La condena a Cristina Kirchner por corrupción en la causa Vialidad ha desatado un nuevo capítulo en la política argentina, generando paralelismos inevitables con la trayectoria de Carlos Menem. Ambos expresidentes, ambos con condenas judiciales, sus trayectorias políticas posteriores a sus mandatos ofrecen una lectura compleja para entender el presente y anticipar el futuro de la exmandataria.
El espejo de Menem: un final que Cristina busca evitar
La figura de Carlos Menem, un referente del poder durante una década, se cierne como una sombra sobre Cristina Kirchner. Su declive, marcado por el ninguneo incluso de parte de la propia Kirchner, y su posterior redención póstuma por figuras como Javier Milei, representa una advertencia para la vicepresidenta. Menem, tras dejar la Casa Rosada en 1999, enfrentó arrestos domiciliarios y aunque tentó un regreso en 2003, su intento se diluyó frente a la fuerza de la opinión pública. Su etapa final fue una sucesión de condenas judiciales sin ejecución efectiva hasta su muerte en 2021. Esta experiencia, cargada de frustraciones y pérdida de influencia, es un escenario que Kirchner busca desesperadamente evitar.
Kirchner, por su parte, ha dominado la escena política argentina durante casi dos décadas. Aunque su salida de la presidencia en 2015 fue igualmente traumática -marcada por un intento de asesinato-, su regreso en 2019, como vicepresidenta de Alberto Fernández, fue triunfal, aunque el experimento terminó en un fracaso. Su influencia política persiste, aunque se concentra en un sector del electorado, y la reciente condena por corrupción la ha situado en una situación compleja, similar al ocaso de Menem, aunque con matices.
El aferramiento al poder y la dificultad de la renovación
La resistencia de Cristina Kirchner a abandonar el escenario político no es atípica. En Argentina, a diferencia de otros sistemas presidencialistas como el estadounidense, los expresidentes conservan la posibilidad de retornar al poder. Esto genera una dinámica en la cual los líderes se resisten a ceder el mando, ya sea dentro del partido o buscando un nuevo mandato. Ejemplos como Raúl Alfonsín en la UCR o Mauricio Macri en el PRO ilustran este comportamiento, aunque también muestran cómo la concentración del poder en una sola figura puede atrofiar a los partidos, generando resistencia a la renovación de liderazgos, ideas y prácticas. La pregunta clave es: ¿quién se atreve a desafiar este statu quo?
La estrategia de Kirchner ha sido una compleja combinación de declaraciones públicas y acciones contradictorias. Su anuncio en 2022, tras la primera condena, de que no sería candidata en 2023, pretendiendo impulsar a otros líderes, se confrontó rápidamente con acciones que evidenciaron que no quería ceder el control del peronismo. Los intentos de Axel Kicillof, considerado su heredero político, de presentar una propuesta de renovación generaron una fuerte resistencia por parte de la propia Kirchner y La Cámpora, su agrupación política. Esto demuestra la gran dificultad para generar una transición de poder en el peronismo sin contar con su consentimiento y beneplácito.
El futuro político de Cristina Kirchner: entre la condena y la esperanza de regreso
En la actualidad, Cristina Kirchner ha asumido la presidencia del Partido Justicialista, consolidando su posición de poder. Su candidatura en las próximas elecciones de medio término de 2025 sigue siendo incierta, aunque su influencia sobre el tablero político será crucial. Los recursos legales que interpondrá frente a la condena podrían prolongar el proceso por años, llegando a la Corte Suprema y al sistema interamericano de derechos humanos. Incluso si la condena es confirmada, la ex presidenta no cumpliría una pena de prisión en una cárcel común por su edad, aunque la inhabilitación perpetua representaría un golpe a sus aspiraciones políticas futuras.
La comparación con Menem se refuerza en el análisis del tiempo que podría demorar un fallo final de la Corte Suprema, que podría prolongarse hasta dos o más años. Esta demora se ha convertido en un patrón en la historia del máximo tribunal argentino, lo que lleva a preguntarse si Kirchner podría ser beneficiaria de una demora, similar a lo sucedido con Menem, o si su situación será diferente. Sus expectativas sobre el fracaso del gobierno de Javier Milei podría darle más poder político, mientras continúa usando la estrategia de la victimización ante la ‘persecución política’ que dice sufrir para asegurar su futuro político.
El legado y la incertidumbre
El futuro político de Cristina Kirchner es incierto, aunque la actual condena judicial ha colocado su situación política en una encrucijada. Sus esfuerzos por mantener el control del peronismo, y la comparación con el ocaso de Carlos Menem, genera debates sobre la necesidad de renovación en los liderazgos y la compleja dinámica política de Argentina. La resolución judicial definitiva marcará un punto de inflexión, ya sea para un posible ocaso similar al de Menem o para una nueva etapa con la posibilidad de un retorno al poder.
Mientras tanto, Kirchner juega en un tablero político de alto riesgo. Su condena, si bien por el momento no implica prisión, es un hito con gran significado simbólico, un golpe a su prestigio e influencia. La pregunta sigue en el aire: ¿Cristina Kirchner podrá evitar el mismo destino político que su antecesor, Carlos Menem?