Las últimas predicciones meteorológicas traen un respiro para el sector agrícola argentino. La posibilidad de un fenómeno La Niña, que se venía anticipando durante todo el 2024, ha disminuido considerablemente. En su lugar, los modelos predictivos apuntan hacia una circulación Neutral Fría, con características similares a una Niña débil, pero con un impacto menos severo en las lluvias.
Un escenario más optimista, pero con cautela
Según el meteorólogo Leonardo de Benedictis, si bien la probabilidad de una Niña intensa se ha reducido, esto no significa que el panorama sea completamente alentador. “Hay que ser conscientes de que enero y febrero son meses críticos en términos de lluvias, incluso en años Neutrales o de El Niño. No se pueden descartar registros inferiores a los promedios”, advierte.
Si bien octubre y noviembre mostraron una mejora en las precipitaciones con respecto a septiembre, la incertidumbre persiste. Las lluvias actuales son suficientes para el desarrollo de los cultivos, pero no permiten acumular una reserva de humedad en el suelo que garantice la tranquilidad ante eventuales períodos de sequía.
El consultor Eduardo Sierra coincide en que la situación es menos preocupante que hace algunos meses, pero no descarta la posibilidad de una Niña débil más adelante. “Este evento tiene un proceso y su efecto más fuerte se da en verano”, explica. Sierra destaca que la preocupación principal radica en la escasez de lluvias durante enero y febrero, meses cruciales para el desarrollo del maíz y la soja.
El impacto de La Niña en la agricultura
El fenómeno La Niña, caracterizado por el enfriamiento de las aguas del Océano Pacífico ecuatorial, suele generar un déficit de lluvias en vastas zonas de Argentina, impactando directamente en la producción agrícola. En años Niña, la siembra de granos gruesos, como el maíz y la soja, puede verse retrasada por la falta de humedad en el suelo. Pero el mayor problema se presenta en verano, cuando la escasez de lluvias afecta el desarrollo de los cultivos, provocando mermas en el rendimiento y pérdidas económicas para los productores.
La falta de lluvias en los meses de enero y febrero, cruciales para la etapa de llenado de granos, puede ser determinante para el éxito o fracaso de la cosecha. En este sentido, la posibilidad de una Niña, aunque sea débil, genera preocupación en el sector agrícola.
Sierra advierte sobre la necesidad de seguir monitoreando de cerca la evolución del clima en las próximas semanas. “Si sobrevienen cinco o seis días de altas temperaturas, vamos a enfrentar problemas”, señala. Las áreas marginales y del centro del país, donde la humedad suele ser menor, son las más vulnerables a la falta de lluvias.
En resumen, la disminución en la probabilidad de una Niña intensa es una buena noticia para el campo argentino. Sin embargo, la incertidumbre persiste y la posibilidad de una Niña débil, sumada a la escasez de lluvias en meses críticos, mantiene en alerta a los productores. La necesidad de lluvias regulares y la amenaza de períodos de altas temperaturas son factores que continuarán incidiendo en el desarrollo de los cultivos en los próximos meses.
La situación exige un monitoreo constante de las condiciones climáticas y la adopción de estrategias de manejo que permitan mitigar los posibles efectos negativos de la sequía. La diversificación de cultivos, la siembra directa y el uso eficiente del agua son algunas de las prácticas que pueden contribuir a minimizar las pérdidas y asegurar la sustentabilidad de la producción agrícola en un contexto de incertidumbre climática.
Finalmente, es fundamental que los productores se mantengan informados sobre las actualizaciones de los pronósticos meteorológicos y las recomendaciones de los especialistas. La información precisa y oportuna es una herramienta clave para la toma de decisiones en el sector agrícola, permitiendo anticipar posibles escenarios y ajustar las estrategias de producción para minimizar los riesgos.