La guerra en Siria, que se ha prolongado por más de una década, ha entrado en una nueva fase de violencia con una ofensiva rebelde en el noroeste del país que ha dejado un saldo devastador de más de 500 muertos en tan solo seis días. Esta escalada del conflicto, la más intensa desde 2020, ha provocado la pérdida del control gubernamental sobre Alepo, la segunda ciudad más importante de Siria, por primera vez desde el inicio de la guerra civil en 2011. La coalición rebelde, liderada por Hayat Tahrir al-Cham (HTS), un grupo islamista con vínculos con Al Qaeda, y facciones respaldadas por Turquía, ha logrado arrebatar amplias zonas del norte del país a las fuerzas del presidente Bashar al-Assad.
Alepo: Un símbolo de la resistencia y la destrucción
La caída de Alepo en manos de la oposición representa un duro golpe para el gobierno sirio y sus aliados. Esta ciudad, que fue escenario de intensos combates y bombardeos en años anteriores, había sido recuperada por las fuerzas gubernamentales en 2016 tras una larga y sangrienta batalla. La pérdida de Alepo no solo tiene un significado estratégico militar, sino también simbólico, ya que representa el fracaso de la estrategia del gobierno para controlar las zonas urbanas clave del país.
Imágenes difundidas por agencias de noticias muestran a combatientes rebeldes patrullando las calles de Alepo, celebrando su victoria y enarbolando banderas de la oposición. La situación humanitaria en la ciudad es crítica, con miles de civiles atrapados en medio del fuego cruzado y con un acceso limitado a la ayuda humanitaria.
Un conflicto con implicaciones internacionales
La ofensiva rebelde y la respuesta del gobierno sirio, con el apoyo de Rusia, han generado una fuerte condena internacional. La ONU ha hecho un llamado urgente al cese de las hostilidades y al respeto del derecho internacional humanitario, expresando su preocupación por la seguridad de los civiles y el riesgo de una escalada del conflicto. Estados Unidos, la Unión Europea y otros países han pedido a las partes que se comprometan con una solución política al conflicto.
El presidente sirio, Bashar al-Assad, ha denunciado la ofensiva como un intento de “redibujar” el mapa de Medio Oriente, acusando a Estados Unidos y Occidente de estar detrás de los grupos rebeldes. Rusia e Irán, aliados clave del gobierno sirio, han expresado su apoyo incondicional a Al-Assad y han condenado la “agresión terrorista” en el país. Por su parte, Turquía, que respalda a algunas facciones rebeldes, ha pedido que se cumplan las “exigencias legítimas” del pueblo sirio.
El futuro incierto de Siria
La escalada de la violencia en Siria plantea serias dudas sobre el futuro del país. El conflicto, que ya ha causado la muerte de cientos de miles de personas y el desplazamiento de millones más, amenaza con intensificarse aún más, con consecuencias devastadoras para la población civil. La comunidad internacional se encuentra en una encrucijada, buscando la manera de detener la violencia y promover una solución política que ponga fin a la guerra. Sin embargo, las profundas divisiones entre las partes en conflicto y la interferencia de potencias extranjeras hacen que la paz en Siria siga siendo un objetivo lejano.
El resurgimiento de la violencia en Siria subraya la fragilidad de la situación en la región y la complejidad de un conflicto que ha durado más de una década. La comunidad internacional enfrenta el desafío de encontrar una solución pacífica que ponga fin al sufrimiento del pueblo sirio y evite una mayor desestabilización de la región.
Las perspectivas de una solución política negociada parecen cada vez más remotas a medida que se intensifican los combates. La desconfianza entre las partes, la presencia de grupos extremistas y los intereses divergentes de las potencias regionales hacen que el diálogo sea extremadamente difícil.