Con detalles íntimos y reveladores, el médico personal del Papa Francisco, Sergio Alfieri, ha compartido los momentos de intensa incertidumbre y aprehensión que marcaron la reciente hospitalización del pontífice. Alfieri, jefe médico del hospital Gemelli de Roma, confesó que hubo instantes críticos donde la vida del Papa pendió de un hilo, obligando al equipo médico a tomar decisiones determinantes. El equipo médico y el propio Papa eran conscientes de la gravedad de la situación. Esta es la historia de una batalla contra la muerte, narrada por un testigo de primera línea.
“Francisco sabía que podía morir”
Con una voz cargada de emoción, el doctor Alfieri compartió detalles impactantes sobre la fragilidad del Papa durante su internación. En una entrevista exclusiva con el diario Corriere della Sera, el médico reveló que el propio Francisco era consciente de la gravedad de su situación. “Francisco sabía que podía morir”, afirmó Alfieri, “Los que estaban a su alrededor tenían lágrimas en los ojos e incluso él mismo dijo: esto es malo”.
Estas palabras pintan un cuadro desolador, donde la figura del líder espiritual se ve reducida a un ser humano vulnerable, enfrentando su propia mortalidad. La honestidad brutal del Papa al reconocer su estado crítico refleja una valentía admirable, una característica que lo ha definido a lo largo de su vida y pontificado.
Alfieri describió dos episodios de extrema gravedad en los que la vida del Papa estuvo en peligro inminente. “Hubo un momento en el que se tuvo que decidir entre parar y dejarlo ir o probar con todos los medicamentos y terapias posibles, corriendo un riesgo muy alto”, confesó el médico. Esta decisión, que pesaba sobre los hombros del equipo médico, revela la delgada línea que separa la vida de la muerte, y la responsabilidad enorme que implica tomar decisiones en situaciones tan críticas.
En el Filo de la Navaja
Cuando la Respiración Falló: La Noche del Broncoespasmo
El primero de los episodios críticos tuvo lugar el 28 de febrero, cuando el Papa sufrió un broncoespasmo que comprometió su capacidad respiratoria. Para el público general, un broncoespasmo es una contracción repentina de los músculos de las vías respiratorias, dificultando la respiración. “Por primera vez vi lágrimas en los ojos de algunas personas a su alrededor”, recordó Alfieri, “Personas que, según he podido entender durante este periodo de hospitalización, lo quieren sinceramente, como a un padre. Todos sabíamos que la situación había empeorado aún más y que existía el riesgo de que no lo lográramos”.
En ese momento de incertidumbre, el equipo médico se enfrentó a una encrucijada: “Tuvimos que elegir entre parar y dejarlo ir o forzarlo y probar todos los medicamentos y terapias posibles, corriendo el riesgo muy alto de dañar otros órganos. Y al final tomamos este camino”, explicó el médico.
La decisión de seguir adelante, a pesar de los riesgos, fue impulsada por el apoyo incondicional de Massimiliano Strappetti, médico personal del Papa, quien instó al equipo a “intentarlo todo, no te rindas”. “Eso es lo que todos pensábamos también”, añadió Alfieri, “Y nadie se rindió”.
Alfieri describió esa noche como “terrible”, revelando que el Papa era consciente de que “quizá no sobreviviera a aquella noche”. A pesar de la gravedad de su estado, Francisco demostró una entereza admirable, pidiendo a sus médicos que le dijeran siempre la verdad sobre su condición. “Vimos al hombre que estaba sufriendo. Pero desde el primer día nos pidió que le dijéramos la verdad sobre sus condiciones”, confesó Alfieri. El sonido sofocado de la respiración del Papa creaba una atmósfera de tensión palpable en la sala.
El tratamiento aplicado para revertir el cuadro implicaba riesgos considerables. “Durante días corrimos el riesgo de dañar los riñones y la médula ósea pero seguimos adelante, luego el organismo respondió a los tratamientos y la infección pulmonar mejoró”, explicó el médico. La perseverancia del equipo médico, combinada con la fortaleza del Papa, permitió superar este primer obstáculo.
Aspiración Durante la Comida: Un Segundo Golpe Casi Fatal
Cuando parecía que lo peor había pasado, un segundo episodio crítico sacudió al Papa y a su equipo médico. “Estábamos saliendo del momento más duro, mientras el Papa comía, vomitó y aspiró”, relató Alfieri. En términos médicos, aspirar significa inhalar accidentalmente alimentos o líquidos hacia los pulmones. “Fue el segundo momento verdaderamente crítico porque en estos casos, si no se rescata con prontitud, existe el riesgo de muerte súbita además de complicaciones en los pulmones que ya eran los órganos más comprometidos. Fue terrible, realmente pensamos que no lo lograríamos”.
En ese instante de fragilidad extrema, el Papa buscó consuelo en su médico, tomándole la mano durante unos minutos. “En el momento más difícil, me cogió la mano durante unos minutos como buscando consuelo”, recordó Alfieri, revelando la profunda conexión que se había establecido entre el paciente y su médico durante esos días de sufrimiento.
La recuperación y el regreso a la vida
Afortunadamente, el Papa logró sobreponerse a este segundo episodio crítico, y su recuperación comenzó a tomar un rumbo favorable. Alfieri destacó el buen humor y la energía del Papa una vez que empezó a sentirse mejor. “En cuanto empezó a sentirse mejor pidió dar una vuelta por la sala”, contó el médico, “Le preguntamos si quería que cerráramos las habitaciones de los pacientes pero en lugar de eso miró a su alrededor en busca de la mirada de los otros pacientes. Se desplazaba en silla de ruedas, un día salió de la habitación cinco veces, quizá más”.
Esta anécdota revela la cercanía y humildad del Papa, quien incluso en momentos de debilidad, se preocupaba por el bienestar de los demás pacientes del hospital. Su deseo de interactuar con ellos, en lugar de aislarse, es un testimonio de su espíritu compasivo y su vocación de servicio.
Sobre su regreso al Vaticano, Alfieri recordó que una mañana el Papa le dijo: “Sigo vivo, ¿cuándo nos vamos a casa?“. Esta frase, pronunciada con humor y determinación, resume la alegría y el alivio que sintió el Papa al ver que su vida había sido salvada.
Alfieri también compartió detalles sobre las precauciones que el Papa deberá tomar durante su convalecencia, como evitar el contacto con grupos de personas o niños que puedan ser portadores de nuevos contagios. “Cuando se fue conversamos y prometimos no desperdiciar el esfuerzo que habíamos realizado”, reveló el médico, “Pero él es el Papa, no somos nosotros los que podemos dictar el comportamiento”.
“Sigo vivo, ¿cuándo nos vamos a casa?”
El relato del doctor Alfieri es un testimonio conmovedor de la lucha por la vida del Papa Francisco. A través de sus palabras, podemos vislumbrar la fragilidad humana del líder espiritual, la dedicación incansable de su equipo médico, y la fuerza del espíritu que lo mantuvo aferrado a la vida. Esta es una historia de esperanza y resiliencia, que nos recuerda la importancia de valorar cada momento y de luchar por aquellos que amamos. La fe y la esperanza jugaron un papel crucial en la recuperación del Papa, quien confió plenamente en su equipo médico y mantuvo una actitud positiva en todo momento. Su resiliencia y valentía son una inspiración para todos nosotros, demostrando que incluso en los momentos más oscuros, la esperanza puede ser un faro que nos guía hacia la luz.