En la madrugada del lunes, una tragedia sacudió el barrio Villa Inés de Córdoba: el techo de la casa de Noemí Farnochi se derrumbó, aplastando a sus tres hijos. Rubén, de 14 años, falleció en el acto; Santino, de 10, y Isaías, de 2, resultaron heridos de gravedad. Esta tragedia desgarradora no solo revela la muerte de un niño, sino que también expone las precarias condiciones de vida en las que vive una familia vulnerable, una situación que profundiza la herida y multiplica el dolor.
El grito desgarrador de una madre
A 48 horas del hecho, Noemí, aún conmocionada y con heridas físicas propias del derrumbe, formuló un pedido desgarrador. Con la voz entrecortada por el dolor y las lágrimas, expresó: “No quiero volver más a mi casa, tengo muchos recuerdos. Primero me mataron a mi marido y ahora le pasa esto a mi hijo, no quiero que nos pase más nada, a ningún hijo mío”. Sus palabras reflejan la profunda herida que la tragedia ha dejado en su alma, no solo por la pérdida irreparable de su hijo, sino también por el trauma sufrido por ella y sus hijos sobrevivientes.
Noemí sufrió golpes severos en el incidente, pero decidió darse el alta médica para atender a sus hijos menores, Santino, quien se mantiene internado en terapia intensiva, aunque su estado es alentador, y a Isaías, quien presenta fractura de fémur en ambas piernas. Actualmente, reside en la casa de su madre, donde comparte una cama de una plaza y una reposera con su bebé, durmiendo en la silla para que su pequeño hijo pueda descansar mejor.
Sus lesiones no son solo físicas, la angustia, el shock y el sufrimiento por la pérdida y el trauma vivido marcan profundamente a esta madre y la desgarran. La situación de precariedad aumenta su sufrimiento. Sus necesidades son básicas pero vitales: gasas, agua oxigenada, secantes y calmantes para su hijo menor; y sobre todo, una vivienda digna y un entorno de seguridad y protección para ella y sus dos hijos sobrevivientes.
Un drama familiar en un contexto de precariedad
La tragedia de Noemí trasciende la pérdida de su hijo y pone en evidencia las precarias condiciones de vivienda en las que se encontraba la familia, un hecho que agrava profundamente la situación. El derrumbe del techo de la vivienda no es solo un accidente, sino que es producto de un largo historial de precariedad y vulnerabilidad.
El relato desgarrador de Noemí revela que la vivienda ya se encontraba en condiciones deplorables antes del incidente. Había sufrido un incendio previo que la deterioró considerablemente, y las filtraciones de agua durante las lluvias eran una constante. Además, en un pasado reciente, esta familia ya había sufrido un duelo trágico: la muerte violenta del padre de familia, hace un año.
Estas circunstancias reflejan una vulnerabilidad sistemática. Las familias con pocos recursos enfrentan continuamente la dificultad de acceder a una vivienda digna. La precariedad de su hogar no solo compromete la comodidad y la calidad de vida, sino que también se convierte en una amenaza para su seguridad física e integridad. El derrumbe se presenta como la fatal consecuencia de esta fragilidad social.
Para peor, la vivienda es propiedad de la suegra de Noemí, lo que podría agravar los trámites para solicitar ayuda pública o asistencia habitacional, aumentando aún más su sufrimiento y angustia en este momento de profundo dolor.
Solidaridad vecinal y apoyo institucional
En medio de la tragedia, la solidaridad vecinal se manifestó de forma inmediata. Fueron los vecinos los primeros en auxiliar a la familia, rescatándolos de entre los escombros y trasladándolos al hospital. Emanuel, un vecino que intentó ayudar, recibió una descarga eléctrica por la precaria instalación eléctrica del lugar. El propio comisario Silvio Montero, de Bomberos de la Policía, ha destacado la agilidad con la que actuaron los vecinos y la importancia de la cercanía al hospital.
Las autoridades municipales y provinciales han manifestado su acompañamiento, brindando alojamiento y asistencia interdisciplinaria. Sin embargo, estas medidas no suplen la necesidad urgente de una vivienda segura para Noemí y sus hijos sobrevivientes, así como la atención médica de larga data que requiere Santino.
La historia de Noemí Farnochi es un grito desgarrador de auxilio, no solo por el drama familiar que vive, sino que sirve como un doloroso reflejo de las insuficiencias en políticas sociales y habitacionales que no alcanzan a proteger a la población más vulnerable.
En este contexto, se solicita colaboración y apoyo para Noemí y sus hijos. Se puede colaborar contactando al teléfono 351-3574686.
Reflexiones sobre la tragedia: más allá del dolor
La tragedia de Noemí no es un caso aislado, sino que representa la triste realidad de muchas familias en Argentina, especialmente en contextos de extrema pobreza e informalidad urbana. El acceso a una vivienda segura y adecuada es un derecho básico que, lamentablemente, sigue siendo una aspiración inalcanzable para muchos.
La muerte de Rubén, sumado a los múltiples sufrimientos de la familia, debería impulsar a las autoridades a cuestionar y replantear sus políticas sociales, reforzando la prevención de estas tragedias y asegurando que las familias vulnerables tengan acceso a una vivienda digna, donde la seguridad y la integridad física no sean un lujo, sino una realidad.
El pedido de Noemí Farnochi es, ante todo, un llamado a la reflexión sobre las responsabilidades del Estado en la protección de la vida y el bienestar de sus ciudadanos. Es un clamor que nos interpela a todos como sociedad, a la necesidad de concientizar sobre el acceso a la vivienda digna y a las precarias condiciones de vida que enfrentan muchas familias.