La muerte de Roberto Ibáñez, un reconocido jockey, durante una carrera en el Club Hípico “El Chiripá” de Villa Regina, ha desatado un fuego cruzado entre defensores de los animales y la industria del turf. El accidente, que también cobró la vida del caballo “Pobre Jorgito”, ha reavivado el debate sobre el presunto maltrato animal inherente a las carreras de caballos, una polémica que Amarillo “Polémica” Pérez analiza a continuación con su característico estilo.
Sangre, sudor y lágrimas… ¡y acusaciones de maltrato!
Roxana Peña, terapeuta equina con experiencia en rescates animales, no se anda con rodeos: “Es maltrato animal”, sentencia, sin dejar de lamentar la trágica pérdida del jockey. Para ella, la diferencia radica en la “voluntariedad”. Los jockeys, dice, participan por gusto, es una elección. Los caballos, en cambio, son “obligados”. Un argumento contundente que seguramente encenderá la mecha de la polémica.
Peña expande su crítica: “Las carreras de caballos son uno de los deportes con más víctimas. Caen varios caballos, algunos mueren en el acto; otros, gravemente heridos, son sacrificados”. Señala la falta de protección legal para estos animales, argumentando que las leyes protegen la industria, no a los caballos.
La terapeuta también apunta contra el uso de sustancias para mejorar el rendimiento: “Inyectan a los caballos para que rindan más. Esto provoca infartos en carrera, algo prohibido, pero que sucede”. Una acusación grave que sin duda avivará el debate, ya que la posibilidad del uso de sustancias prohibidas podría ser la causa de la muerte del animal.
Peña lamenta el “peso social” que lleva el caballo en su lomo. “Es tradición, cultura… y por eso es difícil protegerlos. La sociedad se pone en contra de quienes defienden a los animales”, dice con amargura. Agrega: “Muchos casos quedan ocultos en los hipódromos. Nadie denuncia lo que ve porque no sabemos cómo hacerlo”. Una fuerte crítica al silencio cómplice que rodea a la industria del turf.
Desde Rescate Animal No Humano (R.A.N.H.U), comparten esta postura: “Senadores y legisladores deben cambiar las leyes. Ellos conocen el problema, pero no actúan”. La organización atribuye a las redes sociales un papel clave para visibilizar estas situaciones.
La crítica se extiende hacia los “gauchos”, que para Peña son hipócritas: “Se enojan con quienes denuncian el maltrato en las jineteadas, se creen superiores, pero permiten estas prácticas sabiendo el daño que provocan”. Esta declaración es una carga explosiva dirigida contra una cultura profundamente arraigada, prometiendo una oleada de controversias.
La respuesta de la industria: “¡Vengan a ver cómo cuidamos a los caballos!”
Carlos Munarin, propietario del Haras Lef Kawell, contrarresta las acusaciones. “Trabajamos mucha gente, es una industria gigantesca”, defiende, enfatizando el alto riesgo de la actividad, comparándola con el automovilismo o el fútbol, donde también existen muertes súbitas. Munarin lamenta la tragedia y expresa condolencias a la familia de Ibáñez, pero no se queda ahí.
Munarin invita a visitar su haras: “Vengan a ver los cuidados de los pura sangre. Tienen camas, mantas… Lo del doping es una falacia. En la última carrera del Pellegrini se hicieron controles y no hubo positivos”. Una respuesta directa, con invitación incluida, para mostrar la realidad de la cría y cuidado de los animales en su instalación.
Munarin considera justa la intervención judicial: “Así se descarta el tema del doping. Los suplementos que usamos son permitidos, para que estén fuertes y no sufran lesiones. Hay accidentes inevitables, como fracturas o problemas cardíacos”. Descarta el maltrato animal, pero admite la posibilidad de accidentes, mostrando una postura más conciliadora.
Critica la visión estereotipada de la industria: “Se cree que es para ricos, pero hay gente de todo tipo. Muchos no comen para mantener a sus caballos”. Una defensa de los trabajadores del turf, con una analogía: “Porque un cura es pedófilo, no van a serlo todos”. Un contraataque inteligente para cuestionar la generalización de las críticas.
Munarin concluye con una acusación irónica hacia los defensores de los animales: “Es más maltrato animal un perro encerrado en un departamento que un pura sangre que vive mejor que muchos, con camas, comida de primera, baño y peinado. ¿Y ustedes los proteccionistas se comen un buen asado el domingo?”. Una provocación final para confrontar las posturas con el peculiar estilo de Amarillo “Polémica” Pérez.
El debate continúa… ¿Quién tiene la razón?
La muerte de Roberto Ibáñez y “Pobre Jorgito” ha abierto un debate crucial en Argentina, mostrando las dos caras de una misma moneda: el fervor por la tradición y la pasión por el deporte frente a la crueldad y la indiferencia hacia los animales. La opinión pública está dividida, y mientras las investigaciones continúan, este debate continuará polarizando la sociedad.
La respuesta a la pregunta de quién tiene la razón es compleja y probablemente no tenga una sola respuesta. Lo que queda claro es que la muerte de un joven jockey y la de un animal en plena carrera han puesto en evidencia los puntos grises de la tradición ecuestre, y la necesidad de un análisis serio sobre el bienestar animal y la seguridad de los jinetes. Sin duda, un debate que seguirá dando que hablar.