En una declaración escalofriante, Verónica Ojeda, expareja de Diego Maradona y madre de Dieguito Fernando, afirmó ante la justicia: ‘Lo tenían secuestrado’. Sus palabras sacudieron el juicio por la muerte del ídolo, revelando una red asfixiante de control y manipulación que, según ella, lo mantuvo prisionero en sus últimos meses.
El testimonio de Ojeda no solo expuso detalles perturbadores sobre el presunto abandono y despojo que sufrió Maradona, sino que también humanizó al hombre detrás de la leyenda, al padre vulnerable que clamaba por ayuda.
El juicio que busca la verdad
En el juicio se investigan las circunstancias que rodearon la muerte de Maradona, buscando determinar si hubo negligencia por parte del equipo médico a cargo de su cuidado, o si existieron intenciones ocultas detrás de su internación domiciliaria. Los acusados enfrentan cargos que van desde homicidio simple con dolo eventual hasta abandono de persona.
La declaración de Ojeda se centra en los últimos meses de vida de Maradona, intentando reconstruir el calvario que vivió el astro en su entorno más cercano.
El despojo de un ídolo
Ojeda relató con dolor cómo, tras años de distanciamiento, logró retomar el contacto con Diego en 2018, aunque de forma esporádica. ‘Todo su entorno no me dejaba acercar a él’, confesó, señalando directamente a Vanesa Morla y Maximiliano Pomargo, hermana y cuñado de Matías Morla, el último apoderado de Maradona. Según su testimonio, las visitas eran filtradas y la comunicación, limitada, generando en ella la sensación de que Diego vivía un secuestro.
Todo su entorno no me dejaba acercar a él. Sentía que Diego estaba secuestrado.
En un intento por rescatarlo, Ojeda lo llevó a vivir a La Plata. ‘Ahí revivió’, aseguró, describiendo cómo Diego disfrutaba de la compañía de su hijo día por medio. Sin embargo, esta breve felicidad se vio empañada por la constante sensación de que ‘ellos querían verlo mal’, una frase que destila dolor y desconfianza hacia el entorno de Maradona.
Robos, soledad y deterioro: el calvario final
El testimonio de Ojeda describe un escenario de despojo y abandono. ‘En un momento Diego me empezó a decir que le estaban robando’, afirmó, relatando cómo descubrieron el saqueo de una baulera donde se guardaban objetos personales de Maradona. ‘Había hasta cajas vacías’, lamentó, describiendo la sensación de vulnerabilidad y desprotección que sentía Diego.
Pero el robo de bienes materiales no era lo único que preocupaba a Ojeda. ‘Cada vez que yo lo veía me decía ‘llévame con vos”, reveló, describiendo la soledad y el desamparo que percibía en Diego. La presencia constante de personal de seguridad impedía la intimidad y la libre comunicación. ‘La seguridad estaba muy encima, no se podía estar solo con él’, denunció Ojeda.
El deterioro físico y mental de Maradona era evidente. Ojeda describió cómo, en sus visitas, lo encontraba ‘alcoholizado o hablaba despacio’. La aparición de marihuana en la mesita de luz de Diego fue la gota que colmó el vaso. ‘Un día mi hijo fue corriendo a la habitación de Diego y, cuando voy a buscarlo por si había alguien, en su mesita de luz vi marihuana’, testificó, evidenciando la falta de control y cuidado en el entorno de Maradona.
Luque y Cosachov bajo la lupa
Verónica Ojeda no escatimó críticas hacia Leopoldo Luque, el neurocirujano que operó a Maradona del hematoma subdural, y Agustina Cosachov, la psiquiatra que lo trataba. ‘Luque era el doctor de Diego, el que manejaba todo, tenía muy buena relación’, afirmó, describiendo cómo Luque y Cosachov eran quienes tomaban las decisiones sobre la salud de Maradona. Ojeda relató cómo se sintió ‘usada’ por Cosachov, quien le pidió ayuda para entablar un vínculo con Diego, algo que la psiquiatra no lograba por sus propios medios.
La decisión de internar a Maradona en una casa tras la operación también fue objeto de cuestionamiento. ‘Los médicos nos decían a todos que era conveniente internarlo en una casa’, recordó Ojeda, describiendo cómo les aseguraron que contarían con todos los cuidados necesarios, incluyendo médicos y una ambulancia. Sin embargo, la realidad fue muy diferente.
La descripción de la habitación donde dormía Diego en la casa de Tigre es desoladora: ‘Diego dormía en un playroom. Le taparon todas las ventanas y la habitación tenía una puerta que no llegaba al piso y entraba el sol. En el cuarto había una silla con un inodoro, como un bebé’, relató Ojeda, evidenciando la falta de condiciones adecuadas para su recuperación. ‘El primer día en la casa después de la operación lo vi bien, tranquilo. Al segundo día ya no lo vi bien: no quería salir de la habitación. Estaba enojado y no quería ver a nadie’, agregó, describiendo el rápido deterioro de Maradona.
Un último adiós y la búsqueda de justicia
Uno de los momentos más emotivos del testimonio de Ojeda fue cuando relató cómo su hijo Dieguito Fernando vio la foto de Diego muerto, aquella que se mostró en el primer día del juicio. ‘Le dije que era verdad que a su papá le habían tenido que sacar fotos para que se supiera la verdad’, contó entre lágrimas, evidenciando el dolor y la confusión del pequeño. ‘Él sabe que estoy acá declarando para hacer justicia’, agregó, reafirmando su compromiso con la búsqueda de la verdad.
Ojeda también repasó su último encuentro con Diego, el 23 de noviembre, dos días antes de su fallecimiento. ‘Llegué y estaba solo con Coria y una enfermera’, recordó, describiendo cómo encontró a Diego ‘desfigurado. Todas las manos hinchadas, la panza hinchada’. La presencia constante de Coria, quien ‘lo tenía agarrado de la mano todo el tiempo’, le pareció extraña y preocupante.
La exclusión de Alfredo Cahe, el histórico médico de Maradona, también fue señalada por Ojeda. ‘Llamé a Cahe desesperadamente para ver cómo manejar esa situación’, relató, describiendo cómo Cahe intentó comunicarse con Carlos Díaz, el psicólogo de Diego, sin éxito. ‘Pensaba que Cahe le iba a sacar el puesto a alguno, pero solo quería sumar para que Diego estuviera bien’, lamentó Ojeda.
El testimonio de Verónica Ojeda ha dejado una profunda huella en el juicio por la muerte de Diego Maradona. Sus palabras, cargadas de emoción y dolor, han expuesto una posible red de manipulación, control y abandono que rodeó al ídolo en sus últimos meses. Ahora, la justicia deberá determinar si hubo negligencia o, peor aún, si hubo intenciones ocultas detrás de su trágico final.
Más allá de las responsabilidades legales, el relato de Ojeda nos invita a reflexionar sobre la soledad, la vulnerabilidad y el desamparo que puede esconder la fama. Un recordatorio de que, detrás del mito, existía un hombre que necesitaba ayuda, un padre que amaba a su hijo y un ser humano que merecía dignidad.