La ausencia de Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, en la Conferencia Anual de la Unión Industrial Argentina (UIA) desató un terremoto político y económico. No fue solo un faltazo, fue una declaración de guerra, una bofetada en plena cara a los industriales que sostienen la economía argentina. ¡Y la respuesta fue explosiva!
El Desplante de Milei: Un Golpe Bajo a la Industria
La decisión de Milei de enviar una carta explicando su ausencia en lugar de presentarse personalmente fue un agravio monumental. ¿Acaso le teme al debate directo? ¿Escapa de las preguntas incómodas sobre la brutal apertura de importaciones? Su carta, según cuentan los presentes, fue fría, seca, carente de la empatía necesaria para tranquilizar a un sector clave para la economía.
Pero no solo Milei faltó. Caputo, en un acto de desfachatez sin precedentes, argumentó un viaje a Mendoza para justificar su inasistencia. Como si los problemas de la industria argentina fueran una simple molestia que puede ignorarse en un paseo vinícola. ¿Quién dijo que la economía argentina está en buenas manos?
La falta de Caputo se sintió aún más porque delegó su representación en Juan Pazo, un funcionario de segunda línea, una señal más del desprecio que este Gobierno profesa por la industria nacional. ¡Una falta de respeto mayúscula!
La Ira de los Industriales: Un Tsunami de Reclamos
Los empresarios presentes en la UIA se desbordaron de indignación y rabia. Los silencios incómodos fueron acompañados por los cuchicheos airados y el murmullo del desconcierto. El temor de los industriales por la creciente ola de importaciones es real y justificado. Las desregulaciones prometidas como “soluciones milagrosas” se transformaron en una pesadilla de competencia desleal.
“Nos mandan a la guerra con escarbadientes”, dijo un industrial, resumiendo la sensación general. La reducción de aranceles a productos clave, la eliminación del impuesto PAIS, es una receta perfecta para la destrucción de empresas y empleos argentinos. ¿El Gobierno se hace de la vista gorda? ¿Es esto un ataque deliberado?
La presión tributaria, los costos logísticos y energéticos, la falta de financiamiento, son solo algunas de las preocupaciones de la UIA. Pero lo que más enfurece es la sensación de indefensión, de estar entregados a merced de una ola de importaciones sin ningún tipo de protección.
La respuesta de Rappallini fue clara, directa y contundente: “Queremos respeto”. Un grito desesperado de un sector que se siente traicionado por el Gobierno. Una reivindicación por un trabajo sacrificado, por la creación de empleo, y por el sostenimiento del Estado mismo. ¿Cuánto más debe esperar la industria para recibir el reconocimiento y apoyo del Gobierno?
El Futuro de la UIA: Un Liderazgo en Juego
La conferencia anual de la UIA también fue el escenario para las maniobras políticas en el sector. El presidente saliente, Daniel Funes de Rioja, enfrenta críticas por su postura “demasiado pasiva” frente a Milei. Muchos industriales consideran que su lobby fue ineficaz, especialmente ante el avance de proyectos como la Ley PyME.
Martín Rappallini, el posible sucesor, se perfila como una figura más combativa, que no duda en confrontar abiertamente a la administración de Milei. Su mensaje directo y su apoyo a la defensa de la industria nacional lo convierten en una alternativa que gana fuerza dentro de la UIA.
Las próximas elecciones dentro de la UIA serán un punto crucial para definir el rumbo de la entidad. Un liderazgo más combativo, más enfocado en defender los intereses de la industria argentina, podría marcar un cambio radical en la estrategia de la UIA, preparando el terreno para una confrontación más activa con el Gobierno.
Una Batalla por la Industria y el Futuro del País
El faltazo de Milei y Caputo a la UIA es un síntoma de una realidad aún más preocupante: la desidia del Gobierno hacia la industria nacional. Los desplantes, la falta de respeto y el silencio cómplice ante la ola de importaciones amenazan no solo la supervivencia de las empresas sino también la estabilidad económica del país. La respuesta de la UIA, aunque a muchos les parezca tardía, es el grito de auxilio de un sector que se juega su futuro. La pregunta que queda en el aire es: ¿escuchará alguien?
Los industriales no buscan privilegios, sino competir en igualdad de condiciones. La próxima batalla se libra en las urnas. ¿Hasta cuándo los industriales deben soportar esta falta de consideración de un gobierno elegido por el pueblo argentino?