización excesiva y la desconexión entre la APyC y el resto del sistema sanitario.
La solución no pasa por elaborar más planes que acaben acumulando polvo en los cajones de la administración, sino por tomar decisiones valientes que impliquen una transformación real del sistema. Es hora de dejar atrás la inacción y la ineficacia, y apostar por una APyC fuerte, accesible y capaz de dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía.
Se requiere un compromiso político firme para dotar a la APyC de los recursos necesarios, tanto humanos como materiales. Es fundamental invertir en la formación y la retención de profesionales, mejorar las infraestructuras y simplificar los procesos burocráticos que lastran la eficiencia del sistema.
Asimismo, es imprescindible redefinir el rol de la APyC dentro del sistema sanitario, potenciando su capacidad resolutiva y promoviendo la coordinación con otros niveles asistenciales. Solo así se podrá garantizar una atención integral y continua a los pacientes, evitando duplicidades y optimizando los recursos disponibles.