En una Argentina al rojo vivo por las políticas de Javier Milei, la reaparición de Cristina Kirchner no es un simple temblor, ¡es un verdadero terremoto político! Sus dardos envenenados, disparados con la precisión de un francotirador desde las trincheras de las redes sociales, no solo hacen tambalear al gobierno libertario, sino que reabren las heridas de una sociedad que clama por respuestas. El reciente pacto con el FMI, lejos de ser un bálsamo, ha desatado una tormenta perfecta, con Cristina apuntando sin piedad al corazón del modelo económico de Milei: su cruzada contra la inflación y su promesa de desendeudamiento. ¿Estamos, acaso, ante el retorno a la soga argentina?
Macri-Milei: ¿El mismo perro con distinto collar?
La sombra de Mauricio Macri, el archienemigo de Cristina, se alza amenazante en cada una de sus palabras. ‘Al final, caíste en la misma trampa que Macri’, sentencia, como si todo gobierno no peronista estuviera predestinado a caer en las fauces del Fondo Monetario Internacional. La acusación es un misil directo al mentón de Milei: implica que, a pesar de su verborragia antisistema y su promesa de enterrar el pasado, está irremediablemente condenado a repetir los errores que llevaron a la Argentina al borde del precipicio en 2018. Este primer coqueteo de la administración Milei con el FMI ha encendido las alarmas de la ciudadanía.
¿Pero acaso Cristina se conforma con señalar parecidos superficiales? ¡De ninguna manera! Se sumerge en el fango de las contradicciones del discurso oficial, desnudando la hipocresía a golpe de ironía. ¿Cómo puede Milei, el adalid de la motosierra que prometió dinamitar el Banco Central por considerarlo una guarida de ladrones, recurrir ahora al FMI para ‘limpiar’ sus cuentas? ¿No es, acaso, una contradicción que grita a los cuatro vientos? La pregunta estalla en el aire, un proyectil teledirigido al corazón de la coherencia ideológica del gobierno.
¿Dólares que no existen o deuda que nos asfixiará?
La promesa de Milei de que el nuevo endeudamiento con el FMI no implicará más deuda es, para Cristina, una patraña digna de un mago de pacotilla. ‘¿En serio creés que nos vas a convencer de que te van a llover miles de millones de dólares sin que aumente la deuda externa? ¡Por favor!’, exclama con sarcasmo, invocando el espectro de los 57 mil millones de dólares que Macri mendigó al Fondo y que, según su relato, solo sirvieron para alimentar la timba financiera y la fuga de capitales. El truco, según Cristina, reside en cambiar ‘figuritas’ (las Letras Intransferibles del Tesoro) por deuda ‘en dólares contantes y sonantes’ con el FMI, una deuda mucho más costosa, condicionante y sujeta a los caprichos de tribunales extranjeros. ¿Estamos realmente dispuestos a sacrificar nuestra soberanía por un puñado de dólares?
Esta maniobra, según Cristina, no busca más que hipotecar el futuro del país, atando de pies y manos la economía a un organismo históricamente asociado con políticas de ajuste y recetas neoliberales. Se dibuja un panorama sombrío en el que la Argentina, una vez más, se ve sometida al chantaje permanente del FMI, obligada a bailar al son de sus exigencias a cambio de unas migajas que solo sirven para ganar tiempo.
La inflación, el dólar y el legado de Néstor: Radiografía de una obsesión
Cristina no le perdona a Milei su insistencia en negar la verdadera raíz de la inflación. Para ella, el dogma monetarista que Milei repite como un loro (‘la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario generado por un exceso de oferta de dinero’) es una mentira burda que solo sirve para justificar políticas de ajuste que castigan a los más vulnerables. La verdadera jugada de Milei, según Cristina, es mantener artificialmente bajo el precio del dólar oficial, dilapidando las reservas del Banco Central en una cruzada desesperada por contener la brecha cambiaria y evitar que los precios se disparen. Pero tras esta fachada, se esconde un fantasma aún más perturbador: la dolarización.
En las calles, en las plazas, en los corazones de quienes lo votaron, aún late con fuerza la promesa de dolarizar la economía. Sin embargo, cada nueva medida, cada nuevo giro, aleja aún más esa posibilidad, dejando a sus votantes con la miel en los labios.
Finalmente, Cristina evoca la gesta kirchnerista para contrastar la gestión de Milei con la de Néstor Kirchner, quien, según su relato, ‘desendeudó a la Argentina como nadie’ cancelando la totalidad de la deuda con el FMI en 2005. La comparación no es casual: busca reivindicar el modelo de crecimiento con inclusión social que caracterizó al kirchnerismo y que, según Cristina, ha sido demolido por las políticas de ajuste neoliberales. ¿Volveremos a ver una Argentina liberada de las cadenas del FMI?
La pregunta que quema: ¿Devaluación antes o después del veredicto?
La estocada final de Cristina es una pregunta que resuena como una bomba a punto de estallar: ‘¿Qué precio exigirá el FMI a cambio de su ‘generosidad’? ¿Devaluación antes o después de las elecciones?’. La interrogante siembra la duda sobre si Milei está ocultando a la ciudadanía las verdaderas condiciones del acuerdo con el FMI, que inevitablemente implicarán una devaluación brutal y un nuevo mazazo al bolsillo de los argentinos. Esta incertidumbre se suma a la de la dolarización, que se desvanece como un espejismo en el desierto.
En resumen, las críticas de Cristina Kirchner a Javier Milei son mucho más que un simple ajuste de cuentas político, son una radiografía despiadada de un modelo económico que, según su visión, está condenado al fracaso. Sus palabras, cargadas de historia y resentimiento, buscan movilizar a la opinión pública y despertar a aquellos que, según ella, están siendo engañados por un gobierno que repite los errores del pasado. En un país polarizado y en perpetua crisis, el eco de Cristina resuena con fuerza, desafiando al poder y agitando las aguas de la incertidumbre. ¿Será este el principio del fin de la luna de miel de Milei?