La tarde del jueves en Rosario, un niño de tan solo 11 años fue detenido tras intentar robar un celular a un hombre en la calle Crespo al 5300, en el barrio Plata. El hecho, que de por sí es alarmante, se torna aún más preocupante al conocerse que el menor portaba un revólver calibre 32 cargado. Este suceso ha conmocionado a la ciudad y reabre el debate sobre la creciente delincuencia juvenil y la necesidad de abordar sus causas de raíz.
Un robo que revela una problemática profunda
Según relataron testigos a Telenoche Rosario, el niño formaba parte de un grupo de tres menores que merodeaban la zona en busca de una víctima. “Eran tres chicos que estaban sentados tomando una gaseosa. Pararon en la esquina, volvieron y una vecina escuchó que dijeron: ‘Vamos a robarle a ese viejo'”
Tras el arrebato, el niño intentó huir en bicicleta, pero en la carrera se le cayó el arma, un revólver calibre 32 con una munición intacta. Este detalle, confirmado por el subjefe del Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional II, Martín Aguirre, pone en evidencia la facilidad con la que los menores acceden a armas de fuego en Rosario, una ciudad marcada por la violencia y el narcotráfico.
La rápida intervención de los vecinos, que retuvieron al menor hasta la llegada de la policía, y la posterior entrega del niño por parte de su madre a la comisaría 21°, reflejan la indignación y la preocupación de la comunidad ante este tipo de hechos. Sin embargo, más allá de la indignación, este caso debe servir como un llamado de atención para abordar las causas estructurales que llevan a niños a involucrarse en la delincuencia.
Rosario: la violencia como telón de fondo
Rosario, la tercera ciudad más poblada de Argentina, se ha visto en los últimos años inmersa en una espiral de violencia relacionada con el narcotráfico y la criminalidad organizada. La presencia de bandas que se disputan el control territorial ha generado un clima de inseguridad que afecta a todos los ciudadanos, pero especialmente a los más jóvenes.
En barrios como el barrio Plata, donde ocurrió el robo, la pobreza, la falta de oportunidades y la desintegración familiar son moneda corriente. Muchos niños y adolescentes crecen en entornos donde la violencia es naturalizada y el acceso a la educación y al trabajo formal es limitado. Ante esta realidad, no sorprende que algunos menores vean en la delincuencia una salida, aunque sea una salida peligrosa y sin futuro.
Las políticas públicas implementadas hasta el momento no han logrado revertir esta situación. La falta de inversión en educación, salud y desarrollo social, sumada a la ineficacia de las fuerzas de seguridad para controlar el narcotráfico, han creado un caldo de cultivo propicio para la delincuencia juvenil.
¿Cómo romper el círculo vicioso de la violencia?
El caso del niño de 11 años armado no es un hecho aislado, sino un síntoma de una enfermedad social profunda que requiere soluciones integrales y a largo plazo. Para romper el círculo vicioso de la violencia es necesario abordar las causas estructurales que la generan.
Esto implica, por un lado, fortalecer las instituciones del Estado en los barrios más vulnerables, garantizando el acceso a la educación, la salud, la vivienda y el trabajo digno. Por otro lado, se requiere una mayor presencia del Estado en la prevención del delito, con programas que brinden contención y oportunidades a los jóvenes en riesgo.
Es fundamental también trabajar en la desarticulación de las bandas criminales que operan en la ciudad, ya que son las principales responsables de la violencia y el acceso a las armas de fuego. Para ello, se necesita una mayor coordinación entre las fuerzas de seguridad y el poder judicial, así como una estrategia integral que combine la represión del delito con la prevención y la reinserción social.
La sociedad civil también tiene un rol importante que jugar en este proceso. Organizaciones sociales, educativas y religiosas pueden contribuir a la creación de espacios de contención y desarrollo para los jóvenes, brindándoles alternativas a la delincuencia y promoviendo valores como la solidaridad, el respeto y la responsabilidad.
El caso del niño de 11 años con un arma en Rosario debe ser un punto de inflexión para la sociedad argentina. No podemos permitir que la violencia se naturalice y que nuestros niños crezcan en entornos donde la delincuencia es la única opción. Es hora de exigir a las autoridades políticas que implementen medidas concretas y efectivas para combatir la inseguridad y la delincuencia juvenil, y de comprometernos como ciudadanos a construir una sociedad más justa y equitativa para todos.