¿Puede una confesión tardía mitigar el eco de un disparo que silenció una vida y destrozó a una familia? José Maximiliano Vergara, en el banquillo, articuló palabras de arrepentimiento por arrebatar la vida al DJ Leandro ‘Lele’ Gatti. ‘Sé que no tengo perdón de Dios’, dijo, con la mirada fija en Miguel y Noemí, los padres de Lele, cuyo dolor parecía llenar la sala. ‘Voy a ayudar a que tengan justicia’. Pero, ¿es la justicia suficiente consuelo ante la pérdida irreparable de un hijo?
El relato de un crimen desde el banquillo
Con 38 años a cuestas, José Maximiliano Vergara desgranó los detalles del plan que culminó con la muerte de Lele Gatti, un joven de 32 años, arrebatado de su salida laboral en Playa Grande. Describió a sus cómplices: quién lo transportó, quién facilitó la información, y quién, aún hoy, evade la justicia. Cada revelación era un nuevo golpe para Miguel y Noemí, reviviendo la pesadilla que cambió sus vidas para siempre. Junto a Vergara, se juzga a Luis Itzcovich, conductor de la moto, y Fernando Romito, jefe de seguridad del boliche, señalado como ‘entregador’. Maximiliano Urra Zapata, cómplice en la huida, sigue prófugo, proyectando una sombra de impunidad sobre este caso.
¿Qué llevó a Vergara a involucrarse en este fatal asalto? Según su testimonio, la idea surgió de una conversación con Urra Zapata, un ex compañero del puerto. ‘Me dijo que era fácil, que lo entregaba el jefe de seguridad de Mr. Jones, que nosotros sólo teníamos que agarrar los bolsos y nos íbamos’, confesó. La promesa de una suma millonaria, entre 3 y 4 millones de pesos, obnubiló a Vergara, arrastrándolo a un plan que, en sus propias palabras, ‘le arruinó la vida’.
La carga de la culpa
En la sala del Tribunal Oral Penal N° 3, la mirada de Vergara buscaba insistentemente a Miguel y Noemí, quizás anhelando una improbable absolución. Lele, su único hijo, era el eje de su existencia. El plan, en su concepción, era simple: Itzcovich y Vergara llegarían en moto, intimidarían a los empleados al salir del boliche, Romito simularía protegerlos, y los asaltantes escaparían con el botín. Pero la realidad, implacable, fue mucho más sombría.
En la fatídica madrugada del 26 de septiembre de 2021, la tragedia se consumó en un instante. Vergara y su cómplice interceptaron a Lele, forcejearon brevemente, y en un segundo de fatalidad, el arma se disparó. La bala segó la vida de Lele, impactando en su pecho. Los asaltantes huyeron con una mochila que, para su sorpresa, solo contenía equipos de sonido, cables y la computadora de Lele. No había dinero, solo los instrumentos de un sueño interrumpido. ¿Un error fatal o una ejecución premeditada?
Ante los jueces Fabián Luis Riquert, Juan Manuel Sueyro y Federico Wacker Schroder, Vergara sostuvo que el disparo fue accidental, producto del forcejeo. ‘No había que usarla, mostrarla y nada más’, insistió. Sin embargo, las pruebas y los testimonios sugieren lo contrario, revelando una frialdad escalofriante.
“Yo nunca quise matar a una persona, lamentablemente sucedió así. Siento culpa, me siento culpable de lo que hice. Pido disculpas, quiero que el caso se aclare y que todos paguemos lo que tengamos que pagar. Sé que arruiné a la familia de ellos y a la familia mía. Me arruiné la vida, porque no sé siquiera si voy a salir, pero estoy acá para afrontar lo que hice”.
Tras el disparo, Vergara escapó sin conocer el destino de Lele. Solo al enterarse de su muerte comprendió la magnitud de su acto. Sus palabras de arrepentimiento, sin embargo, carecían de eco en el alma de Miguel y Noemí.
Un dolor que persiste
Luis Itzcovich se entregó a la policía dos días después del crimen. En su domicilio, se encontró la moto utilizada en el asalto. Vergara y Urra Zapata permanecieron prófugos durante meses, hasta que Vergara fue aprehendido un año y medio después. Romito, el jefe de seguridad, fue detenido diez días después del crimen. Irónicamente, se había manifestado en las marchas organizadas por amigos y familiares de Lele, demandando justicia. Su rostro, oculto tras un barbijo y gafas oscuras, encubría la traición que lo convertía en cómplice del asesinato. ¿Actuó por codicia, por venganza, o por algo más?
Mientras aguardan la sentencia, Miguel Gatti, el padre de Lele, suplica por justicia implacable. ‘Se fue a trabajar a las 21 y a las 5 de la mañana nos avisan que había sido asaltado y baleado por esta gente que mató a alguien como si fueran a tomar un café o a comprar pan’, lamenta Miguel, con la voz quebrada por el dolor. ‘Es inconmensurable el dolor que produjeron estos delincuentes y asesinos’.
Noemí, la madre de Lele, describe el abismo que dejó la partida de su hijo. ‘No sé cómo se hace para asomar la cabeza de las ruinas que provocaron después de enterrar a nuestro hijo’, expresa, en medio de un silencio sepulcral. Su dolor, como el de Miguel, es un testimonio del amor incondicional y de la herida que nunca cicatrizará.
Más allá del arrepentimiento: El legado de Lele Gatti
Si bien la confesión de Vergara y sus expresiones de arrepentimiento representan un avance hacia la verdad, no pueden deshacer el daño causado ni devolver la vida arrebatada. Este juicio, más allá de la búsqueda de una condena justa, se erige como un intento de encontrar respuestas a interrogantes quizás irresolubles. ¿Cómo es posible que una promesa de dinero fácil pueda conducir a un acto tan horrendo? ¿Cómo se puede reparar el sufrimiento infligido a Miguel y Noemí, quienes perdieron a su único hijo de la forma más cruel e injusta? ¿Qué podemos aprender de esta tragedia?
A pesar de la tragedia, el recuerdo de Lele Gatti perdura en la memoria de sus seres queridos. Su música, su alegría contagiosa y su espíritu creativo continúan inspirando a quienes lo conocieron. Aunque el dolor de su ausencia sea imborrable, su legado se mantiene como un faro de esperanza en un mundo amenazado por la violencia y la injusticia. Lele vive en cada nota, en cada sonrisa recordada, y en el anhelo de un futuro mejor.
La comunidad de DJs y músicos, profundamente afectada por este crimen, ha encontrado en la música un vehículo para honrar la memoria de Lele y para alzar la voz contra la violencia. Su ejemplo nos invita a reflexionar sobre el valor de la vida, la importancia de la justicia, y la necesidad de construir una sociedad más justa y solidaria. La memoria de Lele Gatti, un héroe truncado, seguirá inspirando acciones y generando conciencia en pos de un futuro donde la música y la vida triunfen sobre la barbarie.
¿Cómo podemos honrar la memoria de Lele? Invitamos a los lectores a reflexionar sobre este caso, a compartir sus opiniones, y a unirse a iniciativas que promuevan la justicia y la paz. El legado de Lele Gatti nos interpela a construir un mundo donde la música y la vida sean los verdaderos protagonistas.